La situación mundial no permite precisiones sobre su evolución, porque cambiarán otros paradigmas no previstos actualmente: no se sabe dónde nos lleva el futuro. Pero sí se puede hablar de posibles cambios globales para las próximas décadas.
Parece que las soberanías nacionales
se verán debilitadas por la globalización, las migraciones, y la urbanización
mundial.
Difícil decir algo clave: si las
tecnologías de comunicación, el “ciudadano conectado”, y su virtualidad,
permitirán un mejor y mayor control del poder, forzando su transparencia y
posibilitando una democracia más participativa, o todo lo contrario, es decir, facilitará
un mayor control del individuo por parte de Leviatán. Esa lucha se empieza a
dar ahora, pero durará.
El individuo se vuelve más frágil en temas
vitales tales como el oligopolio de la energía, los alimentos, el agua, la
sanidad, la educación, y la cobertura de su vejez, con el Estado del bienestar absolutamente
cercado y amenazado en Europa por el neoliberalismo. No olvidemos que la
economía se mueve desde la demanda, y no desde la restricción y la desigualdad.
La globalización expandirá la
ideología liberal, pero parece que necesitará combinarse con otros valores más
tradicionales, surgiendo nuevas ideologías y valores, pero es poco probable que se
alcance la uniformidad ideológica, y será complicado alcanzar consensos para
gestionar retos globales.
El mundo no tendrá una
potencia hegemónica, será multipolar, con varios centros de poder. El “imperio”
desaparecerá, se volverá más abierto y caótico. Y la gestión global será imprescindible,
pero mucho más compleja. La geopolítica se va a complicar.
El mundo es paradójico en éste
momento. El individuo parece más fuerte, Internet multiplica su
capacidad de actuación, pero debilita su identidad, y los retos de la humanidad
sólo podrán gestionarse globalmente, por organizaciones como el Estado, pero no
está claro a qué escala. El gobierno mundial sería bueno para controlar la globalización
financiera, pero la tecnología evoluciona más rápido que la antropología, y no
parece posible de “momento”, para bien o para mal. Las culturas son muy tercas,
y el ser humano es muy territorial, aunque de eso se aprovechan unas pocas
empresas globales.
Lo transcultural y global requiere una ética transcultural,
que sólo se ve posible en la evolución de los Derechos Humanos en el planeta.
Nuevos poderes surgirán, y
controlarán al individuo utilizando la tecnología: el Gran Hermano del 1984 de Orwell puede estar
cerca, y el monopolio del estado en la utilización de la fuerza, según Weber,
no sabemos dónde acabará llegando, o en qué forma y manera.
Enorme problema el de controlar el
poder y garantizar los derechos y las libertades.
Con respecto a la liberalización de los
mercados, la ausencia de regulaciones y de estado, no la arregla la mano
“invisible” del mercado: es muy visible y dura, y sólo arregla lo que se pude
pagar con dinero: es la mano del más fuerte, y sus amigos y aliados.
El pensamiento crítico se hace más
necesario que nunca frente al pensamiento único. Recordando las palabras de
Ignacio Ellacuría, se hace más preciso que nunca “Cargar con la realidad, y encargar la
realidad”. Si no, otros lo harán por nosotros.
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