Luigi Rodolfo Boccherini (1743–1805) fue
un compositor italiano de comienzos del periodo clásico, que dentro del periodo
común se dio entre los años 1750 y 1820.
Boccherini nació en la Toscana de una
familia de artistas y se interesó por el violonchelo desde una temprana edad.
Contribuyó al estilo clásico como pionero del quinteto de cuerda, forma que fue
utilizada posteriormente por Mozart. Después de un viaje a Roma durante el cual
pudo desarrollar sus conocimientos musicales, se trasladó a Viena y
posteriormente a Milán donde reunió un cuarteto de cuerda e inició una gira de
conciertos que supuso una novedad en su tiempo. Finalmente, tras una estancia
en Paris, se trasladó a Madrid bajo la protección del infante Luis Antonio de
Borbón. Fue en esta etapa cuando efectuó su mayor aportación a la composición
musical.
Boccherini fue quien en su época impulsó
la música de cámara con los cuartetos y quintetos de cuerda. Posee numerosas
obras compuestas para estas combinaciones. Destacaron sus composiciones por la
calidad, finura en los arreglos y complejidad técnica de la ejecución, en la
que las digitaciones eran complicadas, especialmente en las partes de
violonchelo, instrumento con el que el compositor tenía mayor maestría.
Entre sus quintetos de cuerda se
encuentra la “Musica notturna delle strade di Madrid”, composición programática
de 1780 que retrata las bulliciosas calles de esa villa. Boccherini no quiso
publicarla en vida; tal y como le dijo a su editor: “La obra es absolutamente
inútil, incluso ridícula, fuera de España, porque el público no puede esperar entender
su significado, ni los artistas que la desempeñan cómo debe ser interpretada”.
La obra está instrumentada para dos
violines, una viola y dos violonchelos. Está compuesta en Do mayor, consta de siete movimientos y tiene una duración aproximada de 13 minutos.
La obra comienza en Le campane de l’Ave Maria con una única nota de sonido percusivo
que se logra mediante el pizzicato de un violín, una viola y los dos
violonchelos. Esta nota imita el ritmo de la campana de la iglesia que llama a
misa.
De súbito comienza el Minueto dei Ciechi interpretado por
todos los instrumentos en un animado tiempo de 3 por 4. Hay una melodía
principal y una secundaria, y las repeticiones se suceden primero forte, después piano. El acompañamiento es un rasgueado de los violonchelos,
imitando el sonido de la guitarra española.
La parte denominada Il Rosario es una pieza lenta que comienza a dos voces armonizadas.
Se intercalan notas de pizzicato que dan delicadeza y sosiego al movimiento.
Posteriormente tras unos acordes intensos interpretando una pequeña melodía más
rápida, entra el violonchelo que aporta la armonía del bajo. El pasaje intenso
se intercala varias veces más, dentro del movimiento lento.
Comienza después el Passa calle con unos rasgueos al estilo de la guitarra española que
evocan el ambiente alegre de las calles de Madrid. La melodía principal,
maravillosa por su delicadeza, es ligera y alegre, tocada al 3 por 4, y le
sucede una melodía secundaria que parece responder y completar a la primera. Se
intercalan arpegios rapidísimos con el violín de gran complejidad técnica. Esta
parte, de gran belleza, es la más famosa de la obra y la que mayormente le ha
dado su fama.
Se repite en Il tamburo el sonido del violín imitando el redoble de tambor de
forma parecida a como se hizo en el segundo movimiento para posteriormente
finalizar la obra con el movimiento de
Ritirata, esta vez en 4 por 4, que recuerda el paso militar de los soldados al
retirarse de la guardia. También en esta parte se repiten las melodías, primero
forte, y después piano, aportando gran finura y delicadeza a la música.
Esta bella pieza, compuesta en Do mayor,
es alegre y delicada, y evoca verdaderamente el ambiente callejero del Madrid
del siglo XVIII, donde “las angostas callejuelas tenían los grandes balcones de
madera tan pegados de vereda a vereda que podían los vecinos besarse o pegarse
sin necesidad de bajar a las calles en las que bajo la luz mortecina de los
faroles se solventaron querellas de amor y se escurrieron como duendes
embozados caballeros, damas elegantes y tahúres”.
La única "pena" que da esta obra es la de
su brevedad, ya que una exposición más larga de cada una de las partes hubiera
permitido prolongar un poco más el placer de escucharla.
Cabe mencionar que, entre las múltiples
interpretaciones existentes, existen algunas en las que se introduce la
guitarra barroca, que remarca ese toque popular que tiene esta obra
maravillosamente ambientada en las calles de Madrid.
Fuente EGA/NB.
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