Se trata aquí de exponer brevemente las principales características del desarrollo
evolutivo de una persona adulta.
La pareja.-
El apego que se produce en nosotros
en la primera infancia nos influye durante toda la vida, y por supuesto en la
relación de pareja, donde se produce apego mutuo materializado en afecto, lo
que proporciona a su vez seguridad.
El amor efectivo supone pasión,
intimidad, y compromiso. Construir una verdadera relación en la que se pueda
hablar de “nosotros” es un proceso lento, tras una atracción inicial. El
mantenimiento de la relación exige percepción de equidad, porque lo contrario lleva a la pareja a un problema
de deterioro, y puded llevar al fin de la relación.
La estabilidad de la pareja requiere
confianza mutua, empatía, mutuo acuerdo (también en temas económicos),
comunicación afectiva (y para la resolución de problemas), y satisfacción
sexual.
La pareja constituye uno de los
modelos de familia actualmente vigentes, siendo la familia esencial para
construir vínculos afectivos, personas adultas, afrontar retos, asumir
responsabilidades y compromisos, servir de espacio de encuentro
intergeneracional, y actuar como apoyo en las diversas transiciones vitales.
Maternidad/Paternidad.-
En este rol aparecen como terceros
los hijos, como personas dependientes, cambiando el autoconcepto de los adultos
que forman la pareja en una experiencia de desarrollo personal y transición de
roles.
La llegada del hijo introduce nuevas
demandas y riesgos, que una vez superados, aumentan el grado de madurez y
equilibrio de la pareja, y su satisfacción. Los hijos influyen en la
responsabilidad y estabilidad de la pareja, así como en su intimidad,
desarrollando nuevos vínculos con los hijos, que necesitan ser cuidados y
atendidos. La maternidad/peternidad supone para la pareja nuevas demandas y
cambios en su relación y hábitos, y puede acarrear costes emocionales.
Repercute en la identidad, autoconcepto, y autoestima, y requiere adoptar de
forma consensuada roles de género y división de tareas, pero también puede
suponer una fuente de conflicto en la crianza de los hijos.
Separación/Divorcio.-
Con el tiempo se puede producir en la
pareja una pérdida de intimidad, aprecio, y amor, llegando a la desilusión y al
desafecto. Si pierde el apego emocional hay una sensación creciente de apatía,
indiferencia y alejamiento, y los sentimientos positivos se pueden transformar
en negativos. Múltiples áreas sensibles se ven afectadas.
En el proceso de separación es
importante actuar de forma planificada, que evite sufrimiento inútil, durante
el predivorcio mediante un análisis de los resultados, en el divorcio
propiamente dicho minimizando las fuentes de estrés, y en el postdivorcio
esforzándose durante un periodo de adaptación a la nueva situación, haciendo
frente a los nuevos problemas prácticos, y dando libertad al otro para permitir
que viva al margen de lo que fue la pareja.
Síndrome del nido vacío.-
Se produce coincidiendo con la
emancipación de los hijos y por supuesto no representa el fin de la
maternidad/paternidad. Depende mucho de las expectativas y actividades que
hayan tenido cada uno de los cónyuges hasta ese momento. Requiere cuidar sentimientos
negativos, depresivos, o actitudes manipuladoras. Es una oportunidad de
reencuentro y crecimiento personal para la pareja, que puede compartir,
manifestar, distinguir, potenciar, retomar y reconocer los aspectos positivos
que en esta etapa se abren, con fantasía e ilusión.
Abuelidad.-
El rol de los abuelos tiene una
dimensión formal y otra de diversión y disfrute como madre y padre
sustitutos. Este rol es variable según
la edad, género, cultura y actitud de los padres y de los abuelos.
La relación intergeneracional entre
padres mayores e hijos, tiene una dimensión asociativa basada en la
comunicación con frecuentes interacciones, y otra dimensión afectiva con altos
niveles de afecto, que puede disminuir en el tiempo, entre otras cosas en función
de la salud.
Esta relación intergeneracional tiene
una dimensión de consenso, otra dimensión funcional o de ayuda, y otra
dimensión normativa para cumplir requisitos administrativos o legales.
Viudedad.-
Cambio vital muy dramático por la
pérdida de la pareja. Supone un proceso de duelo irreversible. La viudedad
requiere ser afrontada reconociendo el suceso, desvinculándose de los lazos,
con un olvido relativo, y un nuevo reencuentro o vuelta a una nueva normalidad.
La adaptación al estado de viudedad
varía mucho según la edad, el género y la salud. En esta etapa o rol se ven
afectadas la identidad, la autosuficiencia y los ingresos económicos, y se
requiere de redes sociales de apoyo.
Empleo/Desempleo.-
El trabajo es fuente de ingresos,
elemento organizador importante de nuestra existencia, fuente de valoración
social, autoestima y experiencias emocionales.
Procede mencionar aquí que la
elección profesional es una decisión
trascendental en la vida, que debe llevarse a cabo en función de motivaciones fudamentales
de tipo vocacional, identitario, de autoestima, y de autorrealización personal,
y por supuesto, para cubrir nuestras necesidades.
El desempleo es una conmoción vital.
Primeramente se intenta minimizar el problema, hasta tomar conciencia de su seriedad,
y evitar caer en la desesperanza.
Puede tener secuelas fisiológicas,
psicológicas y psicosociales. La pérdida del empleo afecta a la imagen, a la
condición física, a la salud, a los recursos económicos, y a las habilidades
personales, y genera tal estrés que requiere apoyo social o profesional. Para
afrontarlo, es necesario comprender los hechos y sus causas, intentar prever, y
prepararse para otras posibilidades en función de los factores personales de
cada uno, requiriendo flexibilidad personal para nuevas experiencias.
Jubilación.-
Este rol varía mucho según ciertas
condiciones como la salud física, el
nivel económico, la necesidad de realización personal en el trabajo, y
el género. La etapa de prejubilación suele estar llena de expectativas. La
jubilación propiamente dicha, tiene una fase de “luna de miel”, con deseos
nuevos, otra de rutina, y otra de relax y desconexión, pero puede acabar en el
desencanto por incumplirse las fantasías que se tenían sobre el tema.
Requiere reorientarse de forma
realista en esta nueva etapa para afrontar la rutina adaptándose de forma
consciente a las capacidades y limitaciones.
Muerte.-
La muerte tiene facetas: fisiológica, clínica, sociológica, y psíquica.
Según los criterios vigentes
normalmente admitidos, se define la muerte como el cese permanente de las
funciones cerebrales, con ausencia de movimiento, respiración, reflejos,
electroencefalograma plano, y ausencia de circulación cerebral tanto de aflujo
como interna.
La idea de la muerte va variando a lo
largo de la vida, pasando de la curiosidad, temporalidad, y reversibilidad, a
la irreversibilidad y permanencia, como acontecimiento inevitable y universal
que afecta también a nuestros seres próximos, y a nosotros mismos, buscándole
sentido (de la misma forma que se le da un sentido a la vida).
El afrontamiento de la muerte recorre
las fases de : negación, ira, negociación o regateo, depresión, y aceptación.
Hay reminiscencia de recuerdos que
pueden ser: integradores, instrumentales reafrontando el pasado, escapistas
glorificando el pasado, obsesivos o culpabilizadores, transmisores (herencia,
cultura, conocimiento), y narrativos (asépticos y descriptivos).
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