sábado, 21 de diciembre de 2013

Mayores.



Hace no demasiado tiempo, recordarán Uds la “boutade” del ministro de finanzas de Japón que pidió a los ancianos nipones un acto supremo de patriotismo: que aceleren su muerte para evitar gastos innecesarios a la sanidad pública. Lo dijo muy claramente: “Que se den prisa y se mueran…Yo me despertaría sintiéndome mal si sé que el tratamiento está pagado por el Gobierno”. Insólita sinceridad la del  ministro, a la sazón uno de los políticos más ricos de Japón, pidiendo el suicidio en masa como remedio para aliviar la crisis; pero insólita no solo por lo inhabitual de decir estas cosas en público, que tantos otros ya habrían pensado, sino por haberlo dicho a la provecta edad de 72 años. Incluso en Japón se ofendieron y el tipo zanjó el asunto pidiendo disculpas por sus “declaraciones inapropiadas” (sic).

Aunque meditando sobre el tema nuevamente al fin y al cabo no resulta disparatado intentar desembarazarse de los viejos cuando estás anegado de codicia. El capitalismo es un sistema que se basa en la rentabilidad independientemente de las necesidades de las personas. Éstas se convierten en un medio más y cuando alguien no es productivo, aunque haya trabajado toda su vida aportando recursos a la sociedad, es lógico que desaparezca como unidad de coste, por improductivo. Hace unos meses, un poco antes de las declaraciones del citado ministro japonés, el Fondo Monetario Internacional elaboró un informe pidiendo que se bajaran las pensiones por “el riesgo de que la gente viva más de lo esperado”. Esto no ocasionó ningún escándalo, como lo del ministrillo japonés, porque cada vez nos suena más esta cantinela de que vivir más tiempo de lo debido es todo un problema.
Durante décadas se trabajó para que las personas vivieran más y mejor, pero ahora la crisis sugiere que dicha política sanitaria, asistencial, educativa, ha resultado contraproducente desde el punto de vista económico. En unos pocos años se calcula que en los países desarrollados se vivirá dos años más y eso preocupa al FMI y a muchos gobiernos que actúan como su alargada sombra sobre la economía real, es decir, contra los intereses reales de sus ciudadanos. Y no paran de intentarlo sin disfraz, con la piel de lobo, que al fin y al cabo ser auténticos les sale muy barato.

Pero puede haber otras fórmulas igualmente efectivas: trabajar más años, congelar leyes como la de Dependencia, privatizar la sanidad pública aunque haya que incluir los beneficios, imponer el repago del euro por receta para limar el consumo de medicinas, laminar competencias de las Comunidades Autónomas que tanto estorban la gestión del desaguisado, etc. Recordemos que la posibilidad de empeorar la expectativa de vida es algo factible, como ya demostró la política de Margaret Thatcher en el Reino Unido.
En el FMI se sabe que España , junto con Japón, es uno de los países donde la gente vive más años. El Gobierno está dispuesto a aplicar, obediente, las recetas propuestas de recortes por el despiadado organismo internacional a través de “los hombres de negro” de Bruselas. Lo cierto es que vienen a por los viejos con la disculpa de que hay que dar salida a los jóvenes. Y para ayudarles (…) y la subida del IVA en lontananza, en lugar de bajarlo y gravar las transacciones especulativas financieras que aliviarían las consecuencias de tanto regalo público a las instituciones financieras peor gestionadas, (…).

Es un grave error asociar solamente la vejez o la juventud con la edad como también lo es asociar la sabiduría a la edad. No se es más sabio por ser anciano pero está claro que existen jóvenes ancianos (...), y ancianos jóvenes de los cuales puedes aprender muchísimo. Todo menos apartarles para que no molesten y el ojalá que se mueran.

(Gabriel Otalora, Objetivo: los viejos, Deia, lunes 16 de diciembre de 2013).



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