La vida tiene etapas, hitos relevantes.
Los “ritos de tránsito” marcan antropológicamente el paso de unos a otros. Uno
de ellos es la jubilación. Esta etapa de la vida es decisiva, por los cambios
de contenido activo y de roles sociales que comporta. Y frecuentemente se confunde
con inactividad y vejez, lo cual está muy lejos de ser cierto hoy en día. Dicho
hito apareja muchas oportunidades, pero también serios obstáculos vitales a las
personas afectadas. Normalmente se relaciona con la inactividad, o por lo menos
un estado de cuasi-ociosidad, en el mal sentido, y como mucho, de oportunidad
para actividades secundarias y aficiones, sin gran impacto personal, y menos
aún social. Pero esto no es cierto, no sé si lo ha sido alguna vez en el
pasado, supongo que depende de cada persona, pero hoy en día no lo es en
términos generales.
Y quien ha tenido la oportunidad de volver a la
Universidad, se da cuenta de que superados ciertos obstáculos, esta etapa de la
vida es propicia para el desarrollo y el crecimiento personales. Muchos
estereotipos mentales cambian tras un período de reflexión, y una adecuada
comprensión de los hechos, abriendo con ello la posibilidad a nuevas acciones.
Pues según nos dice Freire, según sea la naturaleza de la comprensión humana de
una situación, así será la naturaleza de la acción reactiva subsiguiente.
La vida de las personas se basa en
pilares fundamentales que le dan sentido,
estando normalmente localizados en distintas áreas vitales, como por
ejemplo el trabajo, la familia, las amistades, las aficiones… Ocurre
frecuentemente que el “tamaño” de esos pilares varía en cada persona,
ocurriendo frecuentemente que el del trabajo sea el mayor, y quite espacio
vital a todos los demás. En este caso, la llegada de la jubilación presenta la necesidad
de un reordenamiento de intereses vitales.
Naturalmente eso depende de los tipos
y naturalezas de los trabajos que se hayan ejercido. Algunos tipos de trabajo,
sobre todo los de carácter rutinario originan un menor apego, y en este caso la
jubilación puede sentirla la persona como una liberación. Otros trabajos, de
diferente naturaleza, pueden suponer algo muy diferente a este respecto.
Cuando se ha venido ejerciendo un
trabajo de naturaleza intelectual o de alta profesionalidad, con
responsabilidades sociales y económicas, y con alto nivel de relación
interpersonal, afrontar el retiro puede ser
más problemático. Verdad es que la gravedad de la crisis que nos está
tocando vivir hace que muchas personas deban elegir entre continuar trabajando
conforme a su compromiso con una entidad, o su identificación con los valores
de un proyecto determinado, o dar prioridad a su salud y a su familia, y
finalizar un determinado mandato, no renovándolo, o incluso adelantando la
jubilación. En estos casos la jubilación se convierte en una decisión personal,
frecuentemente nada fácil, y sometida a presiones privadas o públicas en uno u
otro sentido.
Siendo todo esto así, es indudable
que la jubilación presenta en primera instancia unos efectos muy beneficiosos,
en el ámbito de la salud, por ejemplo, aunque no siempre, puesto que se dan
casos de cuadros depresivos relativamente frecuentes. Pero asimismo pueden
aparecer con la jubilación efectos secundarios más o menos inesperados, sobre
todo si dicha jubilación no ha podido ser preparada o prevista con tiempo y
conocimiento suficientes.
Entre éstos efectos secundarios
frecuentemente inesperados, se encuentran la ruptura con las redes sociales
habituales, con los vínculos personales que el trabajo origina, y la necesidad
de reequilibrar nuevamente los pilares antes mencionados que dan sentido a
nuestra vida : familia, trabajo, amigos, y aficiones. Por no mencionar en
ciertos casos los efectos psicológicos que implica la pérdida de poder, así
como la costumbre del mando. Podríamos mencionar a éste respecto la necesidad
de superar una fase de “desadicción” al trabajo reglado, que puede llevar desde
varios meses hasta un año más o menos. Es aquí donde entra en juego, con un
papel importante, el ocio creativo. Es necesario buscar un nuevo sentido a la
vida, basado en uno mismo, y no tanto en el deber, ocupando el repentinamente
abundante tiempo libre en un ocio creativo, que incluye nuevas redes sociales.
Pensadores muy relevantes tocaron ya
el tema que hoy nos ocupa, como por ejemplo Michel de Montaigne, pensador y
escritor francés del siglo XVI, y Bertrand Russell , filósofo y pensador inglés
del siglo XX, y Premio Nobel.
Russell en su “Elogio de la
ociosidad”, en el que expuso sus
criterios sobre el erróneo enfoque del trabajo que tenía la sociedad de su
tiempo, y la importancia de la ociosidad como condición necesaria para llevar a
cabo tareas de formación y creación intelectuales, muy ligadas en su tiempo a la clase social de cada persona.
El caso de Montaigne es ciertamente
curioso y pedagógico a la vez. Su padre era terrateniente, y fue alcalde de
Burdeos en una época muy tumultuosa, lo
que le llevó al agotamiento. Todo esto lo vio y conoció su hijo Michel, quien
tras un esmerado proceso de formación ejerció también puestos y magistraturas
de responsabilidad, llegando asimismo a ser en su día también alcalde de
Burdeos, como su padre.
Pero Montaigne abandonó todos sus
cargos muchos años antes de su fallecimiento, y según él mismo mandó escribir
en una pared de su casa para celebrar esta ocasión, el motivo fue “dedicar su
vida a sí mismo y no al cumplimiento del deber”. A partir de entonces se dedicó
a administrar su patrimonio, a visitar y recibir las visitas de sus amigos, a
leer, y sobre todo a escribir. Como todo el mundo culto sabe, Montaigne es el
autor de “Essaies”, colección de ensayos que reunidos en un libro siguen siendo
hoy en día una de las cumbres del pensamiento personal y universal. En cierto
modo, Montaigne fue el primer “blogero”, (aunque no digital!), ya que escribió
ciento siete ensayos de distintos tamaños, con reflexiones personales sobre los
más diversos temas, a lo largo de sus
últimos veinte años de su vida.
Cuando hoy en día hablamos de ocio
creativo y redes sociales nuevas tras la jubilación, lo más normal suele ser
aumentar la dedicación a la familia, que suele verse incrementada por los
nietos, lo cual cambia los roles de sus componentes. De igual manera, se
renuevan los círculos de amistades o redes sociales naturales, recuperando con
ello actividades en común, y en la
naturaleza.
Y la utilización de un ocio creativo
y autotélico, para llevar a cabo nuevas o viejas aficiones, tales como la
lectura, los idiomas, la música, los viajes, la actividad física, y a veces la
introducción en redes sociales digitales, o la redacción de blogs, y por último,
pero quizás lo más importante, una nueva etapa de formación que nunca debería
acabar en nuestras vidas, frecuente y deseablemente en la Universidad.
La formación universitaria, cuando
hay oportunidad de salvar los obstáculos generacionales mediante la formación
reglada para personas mayores, es una oportunidad de oro para reestructurar
nuestra vida en esa nueva etapa de la vida. Efectivamente, ello implica
dedicación, curiosidad, y trabajo intelectual. Oportunidad dorada para recibir
nuevas informaciones, y comenzar nuevos períodos de reflexión sobre temas diversos,
según el gusto de cada uno, y aprender mediante el trabajo individual y de
equipo, lo cual es magnífico para aumentar el saber y continuar con el
crecimiento y desarrollo personales.
Bien es verdad que en esa etapa de la
vida, y si ya previamente se había adquirido una titulación universitaria, y
después de tantos años de trabajo, práctica y lectura personal, unos preferirán
realizar postgrados en su especialidad, mientras que otros verán más sano
vitalmente cambiar de “aires”, pasando de lo técnico-empresarial a las ciencias
sociales y humanas, por ejemplo. Es además la Universidad el ambiente más
adecuado para “socializar” con los compañeros, y de este modo ampliar nuestras
redes sociales, y realizar conjuntamente actividades de ocio creativo, placentero
y autotélico.
La música es otra gran oportunidad,
bien sea coral o instrumental, para aprender un poquito de lenguaje musical, y
ponerlo en práctica disfrutando de audiciones, ensayos, actuaciones, y viajes
musicales culturales.
Con todo lo expuesto anteriormente, un año de vida post-jubilación debería ser
suficiente para readaptarse, y continuar con el crecimiento y desarrollo
personal mediante las citadas actividades de ocio creativo, sintiéndose útil y
activo tanto física como mental, intelectual, social, y culturalmente.
En la actual situación de crisis, se
presentan además oportunidades extraordinariamente útiles para ejercer dicho
ocio creativo en actividades que sirvan de ayuda a los demás.
En relación con las percepciones que
la sociedad tiene de nosotros, es necesario superar muchas actitudes sociales
necias y paternalistas hacia los jubilados. Efectivamente, jubilarse no
significa detenerse humanamente. Es fundamental mantener la curiosidad intelectual, que en mi opinión
es la actitud que verdaderamente nos define como seres vivos, activos e
inteligentes. Para ello no hay límite temporal en la vida, si bien las
posibilidades físicas y mentales irán cambiando con la edad, según el caso de
cada uno, y de forma individual, con lo cual no es posible generalizar, sin
caer en estereotipos y prejuicios simplistas, o lugares comunes dolorosamente
inexactos para los colectivos afectados.
En esa etapa de la vida son de
especial utilidad para mantener esa actitud de curiosidad creativa y vital, el
trabajo intelectual, la actividad física, las relaciones con el entorno social,
el contacto, y los análisis de las realidades socio-económicas, manteniendo en
la medida de lo conveniente antiguos vínculos ex laborales, siendo para ello
oportunidades inmejorables las comidas, o cenas, u otras oportunidades
gastronómicas con antiguos compañeros.
Los seres humanos necesitamos el
apoyo psicológico de nuestros allegados. Pero la autoayuda es importante, y los
conocimientos personales de psicología positiva, inteligencia emocional, y
tanto la psicología como la sociología en general, vienen “al pelo” a este
respecto.
Obviamente, nuestra vida no empieza
ni acaba cuando nos jubilamos, más bien es un nuevo tipo de vida, en la que
sirve de mucho la formación y experiencia acumuladas en etapas anteriores. En
éste ámbito se incluyen, a modo de ejemplo: titulación, idiomas, relaciones,
viajes, cargos, experiencia, y actividades de comunicación, que tanto en la
empresa como en la sociedad previamente
hayamos podido ejercer.
Se trata más bien de transformar lo
anterior, pasando de ser aptitudes necesarias para cumplir con el deber, a ser
actividades de disfrute y bienestar personal y social, en el sentido que tiene la palabra autotélico:
un fin en sí mismo para cada uno de
nosotros.
El ocio creativo no solo incrementa
nuestra calidad de vida, tanto en sus aspectos objetivos como subjetivos, sino
que es un excelente antidepresivo que da sentido a la vida: para uno mismo, no
para cumplir un deber. En este sentido, los” Ensayos” de Montaigne no se deben de leer sólo para saber
más, sino para aprender a vivir.
Montaigne nos sirve como referente de
lucidez y autoanálisis. Las frases y citas escritas en las vigas, techos, y
paredes de su biblioteca, en la torre de su palacio, que utilizaba para ello, y
que hoy en día todavía se conservan, y es visitable, son una pequeña muestra de
ello, siendo su colección de ensayos la prueba principal.
Russell, es para nosotros otro
referente de lucidez y análisis del entorno, como pensador fundamental del
siglo XX, pacifista y fundador de la filosofía analítica, y Premio Nobel por la
“defensa de los ideales humanitarios y la libertad de pensamiento”.
Leyendo a ambos autores, nos
preguntamos, inevitablemente, ¿cómo nos podían conocer tanto y tan bien?… pues
porque todo lo fundamentalmente humano se repite siempre.
Hoy en día, la edad de jubilación es
muy variable, según los casos y personas. Y para el futuro es un gran interrogante.
En cualquier caso, es innegable el cambio de estatus que conlleva. Pero dicho esto, está muy lejos de ser un
carril de vía muerta. Obviamente las etapas de la vida avanzan inexorablemente,
pero nada más lejos de la verdad que el creer que el simple disfrute inactivo
vaya a dar sentido a las vidas de las personas, por lo menos, no a muchas. Es
ahí donde se abre un campo inmenso para el cambio de actividad, el Ocio
Creativo, dedicado a uno mismo y su familia, no ya al deber laboral, lo cual no
quiere decir que no se continúen teniendo deberes sociales. De hecho, las
actividades y procesos vitales descritos en este trabajo son útiles individual
y socialmente, y agradables o satisfactorios para cada persona en cuestión.
Valgan como testigos de excepción las vidas de los grandes pensadores
mencionados, y otras muchas de nuestro entorno personal, que sin duda conoce
cada uno de nosotros.
La vida es un continuo cambio vital,
todo fluye, y no debemos estancarnos, sino fluir con ella en un continuo
aprendizaje y desaprendizaje. Esto es necesario para optimizar nuestra personal
evolución corporal y mental, y hacerla compatible, en la medida de lo posible,
con el devenir social y económico, con el cambio de roles vitales y sociales
que ello implica, dando un nuevo sentido a la vida.
Excelente reflexión con la coincido plenamente. He disfrutado mucho leyéndola.
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