domingo, 3 de diciembre de 2017

Las divagaciones y el Kairós.



Creen que no les oigo.
Pero sí.
El local tiene
buena acústica
y yo todavía
bastante buen oído.
Dicen que no sé ser feliz.
Ni un momento.
Eso les molesta.
Tengo mis dudas,
pero creo
que se equivocan.
Mejor callar.
Discutir desgasta.
Cosas así,
ya no me duelen.

Soy feliz, a veces.
La relación social
no es mi fuerte.
La confundí
con la laboral,
que ya no tengo.
Y a mi edad
ya no se hacen
amigos de verdad:
somos de segunda mano
y fallamos.
Me basta
con mi familia nuclear.

Aficiones tengo,
soy algo caótico:
necesito quien ordene
mi vida, con la suya.
En eso he tenido
mucha suerte.

Lo que sé,
solo me vale a mi.
Nadie escucha.
Observo y entiendo.
Aprendo siempre:
inteligencia,
cultura
y curiosidad
intelectual
tengo.
Pero no tanto, listura.

Antes discutía,
explicaba lo que nadie
quería saber,
pero ya no.
No merece la pena.
Como mucho,
digo mi verdad
y me callo.
O me voy.
Me dicen
que vivo en un universo
paralelo:
tienen razón.

La cosa
más difícil del mundo
es saber
lo que los otros piensan
y sienten.
Nunca se acierta,
nunca...¡jamás!.
¡Complicado!
¡Qué sorpresas!
Eso mismo
les pasa conmigo,
y a mi con ellos.
Además,
todos cambiamos.
Te hacen sufrir mucho.
Es mejor no tener expectativas
con los demás, solo las justas,
(como con las bromas).
Porque luego
pasa lo que pasa...
Somos muy suspicaces.
El talante nos cambia
de la noche a la mañana.

Hablamos de 'la vida'
y omitimos,
pensar y decir
'lo que nos quede de vida'
y no es lo mismo.
No da igual.
'Fulanito ha muerto,
tan joven, con lo sano
que estaba, qué cosas
tan raras pasan,
¿por qué será?'
dice un señor de unos 80 años.
Claro, ¡qué raro!
¡Últimamente
se muere gente
que no se había muerto
nunca antes...!
¡Qué cosas...!
Y los demás seguimos
con la vida
que nos queda.

Con la edad se pierde
la homeostasis fisiológica.
Se van recibiendo
golpes vitales
y entra en juego
la resiliencia.
Aprendí esa palabra,
resiliencia,
cuando estudiaba
resistencia de materiales.
Pero ahora
está de moda
psicológicamente hablando.

Siempre quedan los idiomas,
los viajes, los libros,
la música,
para ayudar en el presente,
dejar atrás el pasado
y no pensar demasiado en el futuro,
más bien escaso,
que quede.
También ayuda el escribir.
En cambio,
hablar de política o religión
amarga el carácter
y te hace perder amigos.

Uno se va haciendo
raro, tímido,
se alternan
la amabilidad y la ira.
Siempre he creído
en la máxima délfica:
'Conócete a ti mismo'.
Ahora lo dudo.
Ni siquiera sé
si eso es posible.
Cambiamos,
de contínuo.
Nosotros y los demás.
Aparece y desaparece
el lado oscuro
de todos y cada uno.
Si lo conoces,
la vida se torna
más completa
e interesante.
La sombra,
propia y ajena,
son muy difíciles de conocer.
Es el cambio
quien da un toque
inesperado
a una vida casi completa.

Solo una persona
tiene el derecho
de cantarme las verdades.
Yo se lo dí.
Evito tener el corazon frio,
para no tener las alas plegadas.
Los humanos no somos
ni muy fiables,
ni muy recomendables,
pero es lo que hay,
somos lo que somos.

Nuestro enemigo
es el tiempo,
que nos quita la fuerza vital,
y, poco a poco,
nos va quitando todo,
en una cruel pérdida
progresiva.
Solo nos queda actuar
en lo que podemos,
pero 'a tiempo'.
Los griegos,
que sabían mucho
y tenían
bellas palabras,
para todo y más,
las cuales nosotros usamos,
llamaban al instante
o momento oportuno
para hacer y lograr algo
el 'Kairós'.
Aquí y ahora, me llega el 'Kairós',
para acabar estas divagaciones.
Tengo cosas que hacer.

@fga51

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