El cerebro constituye el elemento anatómico más peculiar de nuestra especie. A pesar de todos los progresos logrados durante el último
siglo, su complejidad es causa de análisis continuo por parte de diversas
especialidades.
Conocer los procesos que han
moldeado nuestro cerebro a la largo de la evolución reviste una gran utilidad a
la hora de formular hipótesis sobre su funcionamiento y su organización, así
como sobre sus posibilidades y límites.
El cerebro es el órgano
operativo más complejo que conocemos. Es también el más característico de los
primates en general y nuestra especie en particular.
Sin embargo, aún ignoramos
los procesos cerebrales a partir de los cuales emerge la mente. Los términos
cognición e inteligencia siguen resultando difíciles de definir, y los intentos
por cuantificar y describir sus variaciones se han mostrado tan necesarios y
útiles como poco resolutivos.
Sólo un enfoque multidisciplinar
puede ofrecer hipótesis completas e interesantes. Los neuro-anatomistas
estudian los rasgos que diferencian a unas especies actuales de otras, y la
bioquímica y biología molecular investigan los aspectos fisiológicos y
genéticos de los procesos neuronales. La neurocirugía y la neurología revisten
una importancia fundamental a la hora de anclar todo ese conjunto a la
observación clínica, y durante los últimos años, también la psicología y la
psiquiatría han realizado grandes aportaciones.
Gracias a la integración de
todas esas disciplinas, se ha generado nuevos campos de investigación.
El cerebro humano moderno
posee una forma particularmente esférica, debido sobre todo a la geometría de
sus áreas parietales que resulta exclusiva de nuestra especie. Esa forma
aparece como consecuencia de un proceso morfogenético muy temprano en la vida
del individuo, próximo al nacimiento.
En los humanos modernos, el
cambio en las proporciones parietales reviste una magnitud tal como para
afectar a la geometría del cerebro en su conjunto.
Los aspectos cognitivos que
podemos asociar a las áreas parietales más profundas se hallan vinculadas a
nuestra capacidad de simulación. A partir de la interacción entre la vista y
las actividades manuales, estas regiones representan una interfaz entre el
mundo externo y el interno. Generan un sistema de
coordenadas exterior, y otro del
individuo que componen un “espacio virtual” en el que entre otras cosas, pueden
realizarse “experimentos mentales”.
Otras áreas parietales
desempeñan también un papel en la integración de la memoria y el lenguaje, así
como en las facultades de cálculo.
Las áreas parietales
superiores y las intraparietales, se encuentran conectadas con las zonas
frontales, lo que ha dado pie a teorías frontoparietales sobre la evolución de
la inteligencia. Las mismas regiones se han asociado a patrones de integración
cerebral (esquemas de correlación entre estructuras anatómicas) y puede que se
relacionen asimismo con la velocidad mental.
En el pasado, se daba por
sentado que a cada región cerebral, debía corresponderle un aspecto cognitivo.
Hoy sabemos que aunque existen áreas cerebrales especializadas en funciones
concretas, los procesos cognitivos se basan en la integración de varias redes
neuronales, por lo que tampoco hay que ser muy rígidos a la hora de asociar
funciones cognitivas a zonas cerebrales específicas.
Los investigadores han
evaluado la estimulación cognitiva, así como la cantidad de depósitos de
proteína ( placas “beta-amiloides”) que sus células tenían. Los resultados de
esta investigación parecen demostrar que cuanto mayor es la estimulación
cognitiva, menores son las cantidades de depósitos de proteína, considerada la
principal causante del Alzhéimer.
Los estudios han puesto de
manifiesto que estas actividades cognitivas son más efectivas cuanto más se
prolonguen en la vida de las personas. Es decir, aparecen placas que dañan la
sinapsis, y hace que los neurotransmisores no funcionen, bloqueando las señales
químicas de una neurona al punto de recepción de otra neurona. En una palabra,
los neurotransmisores no funcionan porque dichas placas amiloides lo impiden.
Entre uno y
cinco años antes del diagnóstico, aparece una proteína (“mala”) llamada “tau”
dentro de las neuronas, por lo que éstas empiezan a actuar mal, se desintegran,
y el cerebro se retrae y se llena de “huecos”.
En concreto, la estimulación
cognitiva tendrá un mayor impacto en la prevención del envejecimiento
patológico si empieza alrededor de los 30 o 40 años de edad, y se mantiene toda
la vida. En este sentido, las evidencias científicas son muy claras al
recomendar cierta precocidad en el desarrollo de estilos de vida saludables
para garantizar que el cuidado del cerebro sea tan importante como la
constancia en la prevención del envejecimiento cerebral patológico.
La estimulación cognitiva es
la creación de nuevas conexiones neuronales, o la consolidación de redes ya
existentes entre distintas neuronas.
Si bien está demostrado que
la estimulación cognitiva puede crear nuevas conexiones en el cerebro, el hecho
de que una persona haga por ejemplo crucigramas o ejercicios memorísticos todos
los días, o practique tres horas diarias con ejercicios de ordenador, no
implica que verdaderamente esté estimulando su cerebro.
El cerebro tiene ocho
funciones, y es importante trabajarlas todas. Hay que ejercitar cada función
por separado, no hay ejercicios que valen para todas, son específicos. Las ocho funciones son:
-Orientación espacial
-Memoria inmediata.
-Habla expresiva.
-Memoria lógica.
-Comprensión de textos e
imágenes.
-Habla receptiva.
-Actividad intelectual.
-Percepción visual.
Solo si los problemas que
plantean los ejercicios conectan con las inquietudes, intereses o realidades a
las que se tiene que enfrentar el individuo, estimularán su cerebro.
La consolidación de nuevas
conexiones neuronales es especialmente beneficiosa si se cumplen tres
condiciones: las tareas son novedosas,
moderadamente desafiantes, y significativas para el individuo.
Si una actividad cognitiva
no reúne estas tres condiciones, probablemente su cerebro ponga en marcha el
piloto automático para realizarla, dejando de estimular las conexiones
sinápticas que favorecen el aumento de la reserva cognitiva.
Desarrollar unos hábitos de
vida neuro-saludables es sin lugar a dudas mucho más beneficioso para un
cerebro que realizar ejercicios de dudosa efectividad. Un estilo de vista
estimulante desde el punto de vista cognitivo, no solo promueve la salud
cerebral, sino que además favorece la salud general, el bienestar emocional y
las relaciones sociales.
El estilo de vida adecuado
se basa en dos principios básicos: el desarrollo de habilidades a lo largo de
toda la vida, y el mantenimiento durante todo ese tiempo de una vida
absolutamente activa. Una vida que garantice también el relacionarse
socialmente, realizar ejercicio físico y estimular nuestra cognición, aparte de
cumplir con las responsabilidades domésticas, económicas, afectivas y de salud,
para ser capaz de llevar una existencia independiente y autónoma.
Ciertos análisis recientes
llevados a cabo mediante técnicas de formación de imágenes han revelado algo
bastante sorprendente: en el cerebro de una persona tumbada sin hacer nada, se
está llevando a cabo una cantidad notable de actividad cerebral. Cuando nuestra
mente se encuentra en reposo (sentados en un sillón, dormidos, o anestesiados), ciertas
áreas dispersas del cerebro, mantienen una interacción. La energía consumida
durante ese incesante intercambio de mensajes, se ha denominado, modo operativo
por defecto del cerebro.
Para comprender el modo
operativo por defecto del cerebro, ha resultado clave el descubrimiento de un
sistema desconocido al que se ha denominado red neuronal por defecto (RND).
Se investiga cual sería el
papel exacto de la RND a la hora de organizar la actividad neuronal. Cabe la
posibilidad de que orqueste el modo en que el cerebro organiza los recuerdos y
diversos sistemas que necesiten preparación ante futuros sucesos.
Parece que puede desempeñar
un papel crucial en la sincronización de todas las regiones del cerebro. Se cree que la RND se comporta de forma
parecida a un director de orquesta, emitiendo señales de sincronización, a
imagen del director de orquesta que agita su batuta para coordinar la actividad
entre las diferentes regiones del cerebro. Probablemente, tal sincronización
(entre las regiones visual y auditiva del córtex, por ejemplo), asegura que
todas las regiones del cerebro se hallen listas para reaccionar de forma
concentrada entre los estímulos.
Este tipo de investigaciones
ya ha arrojado cierta luz sobre determinadas patologías. Se han descubierto
alteraciones en las conexiones entre
células cerebrales de las regiones de la
RND de pacientes con Alzhéimer, depresión, autismo o incluso esquizofrenia. De
hecho, es posible que algún día el Alzhéimer se tipifique entre las
enfermedades de la RND. Una proyección de las regiones cerebrales afectadas por
el Alzhéimer, coincide nítidamente con el mapa de las áreas que constituyen la
RND.
El cerebro es nuestro órgano
más precioso. Su complejidad es única en el mundo natural y nos permite no solo
pensar, sino también tener una identidad, cuidar de nuestro cuerpo, amar y
sentirnos amados, hacer cosas por los demás, desear, plantearnos nuevos retos y
alcanzar casi cualquier meta que nos propongamos.
Durante mucho tiempo los
neurólogos creían que los circuitos del cerebro se desconectaban cuando una
persona se hallaba en reposo. Sin embargo, los estudios de neuroimagen, han
demostrado que hay un nivel persistente de actividad basal.
Las personas deben
desarrollar hábitos de vida
neurosaludables, lo cual es por el momento, sin duda, la única prevención
adecuada para aliviar y prevenir el deterioro cerebral y tener un buen
envejecimiento activo.
(Basado en un trabajo de
N.B.)
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