Las afirmaciones de valor no son
científicas, sino emotivas. Los conceptos éticos fundamentales son
inanalizables, puesto que no existe ningún criterio mediante el cual pueda probarse la validez de
los juicios en que aparecen.
Al decir que un cierto tipo de acción
es bueno o malo, no estoy haciendo ninguna declaración factual, ni siquiera una
declaración de mi propio estado de ánimo. Simplemente, estoy expresando ciertos
sentimientos morales. De modo que está claro que carece de sentido preguntar
quién de nosotros tiene razón. Porque ninguno de nosotros está manteniendo una
proposición auténtica. Por lo tanto, no son ni verdaderas ni falsas. Son, en
parte, expresiones de sentimiento, y, en parte, mandatos.
Pero en todos los casos en que podría
decirse que alguien está haciendo un juicio ético, la función de la palabra
ética correspondiente es puramente emotiva. Es habitual expresar sentimientos
acerca de determinados objetos, pero no hacer ninguna afirmación acerca de
ellos.
Vale la pena aclarar que los términos
éticos no sirven sólo para expresar sentimientos. Están calculados también para
provocar sentimientos, y para estimular así a la acción. En realidad, algunos
de ellos se utilizan de tal modo que dan a las oraciones en que aparecen el
efecto de mandamientos.
En realidad, podemos definir la
significación de las diversas palabras éticas, en términos de los diferentes
sentimientos que generalmente se consideran que expresan y también de las
respuestas para cuya provocación están calculadas.
Ahora podemos ver por qué es posible
encontrar un criterio para determinar la validez de los juicios éticos. No es
porque tengan una validez absoluta, misteriosamente independiente de la
experiencia sensorial ordinaria, sino porque no tienen validez objetiva de
ninguna clase. Si una oración no hace ninguna declaración, carece de sentido
evidentemente preguntar si lo que se dice es verdadero o falso. Y hemos visto
que las oraciones que sólo expresan juicios morales no dicen nada. Son puras
expresiones de sentimientos, y como tales, no corresponden a la categoría de
verdad y de falsedad. Son inverificables, por la misma razón que es
inverificable un grito de dolor o una palabra de mando, porque no expresan
auténticas proposiciones. Sencillamente, estamos evidenciando sentimientos, lo
cual no es, en absoluto, lo mismo que decir que los tengamos.
Alfred J. Ayer (1910-1989). Lenguaje,
verdad y lógica, cap. 6
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