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Cómo es en realidad la comunicación
de los mayores con su entorno?
En la televisión nos sacan imágenes
idílicas de mayores, en las que casi siempre se les ve anunciando algún
producto enfocado a personas de más de 55 años que empiezan a vislumbrar
dificultades de cara al futuro, tanto físicas como monetarias. Algunos, por ejemplo, probándose
gafas o audífonos, y otros anunciando una superlibreta que te puede reportar
indecibles ventajas, como un crucero, o un viaje maravilloso. Son personas muy
elegantes, todavía atractivas, con mucha personalidad, en buena forma física, y
presumiblemente con pinta de estar muy bien integrados socialmente, y a las que
a su vez se les trata con mucha deferencia.
Pero cómo es la comunicación real con
los mayores? . Creo que la vida es más real, más
amarga, y conlleva mayores dificultades para comunicarse con los demás. Me gustaría tratar un poco algún aspecto sobre cómo se
les escucha y cómo ellos intentan comunicarse, y con qué dificultad se hacen
entender.
Este año 2012 ha sido declarado como
el Año Europeo del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad Intergeneracional,
y tiene como objetivo el promover la creación en Europa de un espacio social
que contemple el envejecimiento de la población como un reto al que se tiene
que enfrentar toda la sociedad para abordarlo como una nueva tarea en todos los
contenidos de un envejecimiento activo.
Hasta hace bien poco, ha sido poca, o
más bien escasa, la atención que hemos prestado a nuestros mayores, sin darnos
cuenta que más tarde o más temprano a todos nos va a llegar la hora de la
jubilación, y a partir de ese momento ya se nos va a ver de otra manera. Es cierto que la comunicación cambia
a medida que pasan los años, y nos van viendo cada vez con más edad, por no
decir viejos. Se piensa que el ser mayor es equivalente a perder facultades
para hacerse escuchar o transmitir lo que se quiere decir. Pero… ¿se les hace
caso? .
Como podemos ver, los medios de
comunicación no hacen justicia con la realidad de los mayores. Nos presentan el
lado bonito, en el que nos muestran unas personas que no se corresponden con la
media de personas mayores cuya vida es complicada y solitaria, y a las que no
se les hace mucho caso. Es cierto que puntualmente se habla
de algún problema concreto, pero en general no se les presta demasiada
atención. No se les escucha, no es tema, por muy actual y real que sea, de
interés para los medios.
Podemos agradecer que este año 2012 haya sido declarado como el Año Europeo
del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad
Intergeneracional, ahora bien, ha tenido muy poco eco en los medios de
comunicación a pesar de ser un tema al que se tiene que enfrentar toda la
sociedad y nos atañe a todos.
El tema ha sido desde siempre un
problema latente al que según la época se le ha dedicado más relevancia y ha
interesado a más o menos gente. El marco social romano que
corresponde al tratado sobre la vejez (150 A.C.), otorgaba a los ancianos una
posición preminente, otorgándoles una autoridad jurídica muy importante. La vejez que reproduce Cicerón es el
reflejo de la época dorada en lo que respecta al prestigio, en consecuencia al
respeto por la opinión de los mayores.
Ahora, en nuestro tiempo y dentro de
la celebración de este Año, los mayores deben defender su papel activo en la
sociedad y el derecho a ser escuchados.
Quisiera hacer una reflexión sobre un
artículo que al respecto ha escrito Andrés Trapiello que se titula “Ceros a la
izquierda”. En él hacía un repaso a la última campaña política, y venía a decir
que una candidata se presentaba como la nueva savia de un partido que tenía 130
años, haciendo gala de su juventud, encontrando en cambio, que el candidato que
le disputaba el puesto eras ya un poco mayor para el cargo. Vino a decir que
esa otra persona era ya historia, y añadió que hay que renovarse y escuchar las
nuevas ideas. No tuvo en cuenta que había muchas
personas que precisamente escuchaban a su rival por su edad y experiencia, y no
a sus consignas, que parecían preparadas para ella en alguna agencia de
publicidad. El autor del artículo, aunque no
quería hacer leña del árbol caído, se alegraba de que no hubiera triunfado la
juventud, aunque le resulte a uno triste por innecesario oír a personas mayores
decir que lo importante no son los años que se tienen, sino cómo se siente cada
uno, que la juventud está en la cabeza y no en los años.
No obstante, la juventud pasa pronto,
y todos nos debemos concienciar de que lo mismo que en la juventud, en la vejez
también nos gusta comunicarnos, hacernos entender, y ser escuchados. Porque
pensamos que se tienen muchas nuevas ideas que dar a conocer y compartir en la
edad adulta, no sólo por la necesidad de ser escuchados, sino también por la
experiencia. Todos trabajamos con colegas de
nuestra edad en la profesión u oficio que ejercemos, pero nos deberíamos sentir
orgullosos de haber tratado, escuchado, y respetado a aquellos a los que por
edad, y no sólo los que han sido nuestros maestros o profesores, nos han transmitido
todo su saber y experiencia.
Como hemos dicho, la televisión y los
medios nos dan una imagen juvenil de los mayores, y nos hacen creer que la
comunicación con ellos es la misma que entre los jóvenes. Pero lo que los mayores perciben es
que no son siempre bienvenidos, les cuesta comunicar lo que tienen que decir,
porque no son escuchados de la forma en que se escucha a los jóvenes. A veces
se les percibe como jubilados pasivos y “pesaditos”. En algunas ocasiones los adultos más
jóvenes no tienen paciencia para escucharles con atención, puesto que ya tienen
una idea preconcebida de ellos en general, y o bien no les escuchan, o si lo
hacen, lo hacen de una forma diferente a como lo hacen entre sus iguales. Aquí es donde algunos creen portarse
con mucha amabilidad y cariño, pero en realidad les están dando un trato
distinto, un trato de condescendencia, o paternalista.
La mayoría de los mayores, que son
jubilados activos y que siguen con la misma cabeza inteligente, se sienten algo
diferentes, discriminados por la sociedad en la que hasta el momento han estado
integrados de pleno derecho. Esto conlleva el que la comunicación
sea más complicada, ya que a veces hay que hacer un esfuerzo para hacerse
escuchar, o al comunicarse verbalmente, puesto que la persona se da
perfectamente cuenta de la situación y del trato que recibe. Hay que decir que muchos medios de
comunicación no han ayudado mucho.
Steiner decía que “ lo que no se nombra, no existe”. Y ahora es:
lo que no se ve en la tele, no existe. Los medios son los que crean la
opinión pública desde la hiperrealidad, que no es más que un simulacro de una
realidad que se desvanece en las imágenes digitales. Como dijo Baudrillard: “
La guerra del Golfo no tendrá lugar”. Y así fue, en cierto modo, porque no la
"vimos".
En la hiperrealidad los mayores no
existen, no se habla de ellos. Pero en la realidad los mayores son una mayoría
cuantitativa muy activa, debido al envejecimiento de la población y a la mayor
esperanza de vida. Es la nube digital ,y la imagen
producida por los medios, las que forjan los imaginarios sociales, y las
realidades percibidas. Hay que leer entre líneas, pararse a
pensar en la realidad, reflexionar sobre el contenido de lo que vemos o nos
dicen. No destruyamos la capacidad de pensar de forma abstracta, hablemos con
los mayores, escuchémosles, y tratémosles como hasta ahora lo hemos hecho, sin
cambiar el "chip". La comunicación con las personas
mayores debe ser bidireccional, “ de tú a tú “, aportando mutuamente los
conocimientos e ideas sin tener en cuenta la edad.
Las personas mayores tienen mucho que
comunicar, y deben ser escuchadas, no con paternalismo y con displicencia como
si se les hiciera un favor, y con sensación de pérdida de tiempo, o como quien
dialoga con un niño o una persona que por su edad más avanzada que su
interlocutor más joven tuviera mermadas sus facultades mentales. Hoy por hoy y como los tiempos han
cambiado y mucho para la tercera edad, la realidad pone de manifiesto que éste
grupo de población tiene mucho que decir, y se ha hecho un hueco en la
sociedad, y está acaparando cierto protagonismo en determinadas áreas. El modelo de anciano que pasa las
horas viendo obras, o sentado en el sofá viendo la televisión, no se
corresponde en absoluto con la realidad de hoy, donde los mayores han dejado de
ser el referente a seguir por las nuevas generaciones. Adultos con años pero cargados de
fortaleza, ganas de vivir, de aprender y de ayudar. Cada vez son más los
mayores que en el momento de jubilarse optan por invertir su tiempo en todo
tipo de actividades, aficiones, estudios, e incluso desarrollar tareas de
voluntariado debido a que ahora pueden disponer del tiempo necesario que
dedicarles y del que antes no pudieron disponer.
Las personas y la sociedad tenemos
que adaptarnos a éste envejecimiento activo. No podemos desaprovechar la
oportunidad que tenemos de intentar sustentar los cuatro pilares del
envejecimiento activo: salud, seguridad, participación, e
intergeneracionalidad, optimizando las oportunidades de comunicación de manera
que todas las personas seamos partícipes de una forma activa en la sociedad. Quizás nos debamos plantear que en
lugar de querer que nos vendan “cacharros para viejos”, nos “vendan” respeto, y
confiar en que la ciudadanía no perciba a los mayores como “mayores” que ya no
están en nuestra onda y que sólo nos sirven para echar una mano en el cuidado
de los nietos, como se ha podido leer en un artículo de un dominical.
Dicen dos profesores de 70 y 71
años, jubilados y abuelos: “echan mano
de nosotros sólo cuando nos necesitan, si los abuelos nos declarásemos en
huelga, se organizaría un caos social”.
Vemos que el día a día se mantiene, en gran parte, porque muchos de
ellos están ahí apoyando con su tiempo, emocionalmente, e incluso
económicamente.
Estas personas juegan un papel
decisivo, no sólo afectivo, sino también como transmisores de valores, y tienen
mucho que decir y,... por qué no?... enseñar.
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