El sistema emotivo del individuo se
transforma de acuerdo con los cambios de la sociedad y la transformación de las
relaciones interhumanas: en la sociedad aumenta la cantidad de acciones y de individuos
de los que dependen permanentemente las personas y sus actos; en el individuo
se convierte en costumbre la capacidad de prever las consecuencias de
prolongadas cadenas de acciones. Y al igual que se transforman el
comportamiento y el sistema emotivo del individuo, también cambian
consecuentemente la consideración recíproca que las personas se profesan: la
imagen que el individuo tiene del individuo se hace más matizada, más libre de
emociones momentáneas, es decir, se “psicologiza”. (…)
Pueden verse ya los primeros trazos
de un sistema planetario de tensiones compuesto por ligas de Estados, por
unidades superestatales del tipo más diverso, como preludio de las luchas de
exclusión y de supremacía sobre toda la Tierra, presupuesto para la constitución
de un monopolio planetario de la violencia, un instituto político central y de
planificación.
Lo mismo sucede con las luchas
económicas. La competencia económica libre no es lo contrario de un orden
monopolista. (…) Nuestra época no es , ni mucho menos, un punto final o
culminante, (…) está llena de tensiones sin resolver, de procesos de
interdependencia sin decidir, cuya duración penas es previsible y cuyo proceso
no es predecible. (…)
Y también en este aspecto se anuncian
en la actualidad las tensiones de la próxima etapa, las tensiones entre los
funcionarios altos y medios de la administración monopolista, entre la
“burocracia” de un lado y el resto de la sociedad del otro.
Únicamente cuando se hayan
solucionado y superado estas tensiones interestatales e intraestatales podremos
decir de nosotros mismos que somos civilizados. (…) Solamente una vez que se
hayan dulcificado las tensiones entre los seres humanos, las contradicciones
que se dan en la estructura de las interrelaciones humanas dulcificarán las
tensiones y contradicciones en el interior de las personas. (…)
Cuando la estructura de
las interrelaciones humanas tenga ese carácter, cuando la colaboración entre
las personas, fundamento de la existencia de cada individuo, funcione de tal modo
que todos los que trabajan en la larga cadena de tareas comunes puedan alcanzar
un equilibrio, los seres humanos podrán decir de sí mismos con razón que son
civilizados. Mientras no llegue ese momento se encuentran en el proceso
civilizatorio, obligados a seguir diciendo: “La civilización no se ha
terminado. Constituye un proceso”.
Norbert Elias (1897-1990),
El proceso de la civilización, 1936.
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