miércoles, 19 de junio de 2013

Keynes y la importancia de comprender la naturaleza del problema.





Al comienzo de la recesión que siguió al “crash” de 1929, Keynes advirtió  acerca de la necesidad de comprender la naturaleza del problema que ocurría para ser capaces de enfrentarse a él:

“El mundo ha sido lento en darse cuenta de que este año estamos viviendo bajo la sombra de una de las mayores catástrofes económicas de la historia moderna. En este momento la recesión probablemente está algo forzada por razones psicológicas. Sin embargo, en cualquier momento puede ocurrir una suave reacción al alza. Pero en mi opinión, no puede haber una recuperación real hasta que la intención de los que prestan y la intención de los que toman prestado para la  producción vuelvan a coincidir otra vez. Rara vez en la historia moderna ha sido mayor la separación entre ambas intenciones y tan difícil acercarlas de nuevo. A menos que forcemos nuestras voluntades y nuestras inteligencias, impulsados por la convicción de que este diagnóstico es correcto, para encontrar una solución en estas circunstancias. Porque si el diagnóstico es correcto, la recesión puede dar lugar a una depresión, acompañada por un hundimiento del nivel de precios, lo cual puede durar durante años, con indecibles daños para la riqueza material y para la estabilidad social de todos los países afectados."
Keynes, “The Grand Slump of 1930”.
 
Así fue, y de nuevo ha sido y es el dilema con el que los dirigentes mundiales se enfrentan hoy: calibrar mal la situación y tratarla como una recesión pasajera más, o dedicarse a la tarea de enfrentarse a un serio problema estructural, empezando por comprender su naturaleza, y evitar así culpar de la situación a fenómenos que no son su causa, o aplicar pasadas soluciones a nuevos problemas estructurales. Esas soluciones serían frágiles, breves y vulnerables si lo que ocurre es un nuevo paradigma.

 
 


 

 

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