En 2009 queda de manifiesto que la
crisis no es económica, (…) es una crisis del paradigma de civilización (…), en
definitiva del modelo ideológico (…). Por eso al valorar lo que está
ocurriendo, no se puede comprender la resignación y/o tibieza de las respuestas
de los sectores sociales, sin analizar cómo nos ha ido moldeando la ideología
del poder globalizado.
El concepto “educar en valores” es
transversal a todo el discurso social emanado desde los poderes (…). Con
diferentes ropajes queda envuelto el elemento central de cualquier construcción
sociopolítica: la ideología.
(…) La ideología no es más que el
conjunto de ideas-valor o valores imperantes en una sociedad. El análisis de
esta ideología se hace necesario en momentos de crisis, porque sólo afianzando
valores diferentes a los que han conducido a la crisis se puede salir de ella
con éxito. (…)
En la cúspide de todo sistema social,
aunque éste no podría sustentarse sin las fuerzas productivas, está su aparato
ideológico, que no se circunscribe al campo de “las ideas” sino que crea sus
propios paradigmas en todas las áreas del conocimiento. Cada sociedad ha
desarrollado algún método para justificar la existencia de la desigualdad entre
su población. Este método sigue, por regla general, un proceso denominado de
legitimación. (…)
En este sentido, es de destacar que
emerge un proceso de secularización, de pluralización y de individualización.
Los sociólogos constatan como hecho sociológico la debilidad de la razón y
apuntan hacia la crisis de la racionalidad, la pérdida de la comunidad y la
soledad del individuo. Lo subjetivo prima sobre lo colectivo en el ámbito de
las relaciones sociales. La sociedad del consumo y audiovisual impone el ritmo
del presente y el placer inmediato, sin memoria, con la primacía del orden
estético. La rentabilidad prima sobre la producción, el corto plazo sobre la
previsión a largo plazo, se busca la optimización de la economía de servicio
hedonista. Se renuncia a la utopía y emerge la consideración pragmática.
Otro de los elementos que hay que
recuperar para el análisis se refiere a las nuevas formas de construir
socialmente la realidad y la adquisición de conocimiento. Es una evidencia que
la cultura audiovisual está condicionando decisivamente la forma de
construcción social de la realidad. Las tecnologías de la comunicación aceleran
el tiempo de los acontecimientos, aceleran la vida. Ese tiempo transforma
nuestras formas de pensar y de actuar y revoluciona también el espacio de
relación. Nada está lejos y todo está cerca. Todo va rápido y la intensidad se
vuelve estética. Existe una pluralidad de espacios y de formas de relación
presencial y virtual; el espacio de interacción real, el espacio de interacción
audiovisual y el espacio de relación virtual donde no hay, propiamente,
espacio. Nuestras formas cognitivas sufren variaciones importantes porque se está
tornando cada vez más compleja la forma de conocer la realidad; esa forma de
conocer transforma nuestra visión acerca de la realidad. (…)
La vida en Internet adquiere cada vez
mayor relevancia en nuestra sociedad. La cibercultura muestra una variación en
la percepción e imagen de la propia realidad respecto de la vida cotidiana,
hecho que se refleja en la intensidad y calidad de las relaciones sociales
donde el lazo comunitario y la confianza interpersonal resultan mucho más
débiles.
Se producen riesgos derivados de los
procesos de dominación cultural (de valores). Está claro que los países que
ejercen el control del proceso económico de globalización incluyen en ese
proceso de expansión sus formas culturales e introducen los valores que mejor
puedan responder a sus intereses económicos. (…) Esta forma teledirigida de
construir la realidad plantea importantes problemas desde el punto de vista de
la democracia y conlleva una transformación profunda en la adquisición de los
nuevos valores, cuyo resultado es evidente en los actores fundamentales de
socialización: la familia y el sistema educativo.
En el sistema educativo los alumnos
universitarios tienen dificultades para asistir a una clase sin aburrirse y
necesitan del elemento lúdico visual para mantener el interés; ciertos niveles
de abstracción resultan insoportables para la mayoría del alumnado. De ello se
deriva una limitación del pensamiento abstracto y la capacidad para poder
relacionar los hechos con sus antecedentes y las fuerzas actuantes, o en definitiva,
la capacidad de crítica (…) se va debilitando. Mientras el pensamiento crítico
disminuye considerablemente, se fortalece Internet o la sociedad-red como
espacio donde se construyen relaciones de otro tipo. A la vez, se modifican los
contenidos de relación dentro del núcleo familiar, es más fácil construirse una
“personalidad” a través de una pantalla que la relación directa que nos demanda
compromiso y responsabilidad.
Asistimos también a la debilitación
de lo social, a un tipo de experiencia individualizada, en las formas de pensar
y de sentir, que conlleva procesos de desintegración social y descontrol,
causas de la merma de la presencia social coactiva de valores a los que todos apelamos.
La individualización de la sociedad dificulta la implantación efectiva de
valores como la igualdad, solidaridad, etc. La diversidad, la pluralidad de las
formas de vivir y de actuar pone, en parte, en crisis la articulación de lo
común. La identidad colectiva cede ante la identidad individual. (…)
Se produce una mercantilización del
ocio. Este se desarrolla dentro de la sociedad de consumo, cuyo acto se reviste
de diversión y asueto, convirtiendo el consumismo en un producto de oferta
diversificada que cambiamos de forma fluida, repercutiendo directamente sobre
los condicionamientos sociales de ocio en sí. (…)
Se impulsa el consumismo, desligando
el consumo de la propia necesidad y capacidad de gasto de las personas. En
principio, a través de la manipulación socioafectiva se trata de crear la
necesidad de un consumo no específico (“consumir por consumir”) que se
satisface a corto plazo con cualquier acto de compra. Por medio de una serie de
acciones y actitudes, que generan frustraciones generalizadas (individualismo,
insolidaridad social, desarraigo y un largo etcétera), y de explotar los
miedos, la inseguridad y el ego, el vacío interior está garantizado y las
personas buscarán llenar ese vacío (que no suele ser reconocido) con el acto
que, según todos los medios de comunicación, le va a ayudar a sentirse bien: el
acto de compra. Cuando ese vacío es ya una realidad en las sociedades
avanzadas, cuando nos movemos entre personas igualadas ante el consumo dictado
por las multinacionales, éstas pasan a la segunda fase, desligar el consumo del
nivel de renta. (…)
Todas las categorías sociales están
cambiando sus coordenadas más importantes de relación con la producción, el
salario y la renta, avanzando hacia la mayor concentración de riqueza conocida
desde la revolución industrial. (…)
El ámbito sobre el cual se opone el capital
al trabajo no es únicamente el de la empresa, este ámbito es toda la sociedad.
La industria moderna, a través de la ideología manifestada en sus nuevos
valores, pretende integrar, otorgándoles una identidad de empresa, a una élite
de trabajadores, haciéndoles creerse individuos privilegiados cuya única
identidad cierta es la empresa, ya no su clase. Y mediante la abolición del
frente trabajador-capital en la empresa, la identificación (la imagen
corporativa) se proyecta hacia el exterior en toda la sociedad: en el consumo,
en la imagen que tratan de proyectar de la sociedad del futuro, en la ideología
de mercado que pretenden difundir en todo el mundo, en la universidad, en la
sanidad, etc.
El desarrollo del sector servicios
implica el hecho de que el valor añadido gira en mayor parte en torno al factor
humano, con lo que se ha conferido una especial relevancia a las ciencias
sociales y, en especial, a la psicología, sobre todo en las áreas de las
construcciones mentales, de los factores que influyen en la percepción, y en el
desarrollo de la manipulación sensorial. (…)
El mundo laboral se está convirtiendo
en un mundo de individuos; la desaparición de los discursos globales
relacionados con la igualdad y los derechos de los trabajadores ha tenido un
efecto sobre los discursos de las personas vinculadas al mundo laboral. Fundamentalmente,
se evita el término trabajador y se sustituye por el de ciudadanos que trabajan
o están en desempleo, y se habla de experiencias y situaciones personales. (…)
Desde el poder y sus medios de
transmisión se apela a los derechos individuales y ese hecho se convierte en el
elemento central del discurso de la resistencia para el cambio: la inercia, que
se refleja en un cierto conformismo y en una cierta impotencia a la hora de
creer en posibilidades de cambio. Existe una solidaridad con respecto a los que
están excluidos del ámbito laboral pero esa solidaridad tiene grandes dosis de
estética. (…)
(…) El mercado aparece como la vía
más eficiente para la distribución de los bienes con eficacia y proporciona los
medios económicos para organizar la vida económica pero también el mercado y el
consumo se convierten en fuentes de organización de la vida social y cultural.
Lo anterior determina que la competitividad, la eficacia, la flexibilidad, la
desregulación política, la privatización para la mejora de la eficacia, la
creencia en la vinculación del crecimiento económico con el progreso humano
sean valores centrales que acompañan al proceso que estamos viviendo. La
rentabilidad prima sobre la productividad, el corto plazo sobre la previsión a
largo, optimización de la economía de servicios.
En la economía global lo absoluto
deja paso a lo relativo, la unidad a la diversidad, lo objetivo a lo subjetivo,
el esfuerzo al placer, lo fuerte a lo “light”, la sacralización a la
secularización, la razón al sentimiento, la ética a la estética, la certeza al
agnosticismo, la seguridad al pasotismo, etc. Esto plantea en las sociedades
industriales un problema de cohesión social. Existe una pérdida de la sensación
de seguridad. En definitiva, asistimos a la emergencia del “yo” frente al
“nosotros” y a una cierta crisis de la racionalidad que caracterizó el periodo
anterior. (…)
Como se desprende de múltiples
indicadores estructurales, no estamos en desaceleración,
ni en recesión, ni tan siquiera en crisis económica, estamos en algo más
profundo, que solamente puede intuirse (por su novedad y envergadura sólo nos
es posible en este momento prever una pequeña parte de lo que está llegando).
Necesitamos de todo el saber colectivo, de todas las disciplinas, para comprender
que el indicador de la economía sólo es un factor ( y no el más importante para
nosotros, aunque sí para el capital) que está respondiendo al grave problema
que la sociedad capitalista en su modelo globalizado, basado en la alta
movilidad, ha hecho irreversible. Por tanto, el crack del modelo actual no debe analizarse solamente en términos
económicos, sino también en términos de espacio (ecosistemas, pueblos,…) y de
tiempos, y del elemento que une estas dos variables: la energía. (…)
(…) Por tanto si los tiempos del
cuerpo, si los tiempos de la naturaleza, si los tiempos de la vida social son
cíclicos y son lentos, ¿a quién le interesa la velocidad?, ¿quién exige los
tiempos de la velocidad?
Los tiempos del sistema industrial,
los tiempos del sistema financiero, los tiempos de las transacciones de
acciones en bolsa, de las operaciones de negocios masivos…sí requieren
velocidad. (…)
El espacio globalizado, la alta
velocidad para recorrerlo constantemente, y la demanda de tiempos cada vez
menores, se han convertido en variables económicas del sistema capitalista, y
su mantenimiento requiere de cantidades de energía cada vez mayores, por tanto
la crisis energética se une y se hace intrínseca al propio modelo económico.
El imparable precio del petróleo que
se dio en el segundo y tercer trimestre de 2008 y que se repetirá cuando los especuladores
lo consideren necesario, se debió a un movimiento de especulación en los
mercados de futuros (se compra hoy el derecho a lo que se produzca en años
futuros), pero no se puede negar que esta especulación se centra en la idea de
que es un bien escaso, y de primera necesidad en este modelo de desarrollo, por
lo cual la demanda pagará lo que sea por obtenerlo, privándose del consumo de
otros bienes (educación, sanidad, vivienda, alimentación, etc.), o sea, bajando
de forma generalizada la calidad de vida global. Para el sistema gobernante las
alternativas al petróleo no pasan por un nuevo modelo equilibrado y más
endógeno. (…)
Y es precisamente en estas nuevas
relaciones de servicios mercantilizados, centrados en clientes-masa,
deambulantes en espacios urbanos despersonalizados, donde los valores e
ideología de la sociedad globalizada, que comentábamos al inicio, encuentra su
caldo de cultivo y expansión, buscando llenar el vacío interior que produce la
pérdida de referencias relacionales con el territorio y sus habitantes.
(Extractado de: Jurado, N. En Euskal Hiria, 2012.)