sábado, 28 de julio de 2012

Sobre minas de hierro, Fueros de Bizkaia, y canciones del Athletic Club de Bilbao.



Recientemente he tenido la oportunidad de ir a La Arboleda-Zugastieta,  Ayuntamiento de Trápaga, en Trapagarán, Bizkaia, dos veces en un mes.



Una de las veces subiendo hacia Peñas Negras, hasta llegar al mojón en que se juntan tres municipios mineros de Bizkaia: Ortuella, Galdámes, y Abanto-Zierbena (cuya pueblo capital es Gallarta).

En la primera excursión nos centramos en admirar el bello parque natural en que se ha convertido la antigua explotación a cielo abierto de mineral de hierro, ahora césped, lagunas, esculturas de hierro...precioso!. Hay que esforzarse un poco para imaginarse el trabajo de la enorme mina que allí hubo.



Ahora hasta hay un campo de golf cerca. Pero viendo el Museo de la Minería, y el funicular de La Reineta, o Triano, las ruinas del Hospital de Mineros que dirigió el Doctor Areilza, no es tan difícil de imaginar el pasado.



Al llegar, el pueblo estaba soleado, animado, y bonito. Un aperitivo, y a comer las famosas alubias en un restaurante de allí.





La segunda visita fue con unos amigos, y haciendo un poco de monte hasta Peñas Negras, y vuelta, comida incluida, dio para hablar algo más.

El hierro de Bizkaia, y del País Vasco en general, ha sido históricamente famoso desde la antiguedad clásica, y también en las edades media y moderna. A este respecto Shakespeare cita los "bilbos" refiriéndose a buenas armas de hierro vasco.

La producción tradicional de hierro en Euskal Herria, se realizaba en la ferrerías, llamadas "Oleak" en euskera, con discreta extracción de mineral, y empleando carbón vegetal, de madera, como medio de combustión. Fue la Revolución Industrial, (que dio origen al socialismo, y tras la abolición foral, que dio origen al nacionalismo), la que trae e implanta el alto horno, el carbón mineral (traído de fuera), y las grandes minas para explotar el mineral de hierro.

Los cambios políticos, económicos, productivos, y sociales fueron por supuesto enormes, y han perdurado hasta el desmantelamiento de la industria pesada de Bizkaia, a fines del siglo XX,  coincidiendo con el ingreso en la Unión Europea, lo que supuso impacto en muchos empleos, y la necesidad de cambiar de modelo urbano, y de modelo productivo de bienes y servicios, y también de formación  e innovación en el Gran Bilbao, es decir, villa de Bilbao y pueblos de las orillas del Ibaizabal-Nervión, principalmente.

La situación en el siglo XXI es la ya conocida, y que estamos viviendo actualmente: globalización, crisis financiera, y el modelo europeo,  cuestionando el estado del bienestar, el empleo, la democracia, y el modelo social, y en general los grandes poderes financieros imponiendo sus condiciones a gobiernos y estados. El capital, los bienes y servicios, y el trabajo-empleo, no se globalizan por igual. Y por supuesto, modelos económico-productivos que no han sido iguales según y donde, con las consecuencias que nos está tocando vivir. La gobernanza global se va imponiendo.

La minería moderna, la que se desarrolló en Euskal Herria durante la Revolución Industrial, tuvo su núcleo en los montes de Triano, en Bizkaia, de donde se extraía el hierro que alimentaba la gran industria vasca, y donde se dieron las condiciones socio-económicas que dieron lugar al nacimiento del movimiento obrero en el País Vasco. La llegada de trabajadores a las minas originó la creación de poblados como La Arboleda-Zugastieta, una barriada surgida en 1877 de la concentración de casas y barracones, muchas veces de madera.

Este barrio se convirtió en el principal núcleo habitado de toda la zona. Hoy es un barrio más de Trapagarán, pero conserva numerosos vestigios de su pasado minero: las minas a cielo abierto abandonadas, y el propio pueblo, aunque modernizado. Sin embargo, aún se conservan algunas de las casitas de madera que fueron cobijo del proletariado industrial.


La tradición foral secular de las provincias vascas, incluido el viejo reino de Navarra tras su invasión y anexión, fue respetado por la dinastía borbónica en su llegada al trono español, tras la Guerra de Sucesión, a principios del siglo XVIII, por haberse posicionado en su favor, cosa distinta de lo que ocurrió en Cataluña, que vio anulados sus Fueros con Felipe V, tras su llegada al trono en 1700.

Pero transcurrido el siglo XVIII, y tras la invasión napoleónica de principios del siglo XIX, como consecuencia de un proceso de intención histórico, y tras la Constitución de Cádiz de 1812, que no inflamaba los ánimos de los territorios forales igual que en otros, sino lo contrario, volvió el afán de abolición foral.

A la muerte de Fernando VII, su sucesión genera el comienzo de las guerras carlistas, entre los liberales, partidarios de su hija Isabel, y los carlistas partidarios de su hermano Carlos. Dichas guerras, con intervalos, duraron desde 1833 hasta 1876. En la primera guerra brilló Tomás de Zumalakarregi, hasta su muerte en 1835 a causa de una herida recibida en el sitio de Bilbao. La última guerra, tras la derrota de 1876, supuso la abolición foral, salvo los Conciertos Económicos y las Diputaciones Forales, que ya en estos tiempos continúan como parte de los Estatutos de Autonomía.

Pero las Guerras Carlistas del siglo XIX fueron en Euskal Herria mucho más que un conflicto dinástico y religioso. Estaban en juego los Fueros, usos, y costumbres del País, incluido por supuesto el idioma. Y muchos intereses económicos internos y externos. En general, las clases altas y las villas comerciales fueron liberales, y los pueblos fueron carlistas. Y aún en dichas villas, el pueblo llano solía ser carlista, o sea fuerista. Con la derrota carlista-fuerista en la última de dichas guerras, y la abolición foral de 1876, surge el nacionalismo como ideología, y se posibilita a la oligarquía la explotación de mineral de hierro a gran escala, con socios extranjeros, con los que también se inició la industria del acero, los altos hornos, y las navieras que servían tanto para traer el carbón como para llevar el hierro. Todo lo cual originó el nacimiento de la clase obrera en el País, y con ella el socialismo histórico en el mismo.

A fines del siglo XIX, Bilbao y la orilla izquierda de su Ría se industrializan por completo, en condiciones traumáticas, tanto o más que las de ahora.
Con ocasión de una huelga general, se declaró el estado de guerra, e intervino el ejército al mando del general Loma, quién se tomó la "molestia" de visitar los pabellones mineros, tras de lo cual, y viendo sus condiciones de vida, les dio la razón en sus exigencias, y arbitró en su favor, por aquella vez.

En esa época se fundan en Bilbao muchas empresas y bancos, y también entidades educativas, sanitarias, y deportivas. Por ejemplo, la Universidad de Deusto se fundó en 1886, la Escuela Superior de Ingenieros Industriales en 1898, y también en 1898 el Athletic Club de Bilbao. La inauguración del campo de fútbol de San Mamés tuvo lugar en 1913, ya a principios del siglo XX.

El Hospital de Mineros dirigido por el Doctor Areilza, dio luego origen al  Hospital de Basurto. En ambos casos los pabellones fueron financiados por familias de la oligarquía.

Lo que ha empezado siendo un par de excursiones se ha ido poniendo "serio" en esta exposición, así que acabaremos con un par de anécdotas.

Los técnicos de las minas de hierro de las que hemos hablado, a fines del siglo XIX, eran ingleses frecuentemente. Ellos se encargaban, entre otras cosas, de analizar el mineral. Si el mineral de hierro era de excelente calidad, lo que ocurría con frecuencia, escribían en la papeleta correspondiente: "All iron", es decir: "todo hierro", y los mineros recibían entonces una prima o plus. Evidentemente, era motivo de alegría en cuanto alguien podía leerlo, lo cual en versión castellano era: "Alirón", es decir, el aviso se gritaba: "alirón, alirón...!".

En las minas de hierro de entonces, los agujeros para introducir los cartuchos de dinamita y desprender las rocas, previamente a su posterior troceo, los llevaban a cabo unos trabajadores cualificados llamados barrenadores, de constitución atlética, los cuales mediante palancas de acero percutían en las rocas para hacer un agujero donde luego se introducía el cartucho.
Por cierto que ello originó un juego de "palankaris", para ver quién lanzaba la barra de acero más lejos, con un estilo particular, que luego hubiese permitido batir los records de lanzamiento de jabalina en las Olimpiadas, pero no fue homologado. Dijeron que había que lanzar por encima del hombro, y no volteando al nivel de la cintura, lo cual permitía alcanzar distancias mucho mayores. Curioso, porque en salto de altura luego ha valido el estilo "Folsbury", saltando altura de espaldas...

Encima de Bilbao la Vieja también había minas, aún quedan las galerías. Parece ser, me han dicho, que el nombre que recibía el barrio de "picos pardos" de Bilbao, la Palanca, podría venir del hecho de que los barrenadores iban allí con sus palancas, para evitar que se las robasen, pero en los locales les obligaban a dejarlas fuera, para evitar peleas mayores...
Sea como fuese, allí iban muchos, y coincidían los domigos los mineros y los aficionados al naciente fútbol, que empezó en Bilbao jugando marineros ingleses en la llamada campa de los ingleses, en la Ría, al lado de donde ahora se encuentra el museo Guggenheim, y dio origen posteriormente a la fundación del Athletic de Bilbao, ya en 1898.

No es de extrañar pues, que en cierta ocasión, mineros gritando "alirón, alirón!", y aficionados al fútbol gritando "el Athletic campeón!", diesen pie para que alguna "cantante" del local de turno se estrenase con un: "Alirón, alirón, el Athletic campeón...!", que se convirtió en un clásico, aparte de otras canciones, himnos incluidos, que han llegado hasta hoy.

Y es que, el pasear por antiguas minas, leer, hablar, y recordar, da para bastante...












No hay comentarios:

Publicar un comentario