jueves, 27 de junio de 2013

Boccherini y la música nocturna de las calles de Madrid.





Luigi Rodolfo Boccherini (1743–1805) fue un compositor italiano de comienzos del periodo clásico, que dentro del periodo común se dio entre los años 1750 y 1820.
Boccherini nació en la Toscana de una familia de artistas y se interesó por el violonchelo desde una temprana edad. Contribuyó al estilo clásico como pionero del quinteto de cuerda, forma que fue utilizada posteriormente por Mozart. Después de un viaje a Roma durante el cual pudo desarrollar sus conocimientos musicales, se trasladó a Viena y posteriormente a Milán donde reunió un cuarteto de cuerda e inició una gira de conciertos que supuso una novedad en su tiempo. Finalmente, tras una estancia en Paris, se trasladó a Madrid bajo la protección del infante Luis Antonio de Borbón. Fue en esta etapa cuando efectuó su mayor aportación a la composición musical.
Boccherini fue quien en su época impulsó la música de cámara con los cuartetos y quintetos de cuerda. Posee numerosas obras compuestas para estas combinaciones. Destacaron sus composiciones por la calidad, finura en los arreglos y complejidad técnica de la ejecución, en la que las digitaciones eran complicadas, especialmente en las partes de violonchelo, instrumento con el que el compositor tenía mayor maestría.
Entre sus quintetos de cuerda se encuentra la “Musica notturna delle strade di Madrid”, composición programática de 1780 que retrata las bulliciosas calles de esa villa. Boccherini no quiso publicarla en vida; tal y como le dijo a su editor: “La obra es absolutamente inútil, incluso ridícula, fuera de España, porque el público no puede esperar entender su significado, ni los artistas que la desempeñan cómo debe ser interpretada”.
La obra está instrumentada para dos violines, una viola y dos violonchelos. Está compuesta en Do mayor, consta de siete movimientos y tiene una duración aproximada de 13 minutos.
La obra comienza en Le campane de l’Ave Maria con una única nota de sonido percusivo que se logra mediante el pizzicato de un violín, una viola y los dos violonchelos. Esta nota imita el ritmo de la campana de la iglesia que llama a misa.
Posteriormente en Il tamburo dei soldati se oye un violín solo también tocando una única nota, esta vez representando el tambor de los soldados.
De súbito comienza el Minueto dei Ciechi interpretado por todos los instrumentos en un animado tiempo de 3 por 4. Hay una melodía principal y una secundaria, y las repeticiones se suceden primero forte, después piano. El acompañamiento es un rasgueado de los violonchelos, imitando el sonido de la guitarra española.
La parte denominada Il Rosario es una pieza lenta que comienza a dos voces armonizadas. Se intercalan notas de pizzicato que dan delicadeza y sosiego al movimiento. Posteriormente tras unos acordes intensos interpretando una pequeña melodía más rápida, entra el violonchelo que aporta la armonía del bajo. El pasaje intenso se intercala varias veces más, dentro del movimiento lento.
Comienza después el Passa calle con unos rasgueos al estilo de la guitarra española que evocan el ambiente alegre de las calles de Madrid. La melodía principal, maravillosa por su delicadeza, es ligera y alegre, tocada al 3 por 4, y le sucede una melodía secundaria que parece responder y completar a la primera. Se intercalan arpegios rapidísimos con el violín de gran complejidad técnica. Esta parte, de gran belleza, es la más famosa de la obra y la que mayormente le ha dado su fama.
Se repite en Il tamburo el sonido del violín imitando el redoble de tambor de forma parecida a como se hizo en el segundo movimiento para posteriormente finalizar la obra con el movimiento de Ritirata, esta vez en 4 por 4, que recuerda el paso militar de los soldados al retirarse de la guardia. También en esta parte se repiten las melodías, primero forte, y después piano, aportando gran finura y delicadeza a la música.
Esta bella pieza, compuesta en Do mayor, es alegre y delicada, y evoca verdaderamente el ambiente callejero del Madrid del siglo XVIII, donde “las angostas callejuelas tenían los grandes balcones de madera tan pegados de vereda a vereda que podían los vecinos besarse o pegarse sin necesidad de bajar a las calles en las que bajo la luz mortecina de los faroles se solventaron querellas de amor y se escurrieron como duendes embozados caballeros, damas elegantes y tahúres”.
La única "pena" que da esta obra es la de su brevedad, ya que una exposición más larga de cada una de las partes hubiera permitido prolongar un poco más el placer de escucharla.
Cabe mencionar que, entre las múltiples interpretaciones existentes, existen algunas en las que se introduce la guitarra barroca, que remarca ese toque popular que tiene esta obra maravillosamente ambientada en las calles de Madrid.
Fuente EGA/NB.
 
 

 

jueves, 20 de junio de 2013

Solstizioa. / Solsticio.

 
 
 
 
"Gure ortuban sagarra loran,
Donianeko heldurik;
haren azpijan uso bi dantzan
ederrik eta galantik."



Herrikoia.- Legutio (Araba).
R.M. Azkue-k jasoa.
Gorka Knörr-ek kantatua.


(En nuestro huerto el manzano está en flor,
madurará para San Juan;
bajo él danzan dos palomas
hermosa y elegantemente.)


Popular de Legutiano (Álava).
Recogido por R.M. Azkue.
Cantado por Gorka Knörr.





 

 

 
 
 
 
 
 
 

miércoles, 19 de junio de 2013

Keynes y la importancia de comprender la naturaleza del problema.





Al comienzo de la recesión que siguió al “crash” de 1929, Keynes advirtió  acerca de la necesidad de comprender la naturaleza del problema que ocurría para ser capaces de enfrentarse a él:

“El mundo ha sido lento en darse cuenta de que este año estamos viviendo bajo la sombra de una de las mayores catástrofes económicas de la historia moderna. En este momento la recesión probablemente está algo forzada por razones psicológicas. Sin embargo, en cualquier momento puede ocurrir una suave reacción al alza. Pero en mi opinión, no puede haber una recuperación real hasta que la intención de los que prestan y la intención de los que toman prestado para la  producción vuelvan a coincidir otra vez. Rara vez en la historia moderna ha sido mayor la separación entre ambas intenciones y tan difícil acercarlas de nuevo. A menos que forcemos nuestras voluntades y nuestras inteligencias, impulsados por la convicción de que este diagnóstico es correcto, para encontrar una solución en estas circunstancias. Porque si el diagnóstico es correcto, la recesión puede dar lugar a una depresión, acompañada por un hundimiento del nivel de precios, lo cual puede durar durante años, con indecibles daños para la riqueza material y para la estabilidad social de todos los países afectados."
Keynes, “The Grand Slump of 1930”.
 
Así fue, y de nuevo ha sido y es el dilema con el que los dirigentes mundiales se enfrentan hoy: calibrar mal la situación y tratarla como una recesión pasajera más, o dedicarse a la tarea de enfrentarse a un serio problema estructural, empezando por comprender su naturaleza, y evitar así culpar de la situación a fenómenos que no son su causa, o aplicar pasadas soluciones a nuevos problemas estructurales. Esas soluciones serían frágiles, breves y vulnerables si lo que ocurre es un nuevo paradigma.

 
 


 

 

sábado, 15 de junio de 2013

Paul Dirac y la Mecánica Cuántica Relativista.





El primer científico en llevar a cabo la unificación de la Mecánica Cuántica con la Teoría Especial de la Relatividad fue Paul Adrien Maurice Dirac (1902-1984),  conocido como P. A. M. Dirac, considerado como el “padre” de la Mecánica Cuántica Relativista.
La ecuación de Dirac de onda relativista de la mecánica cuántica fue formulada por Paul Dirac en 1928. Da una descripción de las partículas elementales de espín 1/2, como el electrón, y es completamente consistente con los principios de la mecánica cuántica y de la teoría de la relatividad especial. Además de dar cuenta del espín, la ecuación predice la existencia de antipartículas.
Tras las formulaciones de Heisenberg (1901-1976) y Schrödinger (1887-1961) en el campo de la mecánica cuántica, dicha disciplina quedó abierta a nuevas aportaciones. El átomo propuesto por Bohr y Sommerfeld tenía tres números cuánticos, a lo que Pauli (1900-1958) añadió un cuarto, con posibles valores de +1/2 y -1/2, que corresponden al espín o momento angular intrínseco del electrón. En 1924 Pauli formuló su “principio de exclusión” que impone que dos electrones en un mismo átomo no pueden tener los mismos números cuánticos. Como el espín sólo puede tener dos valores, esto lleva a que en una misma órbita sólo pueda haber dos electrones con valores distintos de espín. Con este principio quedó clara la distribución orbital de los electrones.
La ecuación de onda de Schrödinger que describía el comportamiento del electrón, no tenía en cuenta el efecto de la relatividad ni del espín. Estos efectos fueron introducidos en la ecuación de onda por Paul Dirac, quien en 1928 reformuló la ecuación de onda de Schrödinger, incorporando el efecto de la relatividad, conocida hoy como la ecuación de Dirac. De esta forma, predijo correctamente los valores de los niveles de energía del átomo de hidrógeno y descubrió que algunos de estos niveles estaban separados en dos, lo cual quedaba reflejado en la separación de las líneas del espectro que es característico de un electrón con espín.
 
 
El espín aparece como una consecuencia de la mecánica cuántica relativista, como demostró Dirac en 1928, y es una característica de la mayoría de las partículas elementales, si bien la definición del átomo en términos de los números cuánticos nos aleja de cualquier representación gráfica.
Partiendo de la posible existencia de estados negativos de energía para el electrón, Dirac predijo la existencia de una partícula como el electrón pero con carga positiva: el positrón. En efecto, el positrón fue descubierto experimentalmente dos años más tarde de la predicción inicial de Dirac. La existencia del positrón abrió el camino hacia el descubrimiento de otras antipartículas y en consecuencia a la existencia de la antimateria.
En 1933, Schrödinger y Dirac recibieron el Premio Nobel de Física por la introducción de la ecuación de onda en la mecánica cuántica.
 
 
 
 

 

                                  

 

 

 

 

 

 

martes, 11 de junio de 2013

Dignidad, adaptación y ética.






En este blog figura una entrada de fecha 24/12/2013 titulada “Modernidad, postmodernidad y lo que viene”. En ella se decía al final que, para las personas, la adaptación y la evolución no son el mismo concepto y que ello tiene repercusiones en la dignidad humana.
Existe una dignidad humana innata o inherente al ser humano y, con otro matiz, una dignidad que se adquiere o se pierde con “el hacer” humano. Esta dignidad implica respeto, propio y ajeno, como consecuencia del mérito que se otorga a quien tiene una norma más elevada de comportamiento, según decía Kant.
Las normas de comportamiento constituyen la ética, así que el mérito y el respeto, o sea la dignidad, corresponderían a quien le reconozcamos una actuación mejor o más elevada. La ética de las personas y grupos sociales, civilizaciones incluidas, implican un sentido de la vida que es cultural, aunque cada persona necesita un sentido personal de su vida para que su existencia sea “soportable”. La ética común para la humanidad está hoy día constituida por los Derechos Humanos, como ética transcultural.
La dignidad, el respeto, el mérito y la ética personal son conceptos vinculados y relacionados también con la libertad objetiva que realmente tiene la persona y la libertad subjetiva que cree tener. Los neurocientíficos sostienen que objetivamente no existe el “libre albedrío”, ya que el Yo individual y la voluntad se originan en el cerebro, y el cerebro está sujeto a procesos bioquímicos, como los neurotransmisores y neuroreceptores, así como a procesos sociales de educación, adaptación y evolución, los cuales son posibles gracias a la “plasticidad” cerebral.
Tanto la ética como la estética son vitales para el ser humano, pero de muy diferente manera. Interviene aquí el llamado “locus o sitio de control”, que puede ser interno o externo, originando así acciones “autotélicas” o “exotélicas”. La estética tiene, al parecer, un “locus de control” más externo, es más exotélica, se basa más en el parecer y el tener, es menos libre. La ética se vincula con el ser y el hacer, y tendría según esto un “locus de control” más interno, más autotélico, más libre.
Así mismo, la dignidad tiene relación con la obediencia, siendo digno de obediencia aquello que merece ser obedecido: lo que es justo. La obediencia ciega a aquello que es legal, pero injusto, es indigna. A veces, la desobediencia es más ética, justa y digna que la obediencia. Obedecer es más exotélico y desobedecer más autotélico.
La palabra democracia se emplea para designar realidades muy diferentes, y está a su vez vinculada con la dignidad humana. Diferente asunto es cómo conseguir una democracia que merezca ese nombre en un mundo globalizado.
Últimamente escuchamos con frecuencia que libertad y seguridad son conceptos que se contradicen, lo cual es utilizado como excusa para justificar el incumplimiento de derechos y deberes, el incremento del control sobre la ciudadanía y la reducción de las libertades civiles y la privacidad.
Pero como se ha dicho ya, los Derechos Humanos constituyen la ética transcultural de nuestra época, y necesitarán adaptarse y evolucionar por “generaciones”: desde los derechos civiles y políticos, a los derechos económicos, sociales y culturales, y desde éstos a los relacionados con las tecnologías de información y comunicación, la ecoética y la bioética.
En este siglo XXI, los conflictos serán éticos e ideológicos, incluida la macroeconomía y las grandes finanzas, que siempre han sido políticas y sociales. La microeconomía, sobre todo cuando se aplica a estados, países y naciones como si fuesen meras empresas o familias, merece más el nombre de “contabilidad”, por más compleja que quieran hacerla parecer. 
 

domingo, 2 de junio de 2013

Cuántica.



 
Los conceptos de la física clásica y en general los conceptos propios de la vida diaria y el sentido común dejan de ser válidos desde el momento en que no se aplican en su ámbito de utilidad: el mundo macroscópico. En el mundo microscópico, el de lo “infinitamente” pequeño, nada obedece a las leyes de la física clásica.
En la primera mitad del siglo XX, algunos científicos comprendieron que la descripción de los átomos y partículas requería abandonar principios consolidados en física clásica. En unas pocas “décadas prodigiosas”, prácticamente entre 1900 y 1930, el trabajo de unas mentes prodigiosas construyó un nuevo sistema, formal, revolucionario y eficaz, que permite “trabajar” en el mundo microscópico de las partículas: la física (y química)  cuántica.
En dicha física cuántica se recurre a cantidades elementales mínimas de energía, llamados “quantum”/”quanta”, para describir las interacciones entre la luz y la materia, logrando explicar a la perfección la estabilidad de los átomos y la forma en que los percibimos y se nos aparecen o manifiestan. Se plantearon, sin embargo, cuestiones o nociones límite entre la física y la filosofía, tales como el azar, la causalidad, la objetividad, el determinismo, el espacio y otras más.
El cambio que la física cuántica planteó fue tan radical que alteró el concepto mismo de la “realidad”, la cual se nos vuelve casi inconcebible para nuestra mente humana. Pero la física cuántica presenta tal eficacia operativa que se aplica desde la física de partículas hasta la astrofísica, con  predicciones  sorprendentes y ciertas, o no desmentidas por la experiencia hasta el día de hoy.
Como la física cuántica trabaja con un complicado aparato matemático, es muy difícil o prácticamente imposible su exposición en lenguaje común, y lo que es peor,  exige romper drásticamente con el llamado “sentido común”, o nada que se le parezca en una pedagogía explicativa con imágenes tomadas de nuestra vida sensorial, que no le bastan, o incluso le son contrarias. No utilizando un modelo de realidad tal y como la percibimos los humanos, la física cuántica trabaja sirviéndose de entidades abstractas, y provoca la ruptura de los conceptos más ordinarios o familiares para nosotros. Su sentido es increíblemente preciso, pero no tiene nada de “común”.
Baste con decir como muestra, que ya sólo para definir qué son las partículas elementales, habría que inventar una nueva palabra que las denomine y evite “confusiones”, pues los conceptos clásicos de corpúsculo y onda no sirven en absoluto para definirlas o denominarlas. Se les podría llamar “cuantones”, pero su “misteriosa” naturaleza nos revela una extraña realidad que desafía la mente humana.
Y eso sin pasar a mayores detalles y profundidades.