sábado, 2 de febrero de 2013

Sobre el futuro.





La situación mundial no permite precisiones sobre su evolución, porque cambiarán otros paradigmas no previstos actualmente: no se sabe dónde nos lleva el futuro. Pero sí se puede hablar de posibles cambios globales para las próximas décadas.

Parece que las soberanías nacionales se verán debilitadas por la globalización, las migraciones, y la urbanización mundial.
Difícil decir algo clave: si las tecnologías de comunicación, el “ciudadano conectado”, y su virtualidad, permitirán un mejor y mayor control del poder, forzando su transparencia y posibilitando una democracia más participativa, o todo lo contrario, es decir, facilitará un mayor control del individuo por parte de Leviatán. Esa lucha se empieza a dar ahora, pero durará.
El individuo se vuelve más frágil en temas vitales tales como el oligopolio de la energía, los alimentos, el agua, la sanidad, la educación, y la cobertura de su vejez, con el Estado del bienestar absolutamente cercado y amenazado en Europa por el neoliberalismo. No olvidemos que la economía se mueve desde la demanda, y no desde la restricción y la desigualdad.
La globalización expandirá la ideología liberal, pero parece que necesitará combinarse con otros valores más tradicionales, surgiendo nuevas ideologías y valores, pero es poco probable que se alcance la uniformidad ideológica, y será complicado alcanzar consensos para gestionar retos globales.
El mundo no tendrá una potencia hegemónica, será multipolar, con varios centros de poder. El “imperio” desaparecerá, se volverá más abierto y caótico. Y la gestión global será imprescindible, pero mucho más compleja. La geopolítica se va a complicar.

El mundo es paradójico en éste momento. El individuo parece más fuerte, Internet multiplica su capacidad de actuación, pero debilita su identidad, y los retos de la humanidad sólo podrán gestionarse globalmente, por organizaciones como el Estado, pero no está claro a qué escala. El gobierno mundial sería bueno para controlar la globalización financiera, pero la tecnología evoluciona más rápido que la antropología, y no parece posible de “momento”, para bien o para mal. Las culturas son muy tercas, y el ser humano es muy territorial, aunque de eso se aprovechan unas pocas empresas globales.
Lo transcultural  y global requiere una ética transcultural, que sólo se ve posible en la evolución de los Derechos Humanos en el planeta.
Nuevos poderes surgirán, y controlarán al individuo utilizando la tecnología: el  Gran Hermano del 1984 de Orwell puede estar cerca, y el monopolio del estado en la utilización de la fuerza, según Weber, no sabemos dónde acabará llegando, o en qué forma y manera.
Enorme problema el de controlar el poder y garantizar los derechos y las libertades.
Con respecto a la liberalización de los mercados,  la ausencia de regulaciones y de estado, no la arregla la mano “invisible” del mercado: es muy visible y dura, y sólo arregla lo que se pude pagar con dinero: es la mano del más fuerte, y sus amigos y aliados.

El pensamiento crítico se hace más necesario que nunca frente al pensamiento único. Recordando las palabras de Ignacio Ellacuría, se hace más preciso que nunca “Cargar con la realidad, y encargar la realidad”. Si no, otros lo harán por nosotros.
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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