domingo, 13 de julio de 2014

Emocionalidad y cambios sociales.





El sistema emotivo del individuo se transforma de acuerdo con los cambios de la sociedad y la transformación de las relaciones interhumanas: en la sociedad aumenta la cantidad de acciones y de individuos de los que dependen permanentemente las personas y sus actos; en el individuo se convierte en costumbre la capacidad de prever las consecuencias de prolongadas cadenas de acciones. Y al igual que se transforman el comportamiento y el sistema emotivo del individuo, también cambian consecuentemente la consideración recíproca que las personas se profesan: la imagen que el individuo tiene del individuo se hace más matizada, más libre de emociones momentáneas, es decir, se “psicologiza”. (…)
Pueden verse ya los primeros trazos de un sistema planetario de tensiones compuesto por ligas de Estados, por unidades superestatales del tipo más diverso, como preludio de las luchas de exclusión y de supremacía sobre toda la Tierra, presupuesto para la constitución de un monopolio planetario de la violencia, un instituto político central y de planificación.
Lo mismo sucede con las luchas económicas. La competencia económica libre no es lo contrario de un orden monopolista. (…) Nuestra época no es , ni mucho menos, un punto final o culminante, (…) está llena de tensiones sin resolver, de procesos de interdependencia sin decidir, cuya duración penas es previsible y cuyo proceso no es predecible. (…)
Y también en este aspecto se anuncian en la actualidad las tensiones de la próxima etapa, las tensiones entre los funcionarios altos y medios de la administración monopolista, entre la “burocracia” de un lado y el resto de la sociedad del otro.
Únicamente cuando se hayan solucionado y superado estas tensiones interestatales e intraestatales podremos decir de nosotros mismos que somos civilizados. (…) Solamente una vez que se hayan dulcificado las tensiones entre los seres humanos, las contradicciones que se dan en la estructura de las interrelaciones humanas dulcificarán las tensiones y contradicciones en el interior de las personas. (…)
Cuando la estructura de las interrelaciones humanas tenga ese carácter, cuando la colaboración entre las personas, fundamento de la existencia de cada individuo, funcione de tal modo que todos los que trabajan en la larga cadena de tareas comunes puedan alcanzar un equilibrio, los seres humanos podrán decir de sí mismos con razón que son civilizados. Mientras no llegue ese momento se encuentran en el proceso civilizatorio, obligados a seguir diciendo: “La civilización no se ha terminado. Constituye un proceso”.
Norbert  Elias  (1897-1990), El proceso de la civilización, 1936.
 
 

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