viernes, 12 de diciembre de 2014

Las causas profundas de un síndrome.



 

Es de suponer que en el tema de que se trata a continuación se cumplen al menos dos dichos populares. Uno es: “No es oro todo lo que reluce”, el otro: “Ni son todos los que están, ni están todos los que son”.
La profunda y duradera crisis financiera iniciada en 2008 ha afectado a la economía real (de realidad, no de realeza) poniendo de manifiesto “lo nunca visto”. Al igual que cuando disminuye el caudal de agua de un río aparecen las piedras de su lecho, así han aparecido los “defectos estructurales” de muchas realidades.
Por estos lares no ha sido para menos, sino más bien al revés. Siendo el tema peliagudo, manido, y debatido ya desde muchos frentes, no es cuestión de entrar aquí en el análisis de causas y efectos, ni de salidas y alternativas, ni de conclusiones sociales, económicas, o políticas del mismo. El problema es sistémico, y el saqueo financiero generado ha sido aprovechado para recortar, atacar, y poner en causa el Estado del Bienestar desde la ideología neoliberal imperante.  
Hay un tema específico que se ha puesto especialmente de manifiesto, porque las diferencias y desigualdades generadas por la llamada “crisis” (en realidad es el cambio de un paradigma que ya no volverá), que hasta ahora era poco conocido y  quizás consentido o tolerado, incluso no muy mal visto por mucha “gente de a pie”: la corrupción (incluida la evasión fiscal). Dicen que en el extranjero llaman ahora “síndrome español” al hecho de que personalidades afectadas judicialmente en casos semejantes no dimitan en primera instancia, e incluso la gente les siga votando, si llega el caso y viene a cuento, o a cuenta.
Bien es verdad que existen indicadores y ratings internacionales de corrupción y trasparencia, jueces y fiscales anti-corrupción trabajan meritoriamente, se promulgan leyes al respecto, se hacen públicos datos en aras de la trasparencia, etc. Pero las razones de la existencia de tal fenómeno y su tolerancia son generalmente superficiales, y aunque es verdad que la falta de trasparencia y control facilita esa laxitud ética, no es menos cierto que las causas estructurales, culturales, e idiosincrásicas que la generan no parecen haber sido analizadas en profundidad. Pero causas hay, y muy antiguas, seculares, casi olvidadas en el inconsciente colectivo (salvo para algunos especialistas que minoritariamente puedan conocerlas y tenerlas presentes).
Las causas profundas podrían tener sus raíces en:
 
-          La débil influencia de la Ilustración en el siglo XVIII.
 
-          La ausencia de revoluciones burguesas en la modernidad.
 
-          El poco arraigo de las ciencias.
 
-          La débil influencia de la Revolución Industrial en el siglo XIX.
 
-          La débil industrialización en el siglo XX.
 
-          La tardía introducción de la democracia.
 
-          La inadecuación entre época y valores.


El problema empieza en los siglos XVI Y XVII, al comienzo de la modernidad, tras el descubrimiento y conquista de América, en pleno periodo hegemónico español. Recordemos que varios estados europeos, entre otros las actuales  Alemania y Francia, sufrieron crueles guerras internas de religión entre católicos y protestantes. No así España, cuya reconquista secular contra los musulmanes fue culminada en el siglo XV, y cuya monarquía se posicionó contra la reforma protestante en Europa, y contra los musulmanes en la cuenca mediterránea, principalmente el Imperio turco Otomano. Internamente no había cuestión: monarquía, nobleza, y pueblo eran monolíticamente católicos y contrarreformistas. Como consecuencia de lo anteriormente expuesto, cuando llegó el siglo XVIII y surgió el fenómeno de la Ilustración en Europa, el llamado Siglo de las Luces, o de la Razón, o del despotismo ilustrado, ello ocurrió no casualmente en la librepensadora Francia y en Alemania, pero no en España.
Citando a Kant:
La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento, sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí el lema de la Ilustración.

La pereza y la cobardía son las causas de que una gran parte de los hombres permanezca, gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida, a pesar de que hace ya tiempo la naturaleza los liberó de dirección ajena y por eso es tan fácil para otros erigirse en sus tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un director espiritual que reemplaza mi conciencia moral, un médico que me prescribe la dieta, etc, entonces no necesito esforzarme. Si puedo pagar, no tengo necesidad de pensar: otro asumirá por mi tan fastidiosa tarea. Aquellos tutores que tan bondadosamente han tomado sobre sí la tarea de supervisión se encargan ya de que el paso hacia la mayoría de edad, además de ser difícil, sea considerado peligroso para la mayoría de los hombres (y entre ellos todo el bello sexo). Después de haber entontecido a sus animales domésticos, y procurar cuidadosamente que estas pacíficas criaturas no puedan atreverse a dar un paso sin las andaderas en que han sido encerrados, les muestran el peligro que les amenaza si intentan caminar solos. Lo cierto es que este peligro no es tan grande, pues ellos aprenderían a caminar solos después de unas cuantas caídas: sin embargo, un ejemplo de tal naturaleza les asusta y, por lo general, les hace desistir de todo intento.

Por tanto, es difícil para todo individuo lograr salir de esa minoría de edad, casi convertida ya en naturaleza suya. Incluso le ha tomado afición y se siente realmente incapaz de valerse de su propio entendimiento, porque nunca se le ha dejado hacer dicho ensayo. Principios y formulas, instrumentos mecánicos de uso racional -o más bien abuso- de sus dotes naturales, son los grilletes de una permanente minoría de edad. Quien se desprendiera de ellos apenas daría un salto inseguro para salvar la más pequeña zanja, porque no está habituado a tales movimientos libres. Por eso, pocos son los que, por esfuerzo del propio espíritu, han conseguido salir de esa minoría de edad y proseguir, sin embargo, con paso seguro.

Pero, en cambio, es posible que el pueblo se ilustre a sí mismo, algo que es casi inevitable si se le deja en libertad. Ciertamente, siempre se encontrarán algunos hombres que piensen por sí mismos, incluso entre los establecidos tutores de la gran masa, los cuales, después de haberse autoliberado del yugo de la minoría de edad, difundirán a su alrededor el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la vocación de todo hombre a pensar por sí mismo. Pero aquí se ha de señalar algo especial: aquel pueblo que anteriormente había sido sometido a este yugo por ellos obliga más tarde a los propios tutores a someterse al mismo yugo; y esto es algo que sucede cuando el pueblo es incitado a ello por algunos de sus tutores incapaces de cualquier Ilustración. Por eso es tan perjudicial inculcar prejuicios, pues al final terminan vengándose de sus mismos predecesores y autores. De ahí que el pueblo pueda alcanzar sólo lentamente la Ilustración. Quizá mediante una revolución sea posible derrocar el despotismo, pero nunca se consigue la verdadera reforma del modo de pensar, sino que tanto los nuevos como los viejos prejuicios servirán de riendas para la mayor parte de la masa carente de pensamiento.

Pero para esta Ilustración únicamente se requiere libertad, y, por cierto, la menos perjudicial entre todas las que llevan ese nombre, a saber, la libertad de hacer siempre y en todo lugar uso público de la propia razón. Mas escucho exclamar por doquier: ¡No razonéis!, el oficial dice: ¡No razones, adiéstrate!, el funcionario de hacienda: ¡No razones, paga!, el sacerdote: ¡No razones, ten fe!. Por todas partes encontramos limitaciones de la libertad. Pero ¿qué limitación impide la Ilustración?, y por el contrario, ¿cuál la fomenta?, mi respuesta es la siguiente: el uso público de la razón debe ser siempre libre; sólo este uso puede traer Ilustración entre los hombres.”(…)

Immanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración? (1784).
 

Si bien en España tuvo escaso eco, la Ilustración fue el germen de las revoluciones burguesas y del desarrollo de las ciencias. Como más importantes sucesos del siglo XVIII podemos citar la Independencia de los Estados Unidos de América frente a la corona británica (1776), la Revolución Francesa (1789), y la Enciclopedia.
 
El desarrollo de las ciencias tuvo como consecuencia la Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX, primero en Inglaterra, luego en Europa y en los recientemente independizados Estados Unidos, pero no en España. La máquina de vapor, el ferrocarril, la industria textil, la industria del acero, etc., así como los conocimientos de la termodinámica, el electromagnetismo, la mecánica, la química, las matemáticas, y la ciencia-tecnología, llegaron tarde y desde el exterior a la península. Tras la invasión napoleónica, el absolutismo y la Inquisición se imponían de nuevo, en pleno siglo XIX,  al sur de los Pirineos.
 
El siglo XX es conocido y reciente, ¡que inventen ellos!, religión, dictadura, débil industrialización, democracia tardía, educación sesgada o insuficiente, y una investigación, desarrollo e innovación casi inexistentes (la construcción inmobiliaria y el turismo no son ciencia y tecnología, mucho menos nuevas tecnologías), por no mencionar terratenientes y similares.
 
Y en esas condiciones se llegó a entrar en la Unión Europea (o viceversa, es decir, la UE entró aquí), y el euro, la globalización, Internet y la era digital, junto con la especulación financiera mundial, la nanotecnología, la biotecnología, y las neurociencias. Demasiado “fuerte” la entrada en este siglo XXI, tras tres siglos pasados (XVIII, XIX, y XX) en una existencia pre-ilustrada.
 
En el Medievo el poder feudal se apropiaba de los bienes, en la Modernidad el capital industrial explotó bienes y personas, en la Posmodernidad el capital  financiero especula con todo, incluido lo digital y lo virtual, lo cosifica todo, incluso las personas. Como consecuencia de todo ello, gran parte de la sociedad española vive actualmente en una época digital - global, pero con valores pre-ilustrados y pre-industriales, escasamente democráticos. Esta podría ser una causa profunda del síndrome de corrupción, ni siquiera mal visto socialmente hasta que la “crisis” vivida lo ha puesto de manifiesto, en evidencia frente a la creciente desigualdad,  y se ha cuestionado y rechazado. La apropiación feudal preindustrial, la especulación financiera y digital, el neoliberalismo global, y la democracia formal, forman una extraña mezcla.

¿No era mejor una Ilustración racional, no despótica, democrática y participativa, transparente, sin perezas ni cobardías, esforzándose para que algunos no “tutoricen” a todos los demás, económica, racional, y éticamente, como preconizaba Kant en 1784?.
Parece que vamos un poco retrasados.
 
 
 

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