Hay dos cuestiones fundamentales que no puede contestar la ciencia.
La primera cuestión es por qué hay algo en vez de nada. Es decir, no cómo ni cuándo, sino por qué surgió y existe el Universo.
Esta cuestión no es respondible por
la filosofía, o sea, por la razón humana. Su respuesta está fuera de nuestra
realidad alcanzable y observable.
La respuesta viene necesariamente de una
creencia religiosa, por tanto asunto de fe, o una declaración agnóstica, como
el azar. Pero no lo sabemos, ni lo podemos
saber.
La segunda cuestión es qué es bueno,
y por qué es mejor lo bueno que lo malo.
Una respuesta objetiva a esta segunda
cuestión, lejos de ser evidente, es inexistente fuera de una moral religiosa. Puede
ser deducida de la propia naturaleza humana, por lo cual no es objetiva, sino
función de la corporalidad, la emocionalidad, y la razón-pensamiento-lenguaje
humanos.
La respuesta no religiosa y subjetiva
a esta cuestión es objeto de la filosofía moral, o ética, por tanto fruto de la
razón humana.
La ética humana universal son los
Derechos Humanos. Dichos Derechos Humanos precisan de garantías para ser
derechos, y no meras declaraciones, lo que los convierte en valores.
La única respuesta válida es la aceptación
universal de la dignidad humana de todos y cada uno de los seres humanos por
igual, y el universal deseo de ser felices y evitar el sufrimiento.
Kant definió la Ilustración como el
fin de la culpable minoría de edad de la Humanidad. Pero sin Dios, sin
religiones, sin mitologías, el ser humano queda atrapado en su biología por las
leyes de la naturaleza, las cuales podemos conocer mediante la ciencia y la
razón, ejercicio del cerebro humano, pero con los límites de una realidad observable
discutiblemente objetiva.
Según la razón, venimos de la nada
por azar: somos fruto de la genética, las circunstancias y la voluntad, y volvemos
a la nada. Las creencias religiosas permiten responder a la cuestión de modo
diferente. Son fruto de nuestros imaginarios personales y colectivos, no
demostrables, pero impregnan nuestras culturas.
No es lo mismo creer que saber. Aunque
lo que podamos saber sea limitado y revisable.
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