martes, 3 de noviembre de 2020

Un desconcierto generalizado.



"Cuando una persona o grupo, o una clase social, no construye (escribe, graba, edita, difunde y publicita) su propio relato de identidad o de visión de las cosas y del mundo, otros más poderosos se lo escriben, y si no se lo escriben le dejan sin recursos o espacio mediático para impedirle hacerlo por sí mismo.

Hablar de la manipulación es hablar de la mentira, lo cual es algo que el poder (en toda época histórica) siempre ha utilizado; antes y ahora el poder miente.

¿Cuál es ahora la diferencia?
La diferencia es que el pueblo ha vivido algúnos tiempos más o menos recientes en que llegó a creerse aquello de la objetividad informativa, incluso lo de la transparencia.

La cuestión actualmente es que el ruido mediático y la mentira es mucho más frecuente, diversa y caótica, con lo que ya no hay opinión, sino confusión, y ante la confusión la reacción es de compulsión, emoción y agresion.

Si hay confusión no hay mente que piense, que construya un discurso, que sobre ese discurso se pueda debatir, confrontar, dialogar; ahora todo es confrontación, no conversación.

A ello están contribuyendo los medios de comunicación y las redes sociales de la época en que vivimos.

Sin tiempo no hay pensamiento, ni conversación, ni diálogo posible.

Bien que se encargan 'los medios' de ocupar con ruido y basura informativa nuestro tiempo mental." 

(Aitor Vallejo, sociólogo)


Digo yo que la falta de tiempo será por el estilo de vida acelerado y alienante de ahora, que erróneamente es usual considerar equivalente a la eficacia y la eficiencia de siempre, puesta en duda por una deseada productividad eternamente creciente y aparentemente sinónima de competitivad, que en un mundo global nunca tendría fin. 

Ahí reside 'el camelo' conceptual y real; sobre todo cuando no se analizan, ni se dan a conocer, todos los factores, todos los actores y todos los intereses confluyentes en el concepto, ni sus correspondientes consecuencias para bien o para mal. O peor aún: siendo buscadas, se dan por inevitables. Y claro, las autoprofecías de los poderosos se suelen cumplir casi siempre todas. Los trileros eran inocentes párvulos a su lado. 

Psicópatas actuando de humanos honestos y meritorios, en teórica defensa de la libertad, la democracia y el bien común.

En realidad, en defensa de sus intereses. El neoliberalismo del libre comercio es la Ley de la Selva y 'la mano invisible del mercado', que en un principio fue defendida en otras muy distintas época y circunstancias, resulta ser la vieja Ley del Más Fuerte, eso sí: vestida de 'meritocracia'.

Como si en esta carrera todos partieran del mismo punto y con los mismos recursos, equipos y viáticos. 
Vivir para ver.

                           ♧♧♧

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