En la época en que la comunicación
instantánea entre diferentes localidades era inexistente muchos intentaban
resolver uno de los cálculos más complejos a los que se ha enfrentado la Ciencia:
la predicción del tiempo atmosférico o meteorología. No es exagerado decir que
este cálculo es de los computacionalmente más exigentes que existen.
Hoy en día los tres supercomputadores más potentes del mundo están
exclusivamente dedicados a la increíblemente compleja tarea de obtener
predicciones meteorológicas.
La meteorología es una ciencia tan
antigua como la Humanidad. Ya Varahamihira en la antigua India y Aristóteles en
la antigua Grecia escribieron sendos tratados de meteorología. Hubo un tiempo
en que los meteorólogos intentaban predecir el tiempo de y en su localidad. Los
pastores estudiaban los tipos de nubes y, posteriormente, los científicos provistos
de equipos de medida tales como termómetros, barómetros, anemómetros,
higrómetros y pluviómetros, desarrollaban complejas fórmulas matemáticas con
las que relacionar las variables medidas, pero logrando así predicciones
del tiempo atmosférico que sólo eran válidas para unas pocas horas.
Joseph Henry (1797-1878) fue, entre
otras muchas cosas, el inventor del relé electromagnético, el cual sería el
componente que permitió patentar el telégrafo a Samuel Morse en 1832. Hoy en
día la unidad de la inducción electromagnética es el Henrio en honor de Henry,
que había descubierto la inducción electromagnética más o menos a la vez que
Faraday, pero en cuya publicación se retrasó, con lo que el descubrimiento se
le concedió a Faraday.
Fue Henry quien supo mirar más allá
que sus coetáneos y analizó el problema de la meteorología desde un punto de
vista sistémico. Así se dio cuenta de que el tiempo atmosférico no es un
fenómeno local sino de escala planetaria. Las masas de aire atraviesan los
continentes, y los vientos que llegan a una localidad han pasado previamente
por otras.
Conociendo las posibilidades del
recientemente instalado sistema de telegrafía en los Estados Unidos, se puso en
contacto con las diferentes estaciones meteorológicas, primero de su Estado y
después de todo el país. Recibía la información por vía telegráfica y clavaba
con chinchetas de colores sobre un enorme mapa de Norteamérica todos los datos
de temperaturas, humedades y presiones. De esta manera fue como descubrió que
los puntos con la misma presión atmosférica creaban enormes líneas isobáricas
que atravesaban el continente, y que los puntos con las mismas temperaturas
creaban frentes fríos y calientes que al chocar entre sí provocaban las
precipitaciones.
Así fue como mirando el problema en
su conjunto, con visión sistémica, pudo comprender el complejo comportamiento
de la atmósfera terrestre, cosa a la que no hubiera podido llegar analizando
aisladamente los datos de cada estación por separado.
Joseph Henry supo ver que, en un sistema,
el total es más que la simple suma de sus partes, ya que a éstas se le añade la
sinergia que se crea entre ellas.
Y es que puede decirse que en la Naturaleza,
uno más uno es casi siempre más que dos. ¿Pero cuánto más?: depende, esa sí que
es la operación más difícil del mundo.
Fuente: EGA.