sábado, 14 de diciembre de 2013

Distopías literarias del siglo XX y profecías cumplidas.





La ciencia- ficción puede resultar fascinante, y desde Jules Verne en el siglo XIX hasta la actualidad, asombra el grado de acierto predictivo de los avances tecnológicos descritos por los diversos autores (sobre todos el citado y famoso Verne con obras como Viaje al centro de la Tierra, Viaje a la Luna, 20.000 leguas de viaje submarino, etc.), o simplemente la viabilidad científica y tecnológica de los inventos o sucesos predichos.

Pero la ciencia-ficción distópica o sociedades-ficción son algo muy diferente. Han sido llamadas utopías, si sus propuestas son básicamente buenas desde un punto de vista ético, o distopías en caso contrario. Han existido desde la antigüedad, aunque algunas han sido meras propuestas de organización social y otras, en cambio, profecías que se van cumpliendo de verdad.
Como ejemplos del primer caso se pueden citar La República de Platón, La Política de Aristóteles, la Utopía de Tomás Moro o La Isla de Aldous Huxley. Nunca han tenido lugar, reflejan una ideología y unos valores, y en base a ellos se han pretendido justificar o han servido como referencias para actuaciones históricas posteriores de uno u otro signo.

Mas en el otro caso, el de las profecías cumplidas, se dan casos bien sorprendentes y cercanos. Me refiero a Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.

Un mundo feliz fue escrito por Aldous Huxley en 1932. En él se describen tecnologías reproductivas, cultivos humanos, sistemas de hipnopedia (el llamado soma) y, en definitiva, una sociedad en la que los seres humanos pretenden ser felices sin familia, sin diversidad cultural, sin arte, sin avance científico, sin literatura, sin religión ni filosofía.
Existían los llamados “salvajes” como muestra humana poco evolucionada, que conocían la alegría pero también sentían el dolor y la angustia, pero la sociedad tenía unos valores derivados de una felicidad artificial basada en la manipulación, la falta de libertad de elección, la falta de libertad de expresión, la falta de ejercicio intelectual, la falta de expresión emocional, y con una pretendida felicidad basada en el consumismo y en humillantes diferencias genéticas, sociales y laborales.

Todo ello nos toca ya muy de cerca, como sistema, y una falta de bioética global podría traer el resto.

1984  fue escrita por George Orwell y publicada en 1949. En esta obra el omnipresente y vigilante Gran Hermano ejerce un control total en una sociedad sin ninguna posibilidad de privacidad, con una ubicua policía del pensamiento  y una neolengua vigilante del léxico y la represión del mismo, sabedores de que lo que no existe en el lenguaje no puede ser pensado.
Que conteste cada uno/a para sí mismo/a si no vivimos ya en una Sociedad Orwelliana totalitaria y represora.

Fahrenheit 451 fue escrita por Ray Bradbury en 1953. Se nos presenta en ella una sociedad en la que los libros están prohibidos, se queman los libros, aunque existen disidentes perseguidos que los conservan, leen, ocultan y memorizan. Es una civilización esclavizada por el conformismo y los tranquilizantes. Grandes pantallas de televisión ocupan las paredes y emiten folletines interactivos, y la gente vive en un infierno conformista en el que sólo se escucha música simplona y noticias banales, mientras circulan por las avenidas con coches de gran potencia y velocidad.
Todo ello ya no es novedad.
Estas tres obras maestras de la literatura del siglo XX han resultado ser profecías cumplidas, en general para desgracia de la mayoría. Mucho tendría que cambiar y reaccionar la humanidad para salvarse y evitar estos hechos consumados, que no hace muchos años eran meras distopías. Asombrosa fue la capacidad de análisis sistémico de sus autores cuando se escribieron estas premoniciones.
 
 

 

 

 

 

 

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