El espacio urbano no es el resultado de una determinada morfología predispuesta por el proyecto urbanístico; sino de una dialéctica ininterrumpidamente renovada y autoadministrada de miradas y exposiciones.
Ignorándolo casi siempre, los
urbanistas trabajan a partir de la pretensión de que pueden determinar el
sentido de la ciudad a través de dispositivos que dotan de coherencia a
conjuntos espaciales altamente complejos.
La empresa que asume el proyectista es
la de trabajar a partir de un espacio esencialmente representado, o más bien,
concebido, que se opone a las otras formas de espacialidad que caracterizan la
labor de la sociedad urbana sobre sí misma: espacio percibido, practicado,
vivido, usado, ensoñado…
Su pretensión: mutar lo oscuro por
algo más claro.
Delgado, M. Sociedades movedizas. Pasos hacia una antropología de las calles, 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario