Los
conceptos de la física clásica y en general los conceptos propios de la vida
diaria y el sentido común dejan de ser válidos desde el momento en que no se
aplican en su ámbito de utilidad: el mundo macroscópico. En el mundo
microscópico, el de lo “infinitamente” pequeño, nada obedece a las leyes de la
física clásica.
En
la primera mitad del siglo XX, algunos científicos comprendieron que la
descripción de los átomos y partículas requería abandonar principios
consolidados en física clásica. En unas pocas “décadas prodigiosas”,
prácticamente entre 1900 y 1930, el trabajo de unas mentes prodigiosas construyó un nuevo sistema,
formal, revolucionario y eficaz, que permite “trabajar” en el mundo
microscópico de las partículas: la física (y química) cuántica.
En
dicha física cuántica se recurre a cantidades elementales mínimas de energía,
llamados “quantum”/”quanta”, para describir las interacciones entre la luz y la
materia, logrando explicar a la perfección la estabilidad de los átomos y la
forma en que los percibimos y se nos aparecen o manifiestan. Se plantearon, sin
embargo, cuestiones o nociones límite entre la física y la filosofía, tales
como el azar, la causalidad, la objetividad, el determinismo, el espacio y otras
más.
El
cambio que la física cuántica planteó fue tan radical que alteró el concepto
mismo de la “realidad”, la cual se nos vuelve casi inconcebible para nuestra
mente humana. Pero la física cuántica presenta tal eficacia operativa que se
aplica desde la física de partículas hasta la astrofísica, con predicciones
sorprendentes y ciertas, o no desmentidas por la experiencia hasta el
día de hoy.
Como
la física cuántica trabaja con un complicado aparato matemático, es muy difícil
o prácticamente imposible su exposición en lenguaje común, y lo que es peor, exige romper drásticamente con el llamado “sentido
común”, o nada que se le parezca en una pedagogía explicativa con imágenes tomadas
de nuestra vida sensorial, que no le bastan, o incluso le son contrarias. No
utilizando un modelo de realidad tal y como la percibimos los humanos, la
física cuántica trabaja sirviéndose de entidades abstractas, y provoca la
ruptura de los conceptos más ordinarios o familiares para nosotros. Su sentido
es increíblemente preciso, pero no tiene nada de “común”.
Baste
con decir como muestra, que ya sólo para definir qué son las partículas
elementales, habría que inventar una nueva palabra que las denomine y evite
“confusiones”, pues los conceptos clásicos de corpúsculo y onda no sirven en absoluto
para definirlas o denominarlas. Se les podría llamar “cuantones”, pero su
“misteriosa” naturaleza nos revela una extraña realidad que desafía la mente
humana.
Y
eso sin pasar a mayores detalles y profundidades.
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