viernes, 24 de mayo de 2013

Modernidad, postmodernidad y lo que viene.




Recientemente ha habido oportunidad de oír y leer algunas cosas que básicamente se relacionan con la necesidad vital del ser humano de adaptarse y evolucionar para seguir  viviendo, como individuo y como especie. Pero las aproximaciones a este tema son básicamente diferentes, tanto en su enfoque como en su nivel intelectual y vital.
Por ejemplo:
-          Un sociólogo afirma que el Capitán Garfio es más humano y real que un Peter Pan inmaduro y ambiguo, y porque lo digan unos cuantos “niños”, no hay que creerse viejo, solo y acabado. No es digno, y menos aún lanzarse por ello a las fauces de un cocodrilo para acabar con todo. Son conveniencias sociales y roles de edad cambiantes en el tiempo, con una base biológica y muchas bases económico-sociales cambiantes.

-          Leo una interpretación básicamente vegetativa del ser humano, en la que al mismo tiempo se habla de coletillas del lenguaje que indican que una persona  está prácticamente “muerta” cuando ha sido sobrepasada por la vida moderna… (Charles Chaplin ya hizo una película llamada “Tiempos Modernos” a principios del siglo XX, era una crítica de la producción en serie o en cadena. ¿Estaría sobrepasado o rendido en el combate de la vida? No lo creo).
 
-          En una conferencia, un experto en Bioética dice que el ser humano ya puede y debe dirigir la propia evolución de su especie. Un asistente a la conferencia le pregunta para qué hay que evolucionar,  quiénes van a elegir el rumbo de esa evolución y quiénes serán beneficiados por ella, pero no obtiene respuesta.

-          Un catedrático de Filosofía del Derecho cita a Ortega y Gasset para que decir que frecuentemente quienes quieren decidir lo que es bueno o malo para la civilización desconocen los propios fundamentos de la civilización.

-          Los  neurocientíficos  saben que el Yo individual es una creación del cerebro humano, y que el ser humano no es objetivamente libre, sino que su libertad es subjetiva y determinada por múltiples condicionantes biológicos y sociales. No hay razón para creer que la indeterminación cuántica que existe en la materia del Universo no exista también en la materia cerebral.

-          Un experto en Derecho Penal afirma que una pena no supone una condena moral, sino una condena social, con un componente de peligrosidad, y por tanto es irrelevante el grado de libertad de la persona, salvo en casos psiquiátricos reconocidos. Lo contrario cambiaría el concepto funcional de nuestro mundo.
De todo ello y de unas cuantas cosas más, se puede deducir que el saber y la sensatez no van ni siempre ni necesariamente unidos, y que es imperativa una visión sistémica, y no puramente experta, para decidir o simplemente opinar acerca de temas relevantes para el ser humano.
El concepto de evolución genética es claro, no así su sentido ni su reparto planetario, que hará necesaria una nueva generación de Derechos Humanos.
En cuanto a la modernidad, es un concepto tan rápidamente cambiante que no merece la pena hablar de ello. Los paradigmas científicos, tecnológicos, económicos y sociales la convierten en “humo” con sus cambios. Sobrevivir en la vida cotidiana con un mínimo de felicidad, o simplemente bienestar, no permite pensar demasiado, hay que adaptarse.
Pero evitar juicios de valor es una cosa, y evitar pensamientos críticos otra bien diferente. El pensamiento único no lleva sino al “pesebre” y a la adaptación mimética social y económica: es adaptación, no evolución. Evolucionar es otra cosa, la vida es combate, pero la cooperación es necesaria en ese combate. El individualismo no vale, y el gregarismo tampoco.
Todo esto es materia resbaladiza, porque implica temas de gran saber y mayor poder, es el futuro de la humanidad desde la biología hasta la ética, pasando por la técnica, la economía y el derecho.
El futuro humano individual acaba siempre en la muerte: “todos calvos”. El de la especie se juega durante esta época en estos campos:
-          Física de partículas y Cosmología.
-          Nanotecnología.
-          Neurociencia.
-          Genoma humano y Biotecnologías.
-          Aire, agua, alimentos y energías.
-          Educación y sanidad.
-          Sistemas sociales, económicos y financieros éticos y controlados democráticamente.
-          Culturas e ideologías, la gran batalla de nuestros tiempos.
-          Derechos Humanos y ética transcultural.
-          Globalización y gobernanza, humana y con alternativas.
-          Cooperación y desarrollo humano.
No es cuestión de antes, ahora y después. Sólo vivimos en el ahora. Y el combate vital, entendido como sentido de la vida, es imprescindible. Pero en la Historia ha sido frecuente confundir poder económico, cultura dominante y legalidad con la justicia y la bondad. Y eso es algo que cambia lentamente, cuando cambia. Todo esto son opiniones, ni más ni menos que las de otros, incluidos los expertos. Claro, “pasando” y sin “saber” se suele sufrir menos. Pero es cuestión de dignidad, porque sin ella sí que se está “muerto en vida”.
Se hace aún más necesario algo que siempre ha convenido: aprender antes de hablar. Y tras aprender, no engañar diciendo verdades a medias, ni únicamente lo que  conviene, como por ejemplo:
-          “Adáptate y sobrevivirás”.
-          “El libre mercado evita guerras y conflictos”.
-          “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.
-          “Internet favorece la democracia en el mundo”.
-          “La riqueza es cuestión de mérito”.
-          “No hay otra solución”.
-          “Creamos riqueza (o mejoras genéticas) para algunos, pero luego estarán al alcance de todos”.
-          “Hay que elegir entre libertad y seguridad”.
-          “La gente no puede entender, es mejor no explicar”.
-          “La mano invisible del mercado hace innecesarias las regulaciones”.
-          “Todos lo hacen”.
-          “El mundo libre del Occidente democrático”,
y tantos más.
Tarea probablemente imposible, o al menos muy difícil, pero no es cuestión de edad ni de economía, sino de las ideologías y de la naturaleza humana.  
Adaptarse es necesario, pero no suficiente: la dignidad exige más.
 
 

 

lunes, 20 de mayo de 2013

Buena filosofía popular.





César Bruto fue un personaje creado por Carlos Warnes, humorista argentino que se hizo conocido en la década de 1940. Un día, trabajando en una revista, Carlos Warnes debía escribir el Editorial sobre un tema concreto. Como no se le ocurría nada, imaginó que el redactor estaba enfermo y supuso que había mandado a su hijo escribir su columna. El chico supuestamente escribió un texto despampanante y plagado de errores ortográficos, pero resultó que al director de la revista le pareció muy divertido y le pidió a Warnes que siguiera trabajando con ese personaje (César Bruto), del que ya no se separaría jamás. Julio Cortázar encabeza su libro “Rayuela” con una cita de César Bruto.
Así dice:

“Siempre que viene el tiempo fresco, o sea al medio del otonio, a mí me da la loca de pensar ideas de tipo eséntrico y esótico, como ser por egenplo que me gustaría venirme golondrina para agarrar y volar a los paíx adonde haiga calor, o ser hormiga para meterme bien adentro de una cueva y comer los productos guardados en el verano o de ser una víbora como las del solójicO, que las tienen bien guardadas en una jaula de vidrio con calefación para que no se queden duras de frío, que es lo que les pasa a los pobres seres humanos que no pueden comprarse ropa con lo cara questá, ni pueden calentarse por la falta del querosén, la falta del carbón, la falta de plata, porque cuando uno anda con biyuya ensima puede entrar a cualquier boliche y mandarse una buena grapa que hay que ver lo que calienta, aunque no conbiene abusar, porque del abuso entra el visio y del visio la dejeneradés tanto del cuerpo como de las taras moral de cada cual, y cuando se viene abajo por la pendiente fatal de la falta de buena condupta en todo sentido, ya nadie ni nadies lo salva de acabar en el más espantoso tacho de basura del desprastijio humano, y nunca le van a dar una mano para sacarlo de adentro del fango enmundo entre el cual se rebuelca, ni más ni meno que si fuera un cóndoR que cuando joven supo correr y volar por la punta de las altas montanias, pero que al ser viejo cayó parabajo como bombardero en picada que le falia el motor moral. ¡Y ojalá que lo que estoy escribiendo le sirbalguno para que mire bien su comportamiento y que no searrepienta cuando es tarde y ya todo se haiga ido al corno por culpa suya!”



César Bruto, Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy, (
capítulo: Perro de San Bernaldo).

 
Todo un resumen condensado de sociología, ética, psicología, economía e inteligencia emocional, en versión muy popular.






 

viernes, 17 de mayo de 2013

Música y Emociones.



 
 
Los antiguos griegos ya eran sabedores de la influencia que los distintos tipos de música ejercían en el ánimo.
En el Renacimiento se citaban entre los diferentes efectos ejercidos por la música los siguientes:
-          Estimular el ánimo.
-          Expulsar la tristeza.
-          Ablandar la dureza del corazón.
-          Propiciar el éxtasis.
-          Elevar la mente.
-          Cambiar la mala voluntad.
-          Hacer felices a las personas.
-          Sanar a los enfermos.
-          Incitar los ánimos al combate.
-          Atraer el amor.
Cuando en el siglo XVIII ya estuvo fijada la noción de tonalidad, llegó a establecerse una relación entre concordancias tonales y emociones:
-          Do Mayor: rudeza, audacia, alegría, felicidad, ternura.
-          do menor: dulzura, tristeza.
-          Re Mayor: felicidad, espíritu belicoso, a veces delicadeza.
-          re menor: devoción, tranquilidad, grandeza, convicción, paz de espíritu, diversión, fluidez.
-          Mi bemol Mayor: patetismo, seriedad, tristeza.
-          Mi Mayor: gran tristeza, fatalidad, impotencia, amor desesperado, algo punzante, desgarrador, doloroso, penetrante.
-          mi menor: pensativa, profunda, desolada, triste, aspiración al consuelo.
-          Fa Mayor: bellos sentimientos, generosidad, constancia, amor, elevadas cualidades, belleza, destreza, facilidad, perfección.
-          fa menor: ternura, calma, profundidad, gravedad, desesperanza, ansiedad, melancolía, horror, escalofrío.
-          fa sostenido menor: tristeza lánguida, extraña, neurasténica.
-          Sol Mayor: sugestivo, retórico, alegre, serio.
-          sol menor: seriedad, dulzura, gracia, agrado, flexibilidad, ternura, remanso, deseo ardiente, diversión, lamento, alegría moderada.
-          La Mayor: conmovedora, brillante.
-          la menor: lástima, resignación, dignidad, sueño, enojo.
-          Si bemol Mayor: diversión, suntuosidad, modestia, delicadeza, majestad.
-          Si Mayor: agresividad, dureza, desagrado, desesperación.
-          si menor: rareza, sombría, melancolía.
Y verdaderamente, quien se fije en la tonalidad de una composición y analice el estado anímico que le inspira, se dará cuenta de que suele coincidir con lo aquí expuesto.
 
 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Montaigne y los libros.





A decir verdad, el reconocimiento de la ignorancia es una de las más hermosas y seguras pruebas de juicio que encuentro. Desearía tener una comprensión más perfecta de las cosas, pero no la quiero adquirir al precio tan alto que cuesta. Mi intención es pasar con dulzura y sin esfuerzo lo que me resta de vida. No quiero romperme la cabeza por nada, ni siquiera por la ciencia, por mucho que sea su valor. En los libros busco solamente deleitarme con una honesta ocupación. Si estudio, no busco otra cosa que la ciencia que trata del conocimiento de mí mismo y que me enseña a morir bien y a vivir bien.
En cuanto a las dificultades, si encuentro alguna leyendo, no me como las uñas con ellas, las dejo en su sitio tras hacer un intento o dos. Si me plantara en ellas, me perdería, y perdería el tiempo. Porque tengo el espíritu saltarín. Lo que no veo al primer intento, lo veo menos aún obstinándome. Nada hago sin alegría, y la continuidad, así como la tensión demasiado firme me ofusca el juicio, lo entristece y fatiga. Mi vista se enturbia y dispersa. No tengo más remedio que apartarla y volverla a fijar de manera intermitente.
Si un libro me disgusta, cojo otro, y sólo me entrego a ello en los momentos en que el aburrimiento de no hacer nada empieza a adueñarse de mí.
Digo libremente mi opinión sobre cualquier cosa, y aun sobre aquella que supera tal vez mi capacidad y que de ninguna manera considero de mi jurisdicción. Cuanto opino, lo opino además para declarar la medida de mi vista, no la medida de las cosas.
Montaigne, Les Éssais.





 

 

sábado, 4 de mayo de 2013

Intelectuales, juventud y poder.





Es probable que las causas del escepticismo moderno sean más sociológicas que  intelectuales. La causa principal es siempre la concurrencia del bienestar con la falta de poder. Los dueños del poder no son cínicos, porque son capaces de imponer sus ideas. Las víctimas de la opresión no son cínicas, porque están llenas de rencor, y el rencor, como cualquier otra pasión intensa, implica una serie de creencias concomitantes.
 Hasta el advenimiento de la educación, de la democracia y de la producción en masa, los intelectuales tenían en todas partes una considerable influencia sobre la marcha de las cosas que no disminuía en absoluto aunque les cortaran la cabeza. El intelectual moderno se encuentra en una situación completamente distinta. No le resulta difícil encontrar un empleo y buenos ingresos con tal que esté dispuesto a vender sus servicios al estúpido rico, como propagandista o como bufón de corte. La consecuencia de la producción en masa y de la educación elemental es que la estupidez está más firmemente atrincherada que en ningún otro tiempo desde el comienzo de la civilización.
El trabajo de los intelectuales es ordenado y pagado por los gobiernos o por los ricos, cuyas aspiraciones parecen absurdas, si no perniciosas, a los intelectuales en cuestión. Pero una pizca de cinismo les permite ajustar sus conciencias a la situación. Existen, ciertamente, algunas actividades en las cuales los poderes existentes desean una obra absolutamente admirable: la principal es la ciencia, y la segunda es la arquitectura pública. Pero si la educación de una persona ha sido literaria, como es todavía el caso muy a menudo, ésta se encuentra , a los veintidós años, con una considerable preparación que no puede emplear de ninguna manera que le parezca importante. Las personas de ciencia no son cínicas ni siquiera en Occidente, porque pueden emplear sus mejores dotes con entera aprobación de la comunidad, pero en esto son excepcionalmente afortunados entre los intelectuales modernos.
Si este diagnóstico es acertado, el cinismo moderno no se puede curar con la simple prédica. La cura se producirá solamente cuando los intelectuales logren dar con una ocupación que dé cuerpo a sus impulsos creadores.
Pero ha de haber para ello una educación más real que la que por lo común se da en nuestros días,  y ha de haber una educación que tenga en cuenta los verdaderos valores culturales y no sólo el deseo utilitario de producir tantos productos que nadie tenga tiempo de disfrutarlos.
No se consiente a una persona que practique la medicina a menos que sepa algo del cuerpo humano, pero se consiente a un financiero que opere libremente sin el menor conocimiento de los múltiples efectos de sus actividades, con la única excepción del efecto que tengan sobre su cuenta bancaria. ¡Qué agradable sería un mundo en el que no se permitiera a nadie operar en la bolsa a menos que hubiese pasado un examen de economía y poesía griega, y en el que los políticos estuviesen obligados a tener un sólido conocimiento de la historia y de la novela moderna!
La causalidad en el mundo actual es más compleja y remota en sus ramificaciones que nunca debido al crecimiento de las grandes organizaciones, pero los que controlan estas organizaciones son personas ignorantes que no conocen la centésima parte de las consecuencias de sus actos.
Los gobernantes del mundo siempre han sido estúpidos, pero nunca en el pasado fueron tan poderosos como lo son ahora. Por tanto, es más importante que nunca dar con algún sistema para asegurarnos de que sean más inteligentes.
Russell, Sobre el cinismo de la juventud, (1929)

 
 
 
 
 

 

miércoles, 1 de mayo de 2013

Cavafis y sus recomendaciones para el viaje personal a Ítaca de cada individuo.






Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, tales seres jamás los hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si es selecta la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo. Que sean muchas las mañanas de verano en que llegues, ¡con qué placer y alegría!, a puertos antes nunca vistos. Detente en los emporios de Fenicia y hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de perfumes sensuales, cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas. Ve a muchas ciudades egipcias a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguardar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas.
Cavafis, Ítaca, (1911)