martes, 11 de junio de 2013

Dignidad, adaptación y ética.






En este blog figura una entrada de fecha 24/12/2013 titulada “Modernidad, postmodernidad y lo que viene”. En ella se decía al final que, para las personas, la adaptación y la evolución no son el mismo concepto y que ello tiene repercusiones en la dignidad humana.
Existe una dignidad humana innata o inherente al ser humano y, con otro matiz, una dignidad que se adquiere o se pierde con “el hacer” humano. Esta dignidad implica respeto, propio y ajeno, como consecuencia del mérito que se otorga a quien tiene una norma más elevada de comportamiento, según decía Kant.
Las normas de comportamiento constituyen la ética, así que el mérito y el respeto, o sea la dignidad, corresponderían a quien le reconozcamos una actuación mejor o más elevada. La ética de las personas y grupos sociales, civilizaciones incluidas, implican un sentido de la vida que es cultural, aunque cada persona necesita un sentido personal de su vida para que su existencia sea “soportable”. La ética común para la humanidad está hoy día constituida por los Derechos Humanos, como ética transcultural.
La dignidad, el respeto, el mérito y la ética personal son conceptos vinculados y relacionados también con la libertad objetiva que realmente tiene la persona y la libertad subjetiva que cree tener. Los neurocientíficos sostienen que objetivamente no existe el “libre albedrío”, ya que el Yo individual y la voluntad se originan en el cerebro, y el cerebro está sujeto a procesos bioquímicos, como los neurotransmisores y neuroreceptores, así como a procesos sociales de educación, adaptación y evolución, los cuales son posibles gracias a la “plasticidad” cerebral.
Tanto la ética como la estética son vitales para el ser humano, pero de muy diferente manera. Interviene aquí el llamado “locus o sitio de control”, que puede ser interno o externo, originando así acciones “autotélicas” o “exotélicas”. La estética tiene, al parecer, un “locus de control” más externo, es más exotélica, se basa más en el parecer y el tener, es menos libre. La ética se vincula con el ser y el hacer, y tendría según esto un “locus de control” más interno, más autotélico, más libre.
Así mismo, la dignidad tiene relación con la obediencia, siendo digno de obediencia aquello que merece ser obedecido: lo que es justo. La obediencia ciega a aquello que es legal, pero injusto, es indigna. A veces, la desobediencia es más ética, justa y digna que la obediencia. Obedecer es más exotélico y desobedecer más autotélico.
La palabra democracia se emplea para designar realidades muy diferentes, y está a su vez vinculada con la dignidad humana. Diferente asunto es cómo conseguir una democracia que merezca ese nombre en un mundo globalizado.
Últimamente escuchamos con frecuencia que libertad y seguridad son conceptos que se contradicen, lo cual es utilizado como excusa para justificar el incumplimiento de derechos y deberes, el incremento del control sobre la ciudadanía y la reducción de las libertades civiles y la privacidad.
Pero como se ha dicho ya, los Derechos Humanos constituyen la ética transcultural de nuestra época, y necesitarán adaptarse y evolucionar por “generaciones”: desde los derechos civiles y políticos, a los derechos económicos, sociales y culturales, y desde éstos a los relacionados con las tecnologías de información y comunicación, la ecoética y la bioética.
En este siglo XXI, los conflictos serán éticos e ideológicos, incluida la macroeconomía y las grandes finanzas, que siempre han sido políticas y sociales. La microeconomía, sobre todo cuando se aplica a estados, países y naciones como si fuesen meras empresas o familias, merece más el nombre de “contabilidad”, por más compleja que quieran hacerla parecer. 
 

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