viernes, 4 de abril de 2014

Los juicios de valor y las emociones.





Las afirmaciones de valor no son científicas, sino emotivas. Los conceptos éticos fundamentales son inanalizables, puesto que no existe ningún criterio  mediante el cual pueda probarse la validez de los juicios en que aparecen.
Al decir que un cierto tipo de acción es bueno o malo, no estoy haciendo ninguna declaración factual, ni siquiera una declaración de mi propio estado de ánimo. Simplemente, estoy expresando ciertos sentimientos morales. De modo que está claro que carece de sentido preguntar quién de nosotros tiene razón. Porque ninguno de nosotros está manteniendo una proposición auténtica. Por lo tanto, no son ni verdaderas ni falsas. Son, en parte, expresiones de sentimiento, y, en parte, mandatos.
Pero en todos los casos en que podría decirse que alguien está haciendo un juicio ético, la función de la palabra ética correspondiente es puramente emotiva. Es habitual expresar sentimientos acerca de determinados objetos, pero no hacer ninguna afirmación acerca de ellos.
Vale la pena aclarar que los términos éticos no sirven sólo para expresar sentimientos. Están calculados también para provocar sentimientos, y para estimular así a la acción. En realidad, algunos de ellos se utilizan de tal modo que dan a las oraciones en que aparecen el efecto de mandamientos.
En realidad, podemos definir la significación de las diversas palabras éticas, en términos de los diferentes sentimientos que generalmente se consideran que expresan y también de las respuestas para cuya provocación están calculadas.
Ahora podemos ver por qué es posible encontrar un criterio para determinar la validez de los juicios éticos. No es porque tengan una validez absoluta, misteriosamente independiente de la experiencia sensorial ordinaria, sino porque no tienen validez objetiva de ninguna clase. Si una oración no hace ninguna declaración, carece de sentido evidentemente preguntar si lo que se dice es verdadero o falso. Y hemos visto que las oraciones que sólo expresan juicios morales no dicen nada. Son puras expresiones de sentimientos, y como tales, no corresponden a la categoría de verdad y de falsedad. Son inverificables, por la misma razón que es inverificable un grito de dolor o una palabra de mando, porque no expresan auténticas proposiciones. Sencillamente, estamos evidenciando sentimientos, lo cual no es, en absoluto, lo mismo que decir que los tengamos.
Alfred J. Ayer (1910-1989). Lenguaje, verdad y lógica, cap. 6
 
 

 

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