Donde reina el amor no existe voluntad de poder, y donde el poder tiene la primacía, ahí falta el amor. Uno es la sombrea del otro. Para quien posea el punto de vista del amor, su opuesto compensador será la voluntad de poder. Pero para quien afirma el poder, su compensación será el Eros. (…)
Ahora bien, la relación humana, al
contrario que las discusiones y acuerdos objetivos, pasa precisamente por lo
anímico, ese reino intermedio que se extiende desde el mundo de los sentidos y
de los afectos hasta el intelecto y que contiene algo de ambos sin perder por
ello nada de su peculiar característica. (…)
El Logos es solamente ideal cuando
contiene al Eros, de lo contrario, el Logos no es en absoluto dinámico. Un
hombre que es solamente Logos puede que posea un intelecto muy fino, pero no es
otra cosa que un seco racionalismo. Y el Eros que no posee Logos jamás
comprende, ahí no hay más que vinculación ciega. Tales personas pueden estar
vinculadas a cualquier cosa, pero en todo el asunto no hay nada, está
completamente vacío. (…)
La discusión del tema sexual no es
más que un comienzo un tanto tosco de una cuestión más profunda, ante cuya
importancia palidece. Se trata de la cuestión de la relación anímica entre los
sexos. Con ella entramos en el verdadero dominio de la mujer. Su psicología se
fundamenta en el principio del Eros, el gran vinculador y desligador, mientras
que al hombre siempre se le atribute el Logos como principio. En el lenguaje
moderno podría expresarse el concepto Eros como relación anímica y el Logos
como interés objetivo. (…)
El erotismo pertenece, por un lado, a
la naturaleza animal originaria del ser humano. Por otro lado, se encuentra
emparentado con las formas más altas del espíritu. Pero solamente florece
cuando el espíritu y el instinto se encuentran en verdadera armonía. Si carece
de uno u otro aspecto, entonces se produce un daño o, por lo menos, una
unilateralidad sin equilibrio que se desliza fácilmente hacia lo patológico.
Demasiada animalidad desfigura al ser
humano cultural, demasiada cultura crea animales enfermos. Este dilema revela
toda la inseguridad que implica el erotismo para las personas. El erotismo es
una superpotencia que, al igual que la naturaleza, se deja dominar y utilizar
como si fuese impotente. Pero el intento de
triunfar sobre la naturaleza es algo que se paga caro. La naturaleza no
precisa de declaraciones de principios, sino que se satisface con tolerancia y
la medida justa.
Uno/a jamás se libera del erotismo, y
si lo hace es para su propio perjuicio. No representa toda nuestra naturaleza,
pero sí uno de sus aspectos centrales.
(Carl Gustav Jung, 1875-1961)
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