viernes, 25 de enero de 2013

Sobre nuestro cerebro.

 


El cerebro constituye el elemento anatómico más peculiar de nuestra especie. A pesar de todos los progresos logrados durante el último siglo, su complejidad es causa de análisis continuo por parte de diversas especialidades.
Conocer los procesos que han moldeado nuestro cerebro a la largo de la evolución reviste una gran utilidad a la hora de formular hipótesis sobre su funcionamiento y su organización, así como sobre sus posibilidades y límites.
El cerebro es el órgano operativo más complejo que conocemos. Es también el más característico de los primates en general y nuestra especie en particular.
Sin embargo, aún ignoramos los procesos cerebrales a partir de los cuales emerge la mente. Los términos cognición e inteligencia siguen resultando difíciles de definir, y los intentos por cuantificar y describir sus variaciones se han mostrado tan necesarios y útiles como poco resolutivos.
Sólo un enfoque multidisciplinar puede ofrecer hipótesis completas e interesantes. Los neuro-anatomistas estudian los rasgos que diferencian a unas especies actuales de otras, y la bioquímica y biología molecular investigan los aspectos fisiológicos y genéticos de los procesos neuronales. La neurocirugía y la neurología revisten una importancia fundamental a la hora de anclar todo ese conjunto a la observación clínica, y durante los últimos años, también la psicología y la psiquiatría han realizado grandes aportaciones.
Gracias a la integración de todas esas disciplinas, se ha generado nuevos campos de investigación.
El cerebro humano moderno posee una forma particularmente esférica, debido sobre todo a la geometría de sus áreas parietales que resulta exclusiva de nuestra especie. Esa forma aparece como consecuencia de un proceso morfogenético muy temprano en la vida del individuo, próximo al nacimiento.
En los humanos modernos, el cambio en las proporciones parietales reviste una magnitud tal como para afectar a la geometría del cerebro en su conjunto.
Los aspectos cognitivos que podemos asociar a las áreas parietales más profundas se hallan vinculadas a nuestra capacidad de simulación. A partir de la interacción entre la vista y las actividades manuales, estas regiones representan una interfaz entre el mundo externo y el interno. Generan un sistema de coordenadas exterior,  y otro del individuo que componen un “espacio virtual” en el que entre otras cosas, pueden realizarse “experimentos mentales”.
Otras áreas parietales desempeñan también un papel en la integración de la memoria y el lenguaje, así como en las facultades de cálculo.
Las áreas parietales superiores y las intraparietales, se encuentran conectadas con las zonas frontales, lo que ha dado pie a teorías frontoparietales sobre la evolución de la inteligencia. Las mismas regiones se han asociado a patrones de integración cerebral (esquemas de correlación entre estructuras anatómicas) y puede que se relacionen asimismo con la velocidad mental.
En el pasado, se daba por sentado que a cada región cerebral, debía corresponderle un aspecto cognitivo. Hoy sabemos que aunque existen áreas cerebrales especializadas en funciones concretas, los procesos cognitivos se basan en la integración de varias redes neuronales, por lo que tampoco hay que ser muy rígidos a la hora de asociar funciones cognitivas a zonas cerebrales específicas.
Los investigadores han evaluado la estimulación cognitiva, así como la cantidad de depósitos de proteína ( placas “beta-amiloides”) que sus células tenían. Los resultados de esta investigación parecen demostrar que cuanto mayor es la estimulación cognitiva, menores son las cantidades de depósitos de proteína, considerada la principal causante del Alzhéimer.                                                                                                          
Los estudios han puesto de manifiesto que estas actividades cognitivas son más efectivas cuanto más se prolonguen en la vida de las personas. Es decir, aparecen placas que dañan la sinapsis, y hace que los neurotransmisores no funcionen, bloqueando las señales químicas de una neurona al punto de recepción de otra neurona. En una palabra, los neurotransmisores no funcionan porque dichas placas  amiloides lo impiden.
Entre uno y cinco años antes del diagnóstico, aparece una proteína (“mala”) llamada “tau” dentro de las neuronas, por lo que éstas empiezan a actuar mal, se desintegran, y el cerebro se retrae y se llena de “huecos”.
En concreto, la estimulación cognitiva tendrá un mayor impacto en la prevención del envejecimiento patológico si empieza alrededor de los 30 o 40 años de edad, y se mantiene toda la vida. En este sentido, las evidencias científicas son muy claras al recomendar cierta precocidad en el desarrollo de estilos de vida saludables para garantizar que el cuidado del cerebro sea tan importante como la constancia en la prevención del envejecimiento cerebral patológico.
La estimulación cognitiva es la creación de nuevas conexiones neuronales, o la consolidación de redes ya existentes entre distintas neuronas.
Si bien está demostrado que la estimulación cognitiva puede crear nuevas conexiones en el cerebro, el hecho de que una persona haga por ejemplo crucigramas o ejercicios memorísticos todos los días, o practique tres horas diarias con ejercicios de ordenador, no implica que verdaderamente esté estimulando su cerebro.
El cerebro tiene ocho funciones, y es importante trabajarlas todas. Hay que ejercitar cada función por separado, no hay ejercicios que valen para todas, son específicos.  Las ocho funciones son:
-Orientación espacial
-Memoria inmediata.
-Habla expresiva.
-Memoria lógica.
-Comprensión de textos e imágenes.
-Habla receptiva.
-Actividad intelectual.
-Percepción visual.
Solo si los problemas que plantean los ejercicios conectan con las inquietudes, intereses o realidades a las que se tiene que enfrentar el individuo, estimularán su cerebro.
La consolidación de nuevas conexiones neuronales es especialmente beneficiosa si se cumplen tres condiciones:  las tareas son novedosas, moderadamente desafiantes, y significativas para el individuo.
Si una actividad cognitiva no reúne estas tres condiciones, probablemente su cerebro ponga en marcha el piloto automático para realizarla, dejando de estimular las conexiones sinápticas que favorecen el aumento de la reserva cognitiva.
Desarrollar unos hábitos de vida neuro-saludables es sin lugar a dudas mucho más beneficioso para un cerebro que realizar ejercicios de dudosa efectividad. Un estilo de vista estimulante desde el punto de vista cognitivo, no solo promueve la salud cerebral, sino que además favorece la salud general, el bienestar emocional y las relaciones sociales.
El estilo de vida adecuado se basa en dos principios básicos: el desarrollo de habilidades a lo largo de toda la vida, y el mantenimiento durante todo ese tiempo de una vida absolutamente activa. Una vida que garantice también el relacionarse socialmente, realizar ejercicio físico y estimular nuestra cognición, aparte de cumplir con las responsabilidades domésticas, económicas, afectivas y de salud, para ser capaz de llevar una existencia independiente y autónoma.
Ciertos análisis recientes llevados a cabo mediante técnicas de formación de imágenes han revelado algo bastante sorprendente: en el cerebro de una persona tumbada sin hacer nada, se está llevando a cabo una cantidad notable de actividad cerebral. Cuando nuestra mente se encuentra en reposo (sentados en un sillón, dormidos, o anestesiados), ciertas áreas dispersas del cerebro, mantienen una interacción. La energía consumida durante ese incesante intercambio de mensajes, se ha denominado, modo operativo por defecto del cerebro.
Para comprender el modo operativo por defecto del cerebro, ha resultado clave el descubrimiento de un sistema desconocido al que se ha denominado red neuronal por defecto (RND).
Se investiga cual sería el papel exacto de la RND a la hora de organizar la actividad neuronal. Cabe la posibilidad de que orqueste el modo en que el cerebro organiza los recuerdos y diversos sistemas que necesiten preparación ante futuros sucesos.
Parece que puede desempeñar un papel crucial en la sincronización de todas las regiones del cerebro.  Se cree que la RND se comporta de forma parecida a un director de orquesta, emitiendo señales de sincronización, a imagen del director de orquesta que agita su batuta para coordinar la actividad entre las diferentes regiones del cerebro. Probablemente, tal sincronización (entre las regiones visual y auditiva del córtex, por ejemplo), asegura que todas las regiones del cerebro se hallen listas para reaccionar de forma concentrada entre los estímulos.
Este tipo de investigaciones ya ha arrojado cierta luz sobre determinadas patologías. Se han descubierto alteraciones en las conexiones  entre células  cerebrales de las regiones de la RND de pacientes con Alzhéimer, depresión, autismo o incluso esquizofrenia. De hecho, es posible que algún día el Alzhéimer se tipifique entre las enfermedades de la RND. Una proyección de las regiones cerebrales afectadas por el Alzhéimer, coincide nítidamente con el mapa de las áreas que constituyen la RND.
El cerebro es nuestro órgano más precioso. Su complejidad es única en el mundo natural y nos permite no solo pensar, sino también tener una identidad, cuidar de nuestro cuerpo, amar y sentirnos amados, hacer cosas por los demás, desear, plantearnos nuevos retos y alcanzar casi cualquier meta que nos propongamos.
Durante mucho tiempo los neurólogos creían que los circuitos del cerebro se desconectaban cuando una persona se hallaba en reposo. Sin embargo, los estudios de neuroimagen, han demostrado que hay un nivel persistente de actividad basal.
Las personas deben desarrollar  hábitos de vida neurosaludables, lo cual es por el momento, sin duda, la única prevención adecuada para aliviar y prevenir el deterioro cerebral y tener un buen envejecimiento activo.   
(Basado en un trabajo de N.B.)
 
 

 

                                                                                                                                             

 

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