lunes, 15 de julio de 2013

Los gobiernos y la deuda: finanzas, educación y democracia.





El hecho es que los gobiernos pagan sus deudas si les interesa hacerlo, pero no de otro modo. Un individuo encuentra conveniente ser honesto en tanto quiera pedir nuevos préstamos y obtenerlos, pero cuando ha agotado su crédito, le puede resultar más ventajoso escaparse. Un gobierno está respecto de sus súbditos en una posición distinta de aquella en que se halla respecto de otros países. Sus súbditos están a su merced, y por tanto no tiene motivos para ser honesto con ellos a menos que desee volver a pedirles prestado. Cuando ya no hay más esperanza de préstamo interno, el permitir que la moneda se devalúe, enjugando así toda la deuda interna, compensa a un país. Pero la deuda exterior es harina de otro costal. Son pocas las naciones en condiciones de afrontar cosas de este tipo y por lo tanto la mayoría de los países es prudente en lo tocante a la deuda externa (…).
Cuando interesa a un gobierno devaluar su moneda o cancelar sus deudas, lo hace. Algunas naciones, es cierto, alborotan mucho en torno a la importancia moral de pagar las deudas, pero son naciones acreedoras. Y que las naciones deudoras les escuchen se debe a su fuerza, y no a una convicción ética (…).
Parece un tópico decir que el dinero sólo es útil porque puede cambiarse por mercancías, y sin embargo hay pocas personas para las que esto sea cierto, tanto emocional como racionalmente (…).
Puesto que las finanzas representan la riqueza, hay una tendencia en los ricos a seguir la dirección de los banqueros y financieros. Pero en realidad, los intereses de los banqueros son opuestos a los intereses de los industriales (…).  
En todo el mundo, los intereses de las finanzas en los años recientes  han sido opuestos a los intereses públicos en general. No es probable que este estado de cosas cambie por sí solo. No es probable que una comunidad moderna prospere si sus asuntos financieros son conducidos teniendo en cuenta únicamente los intereses de los financieros, sin considerar los efectos sobre el resto de la población. Cuando éste es el caso, no es prudente dejar que los financieros persigan desenfrenadamente su beneficio privado (…).
El resultado es una creciente necesidad de intervención gubernamental en las finanzas. Sería necesario considerar las finanzas y la industria como formando un conjunto (…). Las finanzas son más poderosas que la industria cuando ambas son independientes, pero los intereses de la industria se aproximan más a los de la comunidad que los intereses de las finanzas.  Ésta es la razón por la que el mundo ha llegado a este extremo: el excesivo poder de las finanzas (…).
El ciudadano ordinario se queda mudo de espanto cuando le hablan en toda esa jerga. Siente que cualquiera que pueda hablar con sospechosa facilidad de tales materias debe de ser muy sabio, y no se atreve a preguntar qué dice (…). Esta situación de incomprensivo respeto por parte del público en general  es exactamente lo que necesita el financiero para que la democracia no le ate las manos. Tiene, por supuesto, muchas otras ventajas en sus relaciones con la opinión pública.  Siendo inmensamente rico, puede fundar universidades y asegurarse de que la parte más influyente de la opinión académica le esté sometida (…). Poseedor del poder económico, puede distribuir la prosperidad o la ruina a naciones enteras, según se le antoje (…). Es un hecho notable que, a pesar de la importancia de la economía para cualquier persona, la materia casi nunca se enseña en las escuelas, y aun en las universidades la estudia sólo una minoría. Además, esa minoría no aprende estas cuestiones como las aprendería si no hubiese intereses políticos en juego. Hay unas cuantas instituciones en que se enseña sin finalidad plutocrática, pero son muy pocas. En general este tema se enseña siempre para mayor gloria del “statu quo” económico (…).
En las finanzas, como en la guerra, casi todos aquellos que tienen capacidad técnica tienen también propensiones contrarias a los intereses de la comunidad (…). Exactamente lo mismo ocurre con las finanzas. Casi nadie sabe nada acerca de ellas, excepto quienes se dedican a obtener dinero del actual sistema y que, naturalmente, no pueden adoptar puntos de vista completamente imparciales. Sería necesario, para resolver esta situación, que las democracias del mundo tomaran conciencia de la importancia de las finanzas y buscaran la manera de simplificar sus principios para que fueran ampliamente comprendidos. Hay que admitir que ello no es fácil, pero no creo que sea imposible. Uno de los impedimentos para el éxito de la democracia en nuestra época es la complejidad del mundo actual, que hace cada vez más difícil para la persona ordinaria formarse una opinión inteligente sobre cuestiones políticas, e incluso decidir quién es la persona cuyo juicio experto merece el mayor respeto. El remedio de ese mal está en mejorar la educación, y en dar con modos de explicar la estructura de la sociedad más fáciles de entender que los empleados actualmente. Todo creyente en la democracia efectiva debe estar a favor de esta reforma.
B. Russell, El Midas moderno, 1932
 
 

 

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