domingo, 25 de agosto de 2013

Gótico y luz.





El estilo románico no se prolongó más allá del siglo XII. Una nueva idea constructiva nació en Francia, en Normandía, y constituyó el principio del estilo gótico en la segunda mitad de dicho siglo XII.

En este estilo los pilares bastaban para sostener las vigas de la bóveda, las piedras restantes eran mero relleno, los muros macizos existentes entre pilares eran en realidad superfluos. Era posible levantar una especie de “andamiaje” pétreo que mantuviera unido el conjunto. Lo único que se necesitaba eran delgados pilares y estrechos nervios, lo demás entre ellos se hubiese podido suprimir sin riesgo de que se hundiera la estructura. En lugar de pesados muros de piedra podían colocarse amplios ventanales. Esta pericia lumínica de piedra y vidrio requería minuciosos cálculos, pero con ello se lograba construir iglesias de un nuevo tipo, edificios de piedra y cristal como nunca se habían visto hasta entonces.

Pero el uso el uso de vigas cruzadas no bastaba por sí sólo para hacer posible ese nuevo y revolucionario estilo arquitectónico gótico. Hacían falta además arcos apuntados, cuya gran ventaja es que se pueden variar según convenga, haciéndolos achatados o puntiagudos según las exigencias de la estructura. Y además, las pesadas piedras de la bóveda no presionan solamente de arriba abajo, sino que también lo hacen hacia los lados. Los pilares solos no bastaban para resistir esta presión lateral, por lo que resultaban necesarios sólidos contrafuertes. En las bóvedas de las alas esto era viable, porque los contrafuertes se podían construir por fuera, pero no así en la nave central, ésta tenía que ser aguantada desde el exterior, mediante arbotantes que completaban el “andamiaje” de la bóveda gótica.

 

Las grandes catedrales de mediados o finales del siglo XII, y las del siglo XIII, fueron concebidas de forma magnífica y atrevida. Aún hoy día sigue proporcionando una gran sensación entrar en sus amplios recintos interiores. Apenas podemos imaginar la impresión que esos edificios debieron de causar en el Medievo a quienes sólo habían conocido las pesadas y macizas estructuras del románico. Las paredes de estas nuevas construcciones ya no eran frías y cerradas, sino que estaban hechas de vidrios coloreados que brillaban como piedras preciosas.




En el siglo XIII, la época de las grandes catedrales, Francia era el país más rico y hegemónico de Europa, y la Universidad de París era el centro intelectual del mundo occidental.






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