domingo, 4 de noviembre de 2018

La Biología del Desarrollo.





"Vivimos un momento revolucionario para la humanidad. Tenemos en nuestras manos técnicas, casi inimaginables hasta hace poco, que permiten modificar animales y plantas, insectos y microorganismos.
Podrían usarse para producir biofuels, para eliminar la polución, para mejorar nuestros alimentos, para mejorar nuestra capacidad de diagnóstico, para producir compuestos farmacéuticos que alteren el curso de muchas enfermedades, o, por ejemplo, para erradicar especies invasivas causantes de enfermedades que afectan a cientos de millones de personas como la fiebre amarilla, el dengue o la malaria.
Estas técnicas nos permitirían, además, modificar el genoma humano para corregir tanto enfermedades raras como otras más frecuentes tales como el cáncer.
Se pueden rejuvenecer las células
cambiando su genoma o hardware, es decir, alterando las instrucciones que nos transmitieron nuestros padres al nacer. También cambiando el epigenoma de las células, que es algo así como su software, y que, en definitiva, no es otra cosa que la relación de nuestro genoma con el medio ambiente: la dieta, el estrés, el ejercicio, el alcohol y el tabaco.
El envejecimiento tiene marcha atrás,
sí, sin lugar a dudas. Varios experimentos realizados en distintos animales de laboratorio lo han demostrado. Se está más cerca de lograrlo en humanos de lo que pensamos.
El empeño en alargar la vida es consuetudinario al ser humano. Todas las grandes civilizaciones han buscado el elixir de la inmortalidad, la piedra filosofal.
El envejecimiento es una enfermedad que nos ocurre a todos y de la que nadie escapa. Cuando nos hacemos viejos, la incidencia de la enfermedad es más alta. Llevamos varios años intentando entender ese proceso, y una manera de hacerlo es observar la naturaleza y cómo determinados animales pueden volver atrás, pueden regenerar sus órganos.
Es como si durante nuestra vida estuviéramos escribiendo un manuscrito en nuestro organismo que se va editando continuamente. Vamos añadiendo marcas y hacia el final de nuestros días nuestras células son incapaces de leer ese manuscrito y eso da lugar a la aparición de la enfermedad y del envejecimiento.
Con estos cuatro genes borramos todas las marcas del manuscrito, de manera que la célula pueda leerlo mejor y, como consecuencia, funcionar mejor: es capaz de vivir más tiempo y de regenerarse. Si llegamos a entender cómo ese manuscrito se va modificando durante nuestra vida, tendremos el poder de modificarlo nosotros.
En ratones afectados por la progeria, esa enfermedad  hace que envejezcan más rápidamente. Y hemos logrado que vivan un 30 por ciento más. Al introducir esos cuatro genes, se produce un rejuvenecimiento del hígado, el cerebro, el corazón…
Podremos trasladarlo al ser humano, pero antes tenemos que terminar de entenderlo. En el proceso de envejecimiento hay dos factores principales, y todavía no sabemos la importancia de cada uno de ellos."

"Un factor es la genética, son nuestros genes, que son determinantes en nuestras enfermedades y nuestro envejecimiento. Y el otro factor es la epigenética, nuestra interacción con el medioambiente, cómo nuestras células están expuestas a lesiones e insultos durante nuestra vida que afectan a nuestros genes.
Hay factores dañinos como la falta de deporte o fumar. Las células son capaces de percibir esos insultos y modificar nuestros genes. Y es la interacción de esas dos partes de las células lo que determina nuestro envejecimiento y nuestra enfermedad."

"No se trata de lograr la eterna juventud. Debemos pensar en términos de salud, no de inmortalidad.
Por supuesto, seguiremos muriendo de viejos, pero podremos evitar enfermedades devastadoras como el cáncer.
En la última etapa de nuestra vida, nuestro cuerpo decae y no podemos evitarlo. El objetivo es que esos últimos años sean de mejor calidad, que la enfermedad tarde en aparecer o no aparezca.
Estamos en una fase muy interesante en la cual el hombre puede cambiar su destino. Puede reinterpretar la lectura, e incluso la escritura, de ese manuscrito al que hacía referencia. Si logramos entender esa interacción entre el medioambiente y nuestro genoma y conseguimos modificarlo, podremos evitar la aparición de esas enfermedades devastadoras ya citadas.
Estoy convencido de que vamos a empezar a paliar estas enfermedades en los próximos años. Aunque nos falta camino por recorrer."

"Se va a transformar la especie humana. Éste, creo yo, es el verdadero problema. La respuesta es que sí, sin lugar a dudas. Aunque la especie humana, y todas las especies, están en continua transformación, hasta ahora esa transformación la marcaba la evolución natural descrita por Charles Darwin. Ahora también está en nuestras manos. Y yo no estoy convencido de que el ser humano sea tan eficiente y ecuánime como la evolución natural."

"Entiendo que algunas investigaciones generen inquietudes éticas. Y no creo que todo lo que podemos hacer debamos hacerlo.
Los riesgos que conllevan estos avances científicos son muchos. Uno totalmente inaceptable es que podrían incrementar la desigualdad entre ricos y pobres, entre los que tienen y los que no. En un caso extremo podría incluso llevar a la generación de categorías diferentes de seres humanos.
El conocimiento científico no tiene límites. Lo que hay que hacer, y esto les corresponde a nuestros gobernantes (quienes, por cierto, no creo que estén pensando mucho en estas cosas), es regular su aplicación para que sea usado en beneficio de todos, no sólo de unos pocos, y en perjuicio de nadie."

"Algo que siempre me ha fascinado, y que es mi obsesión continua, es entender por qué el ser humano es incapaz de regenerar sus células y órganos como, por ejemplo, la hidra, que es capaz de convertir continuamente sus células viejas en jóvenes, lo que, de alguna manera, la hace inmortal."

"La clave contra el envejecimiento está en la salamandra. Nuestro equipo ha llegado a sus descubrimientos sobre cómo subvertir el envejecimiento observando las salamandras. Son capaces de regenerar sus extremidades. Y empezamos a tener una pequeña idea de cómo lo hacen.  Tras el corte de un tejido, las células cercanas al corte vuelven un pasito atrás en su reloj embrionario. No se vuelven a un estado embrionario, tan solo un pasito atrás que les permite volver a dividirse y, de este modo, volver a regenerar toda la extremidad. Hemos encontrado las células responsables de ese proceso y los genes implicados."

"Estamos empezando a ser capaces de poner nuestras células fuera de nuestro organismo y mantenerlas en una placa Petri. Y no solo mantenerlas, sino incluso crearlas. Esto podría tener implicaciones muy importantes; por ejemplo, en la donación de órganos.
Podríamos crear órganos en el laboratorio."

"Las células madre pueden dar lugar a todas las células de nuestro organismo. Desafortunadamente, pese a que en muchísimos laboratorios se trabaja sin descanso para conseguir células que pudieran ser utilizadas para trasplantes, todavía estamos muy lejos."

"Se nos ocurrió que, más que hacerlas nosotros, era mejor que las hiciera la naturaleza. El experimento es relativamente simple. Consiste en usar células humanas, que sean células pluripotentes, e introducirlas en un embrión animal."

"Una célula pluripotente es aquella que tiene la potencialidad de dar lugar a cualquier célula de nuestro organismo. Son las llamadas ‘células madre’. Podemos reprogramar cualquier célula adulta -del pelo, de la piel- en el laboratorio y llevarla a un estadio primigenio en que puede convertirse en cualquier célula de nuestro organismo. Luego podemos hacer que crezcan dentro de un animal -de un cerdo, por ejemplo- que tenga un tamaño de órganos y una fisiología similares a las de un ser humano.
Es decir, se haría crecer un órgano humano en el interior de un cerdo, por ejemplo."

"Es una línea de investigación muy interesante, aunque falta mucho tiempo para que dé sus frutos. Estoy convencido de que lo conseguiremos.
La utopía es solo aquello que no se ha intentado llevar a cabo.
Aunque genere polémica, es importante que se entienda que partimos de una célula humana adulta, no empleamos células de un embrión humano. Soy consciente de que algunas de las investigaciones en las que los científicos estamos envueltos pueden generar inquietudes morales y éticas. Es normal. El desconocimiento siempre nos preocupa. Cuando conocemos las cosas, vemos que no son tan malas."

"El trasplante de órganos hace 400 o 500 años era visto como un problema ético que no debíamos ni siquiera abordar. Ahora bien, estoy convencido de que no todo lo que los científicos podemos hacer lo debamos hacer. El diálogo con la sociedad es fundamental."

"¿El Nobel? Sinceramente no creo que me lo merezca. Son premios que se conceden a personas que realmente han hecho cosas para ayudar a la humanidad, para cambiar nuestro mundo. Mi ambición es ayudar a paliar enfermedades. Pero todavía estamos lejos de ello."

"No sé para qué sirve eso de pasar a la posteridad. Me gustaría que el conocimiento que estamos adquiriendo en el laboratorio pudiera algun día ayudar a mejorar la vida de una persona enferma que hoy no tiene esperanza de curarse."

"Se puede creer en Dios y ser científico,
por supuesto, no lo veo incompatible, en absoluto. No hay incompatibilidad alguna entre la ciencia y la religión. A Dios se le puede encontrar en la catedral o en el laboratorio. Yo trato de entender racionalmente la naturaleza, pero a la vez sé que Dios existe. ¿Podría alguien explicar si no, de una manera racional y científica, por ejemplo, la sensación que experimentamos cuando nuestros hijos nos dicen: «papá», «mamá», «te quiero»? ¿O cuando desinteresadamente ayudamos a nuestros semejantes?"

~ Juan Carlos Izpisúa

(Entrevistas de Prensa en El Mundo, El Pais, Suplemento Semanal de El Pais y  entrevistas en vídeo en YouTube)
       
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▪Comentario personal :

¡Qué gran científico e investigador!
Por unas décadas, nos vamos a morir...sin tiempo de beneficiarnos de ese prometedor futuro humano.
Si la humanidad no lo estropea con su mal uso...

Claro que se merece el Premio Nobel, y creo que se lo otorgarán.
Descubrimientos así, aplicados, cambian tanto a la Humanidad y al Mundo, que se habla y se escribe de Post-Humanismo y Trans-Humanismo.

Esperemos no acabar como en el Mundo Feliz de Aldous Huxley, porque el 1984 de Orwell, con su Gran Hermano, ya lo tenemos entre nosotros y no nos quita el ojo de encima.

El final de las declaraciones es un poco decepcionante, 'traído por los pelos'.
La hipótesis de la existencia de Dios es tan poco racional y científica como la explicación que pide para  justificar su inexistencia.
El ejemplo de emociones y sensaciones que experimentamos en nuestro trato con otros seres humanos, son tipos de amor, que los griegos ya conocían y diferenciaban perfectamente. Su existencia se genera en una zona del cerebro, y se justifican por las ventajas que su generación ha dado al Humano a lo largo de la evolución de la especie durante ~1 millón de años, tales como la reprodcción, supervivencia, solidaridad, cooperación, amistad, deseo, afecto, cariño, amor de varios tipos (Eros, Filia, Ludus, Storgé, Mania, Agapé...).
No son chispas ni reflejos de ningún ente divino, sino de la propia naturaleza, ni su existencia explica racional y científicamente la existencia de Dios, que puede muy bien haber sido 'creado'  en el propio cerebro humano, para luego ser adorado, justificado, temido, amado, etc. por el propio ser humano que lo ha 'creado'.
Este modo de actuar elimina incómodas incertidumbres, y promete agradables o penosas y amenazantes existencias 'post-mortem'.

Pero creerlo, no es saberlo. Es cuestión de Fe, no de Ciencia. Todo esto Izpisua debe saberlo muy bien. Sería más sencillo decir que no se puede saber si Dios existe o no, y que él es creyente. Sin dar ni pedir por ello explicaciones supuestamente racionales y científicas. Por muy agradables que nos resulten algunas 'sensaciones' y certidumbres.

Por cierto, eso se llama emocionalidad: son emociones, no razones.



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