miércoles, 11 de septiembre de 2013

Donde la Poesía expresa la Ética, la Estética y la Psicología.





La poesía en Japón es universal como el aire. Todos la sienten. Todos la leen. Casi todos la crean, independientemente de la clase o condición. (…) Desde tiempos muy antiguos, la escritura de poemas breves se ha practicado en Japón más como un deber moral que como mero arte literario. La vieja enseñanza ética era algo así: “¿Estás enfadado?: no digas nada desagradable, escribe un poema. ¿Ha muerto tu amada?: no te entregues a una pena inútil, trata de calmar tu pensamiento haciendo un poema. ¿Estás acongojado porque vas a morir, dejando tantas cosas sin terminar?: ¡sé valiente, y escribe un poema sobre la muerte! Cualquiera que sea la injusticia o la desventura que te perturbe, pon a un lado tu resentimiento o tu dolor lo antes posible, y escribe unos pocos versos de sobria y elegante poesía como un ejercicio moral” (…).
Cada forma de dolor era afrontada con un poema. La aflicción, la separación, el desastre, inspiraban versos en lugar de llantos. Existe aún la buena costumbre de escribir un poema en época de desventura. He conocido con frecuencia poemas que se han escrito bajo las más apuradas circunstancias de desgracia o sufrimiento, incluso en el lecho de muerte; y si los versos no muestran un talento extraordinario, dan al menos prueba extraordinaria de autodominio bajo el dolor…Seguramente este hecho de la composición como práctica ética tiene mayor interés que todos los tratados escritos acerca de las reglas de prosodia japonesas.

Con el uso de unas pocas palabras escogidas el creador de un poema breve se propone conseguir exactamente lo que el pintor con unas pocas pinceladas: evocar una imagen o un estado de ánimo, revivir una sensación o una emoción. Y el logro de este propósito depende enteramente de la capacidad de sugerir, y sólo de sugerir. (…).

Un poeta sería criticado por intentar cualquier expresión completa en un poema breve: su objeto debería ser sólo despertar la imaginación sin saciarla. Hay un término japonés que significa “todo perdido”, o “enteramente desaparecido”, en el sentido de “todo dicho”, y se aplica peyorativamente a versos en los que el poeta ha expresado todo su pensamiento; mientras que la alabanza se reserva a las composiciones que dejan en el pensamiento la emoción de algo no dicho. (…).

La comprensión plena de los poemas breves japoneses requiere un conocimiento profundo de la vida que reflejan. Y esto es especialmente cierto en lo que atañe a la clase emotiva de tales poemas, ya que una traducción literal  de los cuales, en la mayoría de los casos, no significaría casi nada para el pensamiento occidental. (…).
Esa cualidad general de la experiencia ética que apenas se ve afectada por cambios sociales de ningún tipo, los dichos proverbiales de un pueblo, han de poseer siempre un especial interés psicológico para los pensadores. (…) Los dichos relacionados con el budismo, ya sea por alusión o derivación, forman una clase particularmente merecedora de estudio en mi opinión.

L. Hearn (1850 – 1904), In Ghostly Japan. 




 

 

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