sábado, 3 de marzo de 2012

La Desobediencia Civil









¤ ANÁLISIS , VALIDEZ Y APLICABILIDAD DE LA DESOBEDIENCIA CIVIL EN LA SOCIEDAD ACTUAL.

☆☆☆

               
1.- INTRODUCCIÓN


Pretendo presentar la Desobediencia Civil como fenómeno social, aclarando su concepto, características y fundamentos, así como los modos de su posible aplicabilidad en las democracias formales representativas neoliberales de la actual sociedad europea occidental.
Para ello he recurrido al estudio de diversos textos de reconocidos autores,
alguno de ellos protagonista histórico del fenómeno estudiado, así como de otros
aspectos sociales, económicos, políticos, culturales y educativos relacionados con el
mismo.
El modelo actual de representación democrática de la voluntad popular presenta
debilidades que afectan a su aplicación y legitimidad, trayendo asociado un
neoliberalismo económico y sus consecuencias, siendo la depredación financiera y
la globalización de mercados dos de sus muestras representativas.
El sistema social vigente sigue presentando conflictos entre poderosos y débiles y
en definitiva entre ley y justicia.
La dicotomía desobediencia vs. obediencia existe entre la humanidad desde sus
míticos orígenes. Basta recordar a Adán y Eva, o a Prometeo, como humanos
desobedientes frente a Dios o los dioses, con las ya sabidas consecuencias.
Ya en épocas históricas podemos citar a Sócrates como obediente ilustre que
prefiere morir antes que desobedecer las leyes de sus conciudadanos, o a los
jerarcas nazis, también obedientes y cumplidores de órdenes.
Henry David Thoreau, Mahatma Ghandi y Martin Luther King fueron exponentes de
saber cómo ser débiles , sin poder ser fuertes, pero sin ser derrotados y pagando un
precio por ello, para bien de muchos.
Finalmente las no fáciles soluciones posibles quedarán esbozadas en el campo de la
educación y en el de la democracia participativa.

2.- CONTENIDO

2.1.- La obediencia y la desobediencia humanas.

Conviene reflexionar sobre el significado de la obediencia a la naturaleza humana y
los fines de la sociedad humana vs. la desobediencia a otro tipo de órdenes,
imposiciones o ideologías. Parece actualmente adecuado desobedecer al
conformismo entendido como sinsentido común y adoptar una postura crítica.
Hay que profundizar en el análisis de los fenómenos sociales, económicos y
políticos, huir del sentido común del pensamiento oficial y apoyarse en el
pensamiento crítico que nos han transmitido personas como Albert Schweitzer,
Bertrand Rusell y Erich Fromm.
Desde tiempo inmemorial se nos ha enseñado que la obediencia es una virtud y la
desobediencia es un vicio, pero esta aseveración debemos analizarla detenida y
críticamente (Fromm, 2011).
Desde la mitología hebrea y griega, la historia humana se basa en actos de
desobediencia.
Efectivamente, el pecado original de desobediencia a una orden expulsa a la
humanidad del paraíso de la naturaleza y convierte a las personas en seres que
deben aprender a confiar en sus propias fuerzas, es decir, los libera, que no es lo
mismo que decir que los hace felices.
Asímismo, Prometeo roba el fuego a los dioses y al ser castigado afirma que
prefiere estar encadenado a una roca que ser el siervo obediente de los dioses.
La humanidad ha avanzado con actos de desobediencia, atreviéndose a decir "no" a
autoridades y expertos que se oponían a nuevos pensamientos y cambios.
Sin embargo, desalentamos la desobediencia, bien por la fuerza o por otros medios
más sutiles de persuasión.
Con esto no se quiere decir que toda desobediencia sea buena y toda obediencia
mala, se trata de tener opción y hacerlo por convicción. Aceptar una voluntad o
juicio ajeno en lugar del propio es sometimiento, mientras que obedecer a la propia
razón o convicción es afirmación.
La conciencia humana se basa en el hecho de que todos conocemos intuitivamente
lo que es humano o inhumano, esa conciencia sirve a nuestro funcionamiento como
seres humanos. Pero cuando se acepta la voz de una autoridad y la confundimos
con la conciencia propia simplemente hemos absorbido los principios del poder.
Tampoco debe interpretarse que cualquier obediencia a otra persona o autoridad
sea sumisión, para ello hay que distinguir la autoridad racional de la irracional. La
autoridad irracional emplea la fuerza o la sugestión para su propio beneficio,
mientras que la racional se ejerce para el bien nuestro o el bien común y se acepta
en la persona que ejerce el mando sin que eso suponga ningún sometimiento.
Hay motivos por los que las personas tendemos a obedecer y nos es tan difícil
desobedecer. Uno de ellos es el sentimiento de seguridad y protección. Sólo la
persona con capacidad de pensar y sentir por sí misma puede tener el coraje de
decir “no” al poder y de desobedecer.
Otro motivo es que a lo largo de la historia una minoría ha gobernado a la mayoría.
A veces por la fuerza, pero hay acciones que no se pueden realizar apropiadamente
por puro miedo, así que conviene que la mayoría desee obedecer y tema desobedecer, y se crean las condiciones para aceptar la obediencia porque es buena y rechazar la desobediencia porque es mala, en vez de detestarse a sí mismo por ser
cobarde.
La inspiración crítica se traducía en los principios “sapere aude” y “de ómnibus est
dubitandum”, o sea “atrévete a usar tu sensatez” y “hay que dudar de todo”.
Esta última hoy en día no abunda, y ha sido sustituída por el hombre –organización,
del que dice Erich Fromm:
"El hombre-organización ha perdido su capacidad de desobedecer, ni siquiera se
da cuenta del hecho de que obedece.En este punto de la historia, la capacidad de
dudar, de criticar y de desobedecer puede ser todo lo que media entre la posibilidad
de un futuro para la humanidad, y el fin de la civilización."
(Fromm, 2011,p. 20).

2.2.- El derecho de resistencia.

El derecho de resistencia es un derecho de los pueblos, utilizado a lo largo de la
historia, para liberarse de quienes ejercen arbitrariamente el poder.
Como antecedente más inmediato al derecho de resistencia está el tiranicidio,
doctrina que en los siglos XV y XVI cobró su mayor fuerza. Tal doctrina estableció
que este era un derecho cuando no hubiere forma distinta de solución (Solís,
2003).
Uno de los mayores defensores de esta doctrina fue el jesuíta Juan de Mariana.
La doctrina en cuestión había sido ya proclamada en la Edad Media por Juan de
Salisbury.
Durante la Reforma fue defendida por Lutero, Melanchton y Calvino, así como por
los reformadores escoceses del siglo XVI, Jhon Knox, Jhon Poynet y George
Buchman, y por el jurista alemán de principios del siglo XVII, Johan Altusia.
Frente a las tiranías de derecho divino nace en el siglo XVII la filosofía política
liberal. Esta filosofía defendió el principio del contrato social y el consentimiento
de los gobernados y sirvió de fundamento a la Revolución Inglesa de 1688, a la
Revolución Norteamericana de 1775-1776 y a la Revolución Francesa de 1789.
Estos grandes acontecimientos revolucionarios abrieron los caminos a los
procesos de independencia de las colonias españoles en América, coincidiendo
con la invasión napoleónica en España.
Todo ello había sido ya preconizado en los siglos XVII y XVIII por Jhon Milton, Jhon Locke y
Jean Jacques Rousseau.
Con la paulatina aparición de las Constituciones demoliberales o burguesas, se
pasó de la doctrina del tiranicidio al derecho de resistencia propiamente dicho.
Se cita en el “ Bill of Rights” de Virginia, junto con una primera formulación de los
Derechos del Hombre y asimismo en La Declaración de Independencia de los
Estados Unidos, adoptada por el Congreso Continental de Filadelfia el 4 de Julio de 1776.
Ya durante el siglo XX, la Iglesia Católica legitimó el derecho a la resistencia, tanto
en el año 1937, en la encíclica “Firmissimam Constantiam” de Pío XI, como en
1967, en la encíclica “Populorum Progressio” de Paulo VI.
El tema ha sido extensamente tratado por el filósofo francés Emmanuel Mounier, y
figura en la “Declaración de Argel o Declaración Universal de los Derechos de los
Pueblos”, promulgada el 4 de julio de 1976.
Para acabar este punto tan relevante, el derecho de resistencia figura en el
considerando tercero del preámbulo de “La Declaración Universal de los Derechos
Humanos”, promulgada el 10 de diciembre de 1948, que establece:
         
"Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un
régimen de derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo
recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión…"
(Declaración Universal de Derechos Humanos, preámbulo, tercer considerando).

2.3.- Concepto y naturaleza de la desobediencia civil.

La desobediencia civil plantea un problema: la posibilidad de desobedecer al
derecho de forma justificada (García, 2001).
El problema se agudiza en un estado constitucional democrático y de derecho,
como más tarde se analiza en el punto 2.5 de este trabajo.
Adelantemos por el momento que la justificación ética de la desobediencia civil
son los Derechos Humanos como núcleo ético-moral de la democracia.
Asímismo, y partiendo del hecho de que el estado y la sociedad civil son
conceptos diferenciados, y que la democracia no se limita a los mecanismos
parlamentarios que rigen la actividad de nuestros representantes provenientes
de los partidos políticos, y que las reglas de mayoría dan el poder pero no la razón,
puede ocurrir que una ley no sea justa, o que no exista. En cualquier caso sería
revisable, lo que hace de la desobediencia civil un mecanismo de participación en
última instancia.
Evidentemente, la posibilidad de desobedecer al derecho no debe plantearse de
forma genérica, menos aún en un estado democrático, y no todo acto de
desobediencia puede ser considerado como desobediencia civil, se requiere para
ello una justificación ética y un papel social.
Para Rawls ( citado en García, 2001), la desobediencia civil constituye un “acto
público, no violento, consciente y político, contrario a la ley, cometido con el
propósito de ocasionar un cambio en la ley o en los programas de gobierno”.
Aclarando los conceptos que contiene esta definición:
-Acto público, es decir, dado a conocer abiertamente y con contenido público, que
afecte a todos los ciudadanos en general, apelando bien a la opinión pública o al
electorado para que se dialogue, debata y pueda modificar su posición.
-No violento, con renuncia a la utilización de la violencia y con garantía de la
integridad física y moral de las personas, “mostrar públicamente la injusticia de
una ley y buscar el diálogo y posterior acuerdo para su revisión o revocación sólo
puede hacerse cuando la libertad de los demás es el límite de la acción” (García,
2001, p. 29).
-Consciente, o sea, con intención, con la finalidad de provocar un cambio,
modificación o sustitución de una ley o acción de gobierno, y dispuesto a
responder de las consecuencias del acto, pues se trata de un incumplimiento
voluntario de la norma establecida, como precio a pagar para convencer a los
demás.
-Político, como acto justificado por principios políticos y sentido de justicia, por
considerar que los valores de cooperación social entre personas libres e iguales
no están siendo respetados. Acto que implica a la ética, al derecho y a la política.
-Contrario a la ley, se viola la ley que constituye el objetivo de la propuesta, de
forma consciente y sincera, para atraer a la opinión pública, aceptando las
consecuencias y el castigo, que así forma parte del acto mismo de la protesta.
Todo lo anterior, respecto al qué es la desobediencia civil, pero respecto al cuándo
es legítimamente posible su aplicación, tres son las condiciones básicas (García,
2001):
-Se debe limitar a casos claramente injustos.
-Como último recurso, deben haberse utilizado y agotado previamente todos los
 recursos legales disponibles.
-Debe respetarse el límite impuesto por la aceptación del marco constitucional.
 No parece adecuada, ni válida, ni necesaria esta última condición,  ya que las constituciones, al igual que otras leyes, pueden requerir reformas que a veces 
se realizan y otras no, en función de los intereses de los partidos en el poder,
los cuales pueden proceder a su modificación o no, ya sea por la vía parlamentaria
o por medio de referéndum, por intereses particulares, no siempre justos
ni de acuerdo con el bien común de los ciudadanos.
Hay que remarcar, para terminar este punto, el carácter de recurso último de la
desobediencia civil, como última oportunidad, agotadas ya las vías parlamentarias
establecidas, y sabiendo que con ello se infringe la ley, y se corre el riesgo de una
sanción jurídica.
Pero si aceptamos la desobediencia civil como un mecanismo de participación
ética y políticamente justificado, los tribunales no deben tratar al desobediente
civil como un delincuente común, ya que con ello se obstaculizaría el debate
 y la discusión pública en el seno de la sociedad civil, perjudicando la confianza que requiere el sistema democrático, por un legalismo autoritario.

2.4.- La desobediencia civil en la historia.

Procedo a exponer los más relevantes ejemplos históricos de desobediencia
civil: Thoreau, Ghandi y Martin Luther King.

2.4.1.- Henry David Thoreau.

Henry D. Thoreau (1817-1862) nació en Concord (Massachusetts).
El término “civil desobedience” apareció por primera vez titulando un ensayo
suyo reeditado en 1866. El título original de este ensayo llamaba a la resistencia al
gobierno civil (Resistance to Civil Goverment) y fue publicado en 1849.
En 1846 Thoreau fue detenido y encarcelado por negarse a pagar impuestos.
Entre las razones que adujo para ello destaca su negativa a colaborar con un
estado esclavista que mantenía guerras injustas, en aquel momento con Méjico.
Para Thoreau, la obediencia está en el origen del estado opresor. Es la propia
sumisión la que genera esta opresión ya que sin ella, el estado no sería nada
(Thoreau, 2010):
"Si la injusticia forma parte de la necesaria fricción de la máquina del
gobierno, dejadla así, dejadla. Quizás desaparezca con el tiempo; lo que sí
es cierto es que la máquina acabará por romperse. Si la injusticia tiene un
muelle o una polea o una manivela exclusivamente para ella, entonces tal
vez debáis considerar si el remedio no será peor que la enfermedad; pero
si es de tal naturaleza que os obliga a ser agentes de la injusticia, entonces
os digo, quebrantad la ley. Que vuestra vida sea un freno que detenga la
máquina. Lo que tengo que hacer es asegurarme de que no me presto a
hacer el daño que yo mismo condeno"
(Thoreau, 2010, p. 99).

2.4.2.- Mahatma Ghandi.

Nació en 1869 en Porbandar, estado de Gujarat, en el noroeste de la India.
De familia acomodada, cursó estudios en Inglaterra, donde se graduó en Derecho.
Terminados sus estudios, en 1893 se instaló como abogado en Africa del Sur.
Ante la discriminación racial de aquel país , decidió no soportar pasivamente
las injusticias,  ya que la dignidad humana exigía combatirlas, pero no mediante la
violencia.
Encarcelado, leyó los textos de Henry David Thoreau, con los que se identificó, y
eligió el nombre de desobediencia civil para su movimiento de lucha contra la
segregación racial, basada en la no violencia, la cual consideraba la única arma
invencible.
En 1915 regresó a la India y decidió vivir con los más pobres y los más débiles.
Fue entonces cuando abandonó su vestimenta occidental para vestirse de la
forma con que hoy le recordamos.
Dejó de colaborar con el poder, aceptando sufrir en su persona y en sus bienes
las consecuencias de esta ruptura, concretada en acciones de no cooperación,
de no uso de las instituciones y organismos oficiales, tales como escuelas,
tribunales, productos importados etc…rechazando cualquier cargo oficial y la
prestación de servicios públicos no dignos.
Todo recurso a la coerción física o moral sobre sus opositores quedó excluída
para él y sus seguidores, de forma que la desobediencia civil supusiese el
mínimo peligro para la paz pública, el sacrificio debía recaer en los
participantes del movimiento, de modo que cuando la desobediencia civil
terminaba en violencia, Ghandi suspendía las movilizaciones e iniciaba sus
famosos ayunos hasta que cesara dicha violencia.
Dentro de las campañas promovidas por Ghandi contra el Imperio Británico,
destaca la llamada “Marcha de la Sal”, con ocasión del monopolio británico de la
sal, básica para la nutrición, gravando de forma inadmisible dicho producto tan
necesario para las personas y el ganado.
Dicha “Marcha de la Sal” tuvo lugar en marzo de 1930 y acabaría convirtiéndose
en el símbolo de liberación nacional de la India. Durante 12 días de marcha
recorrieron 300 kms hasta llegar al mar. Durante el recorrido, el pequeño
grupo inicial fue aumentando y se convirtió en una enorme peregrinación. A la
orilla del mar, Ghandi recogió un puñado de sal marina y animó al pueblo indio
a la desobediencia civil frente al delito de fabricar, vender, guardar o
transportar sal, al margen de la sal “oficial” cargada de impuestos.
Este hecho tuvo amplísima repercusión en el Imperio Británico.
Ghandi comunicó al virrey, con antelación, que los almacenes de sal iban a ser
asaltados, y fue detenido. No obstante, aquel día muchas personas se dirigieron
inermes contra la policía que defendía los almacenes, cayendo por filas
pasivamente, derribados a golpes, para ser reemplazados por otros resistentes
pasivos.
En ocasiones, los desobedientes civiles salvaron la vida de policías enfrentados
a la muchedumbre enfurecida, con riesgo de sus vidas y para asombro de
policías y de la propia multitud (Solís, 2003).

2.4.3.- Martin Luther King.

En 1955 los ciudadanos negros de Montgomery (Alabama) boicotearon los
autobuses segregacionistas y organizaron un sistema alternativo de transporte público.
Esta iniciativa supuso el inicio del movimiento por los derechos civiles liderado
por Martin Luther King.
Este reconoció la influencia de Thoreau, y lo que él llamaba “legado de protesta
creativa” para invitar a la “no cooperación con el mal” en su lucha por la
igualdad racial en los Estados Unidos de América.
Luther King y sus seguidores acabaron transgrediendo las leyes segregacionistas,
por considerarlas intrínsicamente injustas, afirmando que al desobedecer al segregacionismo estaban obedeciendo a la Declaración de Independencia de 1776,
a la Constitución de los Estados Unidos y a su Primera Enmienda, y a la jurisprudencia
antisegregacionista del Tribunal Supremo, por lo que podían afirmar que su conducta estaba justificada en última instancia por leyes de rango superior (Solís, 2003).
En 1963, desde la cárcel, había escrito una carta contestando a los que le
inculpaban, en la que decía que quien infringe una ley injusta, porque su
conciencia así se lo dicta, y acepta voluntariamente la pena de prisión para
despertar la conciencia de la comunidad respecto de la injusticia que está
siendo cometida, en realidad manifiesta el mayor respeto hacia el derecho, y
que para él, las leyes segregacionistas eran legales, pero ilegítimas.
Luther King obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1964.

2.5.- Desobediencia civil, democracia y sistema.

La desobediencia civil puede parecer contradictoria en un estado constitucional democrático, donde supuestamente las leyes son producto de la “voluntad común” y de la aceptación libre y voluntaria de los ciudadanos, considerados como miembros libres e iguales, y eso es lo que nos dicen los críticos con la desobediencia civil, negando su legitimidad en esas circunstancias o limitándola dentro del marco constitucional.
Sin embargo, “la desobediencia civil no sólo no es negativa, sino que constituye
un elemento necesario para todo orden democrático” (García, 2001, p. 16).
Algo de esto ya se deduce de su naturaleza y definición según lo expuesto en el
punto 2.3 de este trabajo, y hay que añadir que el análisis de algunos errores
conceptuales bastante comunes invalida dichas posturas contrarias.
En efecto, y aún suponiendo el perfecto funcionamiento democrático del estado
y sus instituciones, se pueden citar algunos errores comunes al respecto:
-Frecuentemente se confunde al estado con la sociedad civil.
-La democracia no es sólo el conjunto de “mecanismos” parlamentarios
 más o menos representativos.
-La regla de mayorías no quiere decir que la mayoría sean todos, además
 la mayoría otorga el poder para hacer leyes, lo cual no quiere decir que
 sean justas ni que siempre tenga razón.
 -Los gobiernos no están perfecta y totalmente controlados, ni mucho menos,
  no siendo infrecuentes los casos de desinformación, manipulación,
  engaño, intereses corporativos o particulares, e incluso corrupción.
-
La constitución y las leyes no son inmutables, sino modificables, por el
 parlamento o por referéndum, en función de los tiempos y
 circunstancias, con debates previos y con los debidos consensos. Cosa
 diferente es que convenga o que se haga así o no.
-
Hoy en día los estados están sometidos al poder de instituciones y
 organismos supranacionales, a veces visibles y otras veces más o menos
 ocultos, pero desde luego lejos de un esquema de funcionamiento
 mínimamente aceptable como democrático.
-La opinión pública no debe reducirse a la opinión mayoritaria recogida
 en sondeos y medios de comunicación.
Por todo lo cual, no le queda al autor de este trabajo sino decir que está de
acuerdo con lo expuesto en (García, 2001):
 -La justificación ética de la desobediencia civil son los derechos humanos como
  núcleo moral de la democracia.
-La desobediencia civil es un mecanismo de participación democrática para
 la sociedad civil y la opinión pública, eso sí, como última instancia y agotados
 todos los otros recursos:
"El sistema jurídico, el orden democrático en general, no es un
 producto acabado, un hecho consumado, sino un proceso siempre
 incompleto e inconcluso. Se trata de un proceso en el que
 aprendemos a regular nuestra vida en común y que no está exento
 de imperfecciones y errores, cuya denuncia constituye la función
 básica de la desobediencia civil"
 (García, 2001, p. 23).

Lo expuesto hasta aquí en este punto, vale como argumento en una situación
teórica de estado democrático cuasi-perfecto o suficientemente válido.
Lamentablemente ello no es así, lo cual hace aún más necesario el posible
recurso a una necesaria desobediencia civil:
”…la desobediencia civil no cuestiona el principio de legitimidad de la
 soberanía popular residente en el Parlamento sino que, precisamente, lo que vienen a poner de manifiesto es la quiebra de ese principio.”
(Pérez, 1994, p. 82).
Las principales causas de obsolescencia de los actuales sistemas electorales son
(Pérez, 1994):

-Falta de adecuación del proceso de toma de decisiones a las necesidades
 reales de la sociedad.
-Acontecimientos cambiantes a ritmo vertiginoso, pero procesos electorales cada
 cuatro años.
-Democracia formal con aspectos procedimentales anquilosados.
-Consenso artificialmente obtenido.
-Organismos supraestatales no electos.
-Sistemas de mayorías que marginalizan al resto.
-Trivialización, tergiversación o simple mentira en los mensajes a través
 de los medios de comunicación de masas. En palabras de Bertrand
 Russell (citado en Pérez, 1994, p. 85):  
"Es muy difícil dar a la población en general las respuestas que,
 en lo tocante a estas preguntas y en opinión de los
 investigadores independientes, son verdaderas. Allí donde la
 verdad es difícil de establecer, hay una inclinación natural a
 confiar en las autoridades oficiales…Los principales órganos de
 publicidad se sienten parte del Orden Establecido y se muestran
 muy renuentes a tomar ninguna actitud que éste pudiera
 desaprobar."
-Escasez de democracia interna en los partidos y formaciones políticas.  
-Listas cerradas.
-Ley D´Hondt.
-Partidos políticos convertidos en maquinarias para la captación de votos.
-Usurpación del poder por los “expertos” de la propia Administración.
El sistema creó en Europa la ilusión del Estado del Bienestar, con una doctrina
económica y una práctica democrática que no resultan compatibles:
"La contradicción técnica es desde luego muy grande. Si lo que se
pretende es que funcione la lógica del mercado, el estado de Bienestar no
es competitivo en absoluto. Lo que sorprende es la frivolidad de los
dirigentes para cambiar el discurso de la noche a la mañana y pretender
seguir vendiendo el modelo de Estado Providencia mientras se recortan
apresuradamente sus garantías"
(Pérez, 1994, p. 157).
Actualmente el sistema parece basarse en la profunda psicología del miedo.
Citando a Estefanía:
"A principios del siglo XXI, el miedo, que siempre ha sido un fiel aliado del
poder y un arma de dominación política y social, adopta rostros inéditos:
ya no se trata de los temores tradicionales…que siguen presentes entre
nosotros, sino…y, sobre todo, el miedo a que nuestros representantes,
aquellos a los que hemos elegido para que nos ayuden a resolver los
problemas públicos y comunes, sean impotentes porque las decisiones ya
no se toman en los establecimientos habituales de la democracia (los
parlamentos), sino en otros territorios alejados, oscuros e impersonales.
Ha nacido el poder fáctico de los mercados."
(Estefanía, 2011, p. 9).
 A casi nadie se le escapa que el eufemismo “mercados” significa instituciones, corporaciones y organismos financieros relevantes: internacionales y globalizados. No olvidemos que el dinero se mueve fácil de  una forma global, más difícilmente las mercancías físicas, y con gran dificultad y sufrimiento las personas:
 "Un sistema no fracasa si no puede ayudar a sus bancos, pagar su deuda o
  volver a los equilibrios macroeconómicos (estos son objetivos
  intermedios); lo hace, en cambio, si no puede asegurar el bienestar de
  sus ciudadanos, si los hijos de estos no pueden vivir mejor que sus
  padres y se rompe la cadena del progreso. Un sistema yerra si no
  confluye en el pleno empleo, aumenta la capacidad adquisitiva de la
  gente, el cuidado del medio ambiente y, sobre todo, si no respeta las
  decisiones de la mayoría protegiendo a las minorías. En nombre de la
  eficacia se ha procedido a una distribución regresiva de la renta y la
  riqueza, se ha esquilmado a la naturaleza y unos pocos se han presentado
  como los únicos capaces de comprender y aplicar las recetas más
  adecuadas."
(Estefanía, 2011, p. 13).
Así pues, caben pocas dudas sobre la legitimidad, que no legalidad, de la
desobediencia civil en estados con democracias formales representativas.

3.- CONCLUSIONES.

La desobediencia civil se basa en una actitud ética, que justifica y legitima una
acción ilegal no violenta contra una ley o un acto de gobierno injustos, de modo
público y asumiendo las consecuencias. Esto es así también en los estados de
derecho con democracias formales y, aún más, es necesaria en una democracia
como último recurso de participación ciudadana.
Examinados los acuerdos y desacuerdos, nos queda una interrogante a
dilucidar: cómo llevarla a la práctica en la sociedad actual.
A veces en la historia, acciones lideradas por personas excepcionales han
conseguido cambios sociales de enorme trascendencia para una nación o
inclusa para la humanidad.
Pero no sería realista pedir o esperar de la ciudadanía acciones cotidianas
heroicas. Conseguir cambios sociales más o menos relevantes con actuaciones
cotidianas de personas “normales” dispuestas a decir “no” y pagar las consecuencias
es lo verdaderamente difícil, y requiere dos importantes condiciones previas: la
educación para la desobediencia y la participación democrática.
Primero la educación para la desobediencia, pero no cualquier desobediencia, y
no sin disciplina, pero no con cualquier clase de disciplina. Es decir, ejercer el
pensamiento crítico en vez del pensamiento único inculcado por el sistema.
Esto implica cambios de enorme trascendencia en el contenido y en la forma de
la educación, así como en las instituciones educativas y en las personas
implicadas: tanto personal docente como los propios alumnos y sus familias.
Ello en sí ya sería una verdadera revolución social, y a nadie se le oculta la
dificultad de tamaña tarea, que pocas instituciones, y no precisamente las
estatales, estarían dispuestas a acometer. Tampoco la ciudadanía en su
totalidad, pues algunos padres lo estarían deseando y otros no tanto, o nada en
absoluto.
En cualquier caso, el contenido a planificar sería básicamente el citado por
Jares :
-Fomento de la desobediencia ante aquellos mandatos o estructuras
  sociales injustas, autoritarias o vulneradoras de los Derechos Humanos
  vs. la obediencia como guía central de la educación que debe estar
  apoyada en la jerarquía y el temor al poder.
-El bien educado es el que es capaz de decidir por sí mismo y llegado el
 caso de desobedecer las leyes y pautas sociales injustas, vs. el bien
 educado es el obediente.
-Autonomía, vs. dependencia o sometimiento.
-Respeto, vs. sumisión.
-Disciplina democrática, como medio para conseguir los fines educativos,
  vs. disciplina autoritaria y dependiente del educador/a, y considerada
  como fin es sí mismo.
-Enseñanza activa, vs. enseñanza pasiva.
-Asentada en la reflexión y crítica constante de la realidad escolar y social,
  vs. aceptación del orden impuesto y desvinculación con la vida real.
-Cultura de los derechos y deberes, vs. cultura de los deberes sin derechos.
-Crítica constante a las prácticas escolares y sociales de dominio, vs. las
 asentadas en las relaciones de dominio.
-Fomento de la libertad de pensamiento y conciencia crítica, vs. favorecer
 la dependencia de pensamiento y el fanatismo.
-Distinción entre autoridad y autoritarismo, así como entre autoridad y
  obediencia, vs. el hacer sinónimos autoridad y autoritarismo, así como
  autoridad y obediencia.
-Requisito para la democracia y la libertad, vs. negación de la democracia
  y la libertad.
 (Jares, 2001, p. 117)

Recordemos también a Freire, cuando nos dice:
"Toda comprensión corresponde tarde o temprano a una acción.
Luego de captado un desafío, comprendido, admitidas las respuestas
hipotéticas, el hombre actúa. La naturaleza de la acción corresponde a la
naturaleza de la comprensión. Si la comprensión es crítica o
preponderantemente crítica la acción también lo será. Si la comprensión
es mágica, mágica también será la acción."
(Freire, 2009, p. 78).

Y además de este enfoque educativo, también se requiere la implantación
progresiva de mecanismos de participación democrática, que vayan haciendo
menos necesaria la opción, en última instancia, del último recurso ético: la
desobediencia civil.
Veamos qué nos dice Richmond, citado por Gaitán cuando trata el trabajo
social:
"Democracia es un concepto clave en Richmond, como inspiración y
modelo de conductas, como depósito y expresión de valores humanos
compartidos y como regulación de la vida social. En consecuencia, no es
extraño que resalte como premisa principal, junto a las ya señaladas, la
necesidad de que cada persona participe en la solución de los hechos que
la afectan; participación que es considerada una dimensión democrática
esencial."
(Gaitán, 2005, p. 61).
Las personas, más que ser, “estamos” iguales ante las leyes, y aún eso según
dónde y cuándo, porque esto ha variado en tiempo y lugar. Pero merecemos y
debemos “estar” iguales ante las leyes, porque compartimos una misma
naturaleza y dignidad humanas.
Pero cada persona es diferente de todas las demás, y tanto la dependencia como
la pasividad nos disminuyen, en opinión apoyada en Richmond (citada en
Gaitán, 2005, p. 61).
El ser humano ha evolucionado, entre otros factores, mediante la cooperación
social, aunque no haya sido de forma igualitaria. Y ello a pesar de las
hostilidades entre grupos humanos, y de los conflictos dentro del propio grupo,
siendo el conflicto un fenómeno inherente a la convivencia social, superable
mediante el diálogo, el consenso y el respeto mutuo. Aunque a lo largo de la
historia el egoísmo, la fuerza y la violencia hayan oprimido a la razón y a la
ética humanas, que se han ido imponiendo, a la larga, con el sufrimiento y la
dignidad, y también con la desobediencia ética y la obediencia racional, la
abnegación y el apoyo social logrado.
Pero no debemos hacernos ilusiones respecto a que los estados europeos emprendan este camino de la participación, y menos aún en las actuales circunstancias del planeta, cuyo saqueo están llevando a cabo “losmercados” con tanta eficacia y con tanta falacia.
Oficialmente, nunca será un buen momento para complementar la democracia
representativa con la democracia participativa, al menos en la medida de lo posible,  y en función del tema y el número de ciudadanos afectados por un asunto público.
Por eso mismo, la desobediencia civil será necesaria ahora más que nunca
y, previsiblemente no será suficientemente practicada.
Es posible que se hayan pasado los tiempos en que un gran movimiento de desobediencia civil, con una nítida demanda social y un liderazgo fuerte y prestigioso, podía tener lugar.
Esto es debido a la magnitud de los problemas globales existentes, y el monstruoso tamaño, poder y resistencia, pero escasa o nula visibilidad del actual "Leviatán" de Hobbes, estado global monopolizador de la violencia legal en sus multifacéticas formas, pero siempre con el mismo fondo: el dinero, el prestigio y el poder.
Con el actual  "Leviatán", como estado y como sistema global, ya es prácticamente imposible enfrentarse activa o pasivamente con éxito, porque su invisibilidad
no le impide aplastar, engañar o eludir a quien se le opone de forma única, puntual y concreta.
Parece haber llegado el momento histórico en el que múltiples desobediencias, en múltiples sitios y por múltiples motivos, aunque con liderazgos menos visibles y más "virtuales", pero coordinados en redes eficaces, podrían "descontrolar" al sistema y llegar a obligarle a aceptar cambios en ese contrato social que Rousseau y Hobbes definieron, y que ahora se rompe sin ningún pudor, para beneficio de la minoría más fuerte y en perjuicio de la mayoría más débil.
El ser humano ha evolucionado más en tecnología que en sentimientos y emociones,
y los sistemas políticos evolucionan con dificultad, adaptándose con demora a las condiciones materiales, económicas y tecnológicas de cada época, así como a los
intereses y exigencias sociales de la población, o mejor dicho, de las clases sociales que componen y en que se divide la sociedad.
Sólo así podría evitarse, mucho o poco, la demolición del Estado del Bienestar en
Europa, y la consecuente desaparición de sus prestaciones y garantías sociales.
De no ser así, quedaremos desprotegidos, con un sistema neoliberal, privado y antisocial, que es lo que pretenden ya desde hace muchos años, pero ahora de una manera descarada, los poderosos de la tierra, que ya dictan sus condiciones a los gobiernos y parlamentos formalmente democráticos de Europa, de Occidente y del Mundo.
Esperemos que la desobediencia civil haga camino al andar, y no surcos en el mar, por el bien de casi todos.
La humanidad ha progresado subida a hombros de gigantes del espíritu, el conocimiento y la solidaridad.
En este sentido, la desobediencia civil es una obra maestra de la conducta ética del ser humano.
             
                                     FGA

                                                                                                    
4.- REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.


- Estefanía, J. (2011). La economía del miedo. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
- Freire, P. (2009).   La educación como práctica de la libertad. Madrid: Siglo XXI.
- Fromm, E. (2011). .Sobre la desobediencia. Barcelona: Paidós.
- Gaitán, L. (2005). Los elementos constitutivos del trabajo social. EnT.Zamanillo y L.  Gaitán. Para comprender el trabajo social (pp. 51-78). Estella: Editorial Verbo Divino.
- García, D. (2001). Naturaleza y justificación de la desobediencia civil.  En X.      Etxeberria   (Dir./Ed.).  Enfoques de la desobediencia civil (pp. 15-32). Bilbao: Universidad de Deusto.
- Jares, X. (2001). ¿Educar para la desobediencia?. En X. Etxeberria (Dir./Ed.).
  Enfoques de la desobediencia civil (pp. 97-119). Bilbao: Universidad de Deusto.
- Pérez, J. A. (1994). Manual práctico para la desobediencia civil. Pamplona-Iruña:Pamiela.
- Solís Muñoz, C. R. (2003). Desobediencia Civil. Tesis no publicada. Universidad Arturo
 Prat, Escuela de Derecho. Iquique. Chile.
- Thoreau, H. D. (2010). Desobediencia civil y otros escritos. Madrid: Alianza.

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