sábado, 3 de noviembre de 2012

Sobre la economía, los Estados, y la banca.

 
 
 



A estas alturas parece ya poco discutible que la economía está sometida al poder de la banca. El por qué de ello ya es otra cuestión no fácil de resumir, pero ha contribuido grandemente a generar dicha situación la propia actitud de los Estados, los cuales han tenido actuaciones que lo han facilitado. Se podrían destacar tres:

1.- Desde la década de los 70 del pasado siglo XX (el motivo es otro asunto), los poderes públicos han evitado endeudarse con sus bancos centrales, para hacerlo con los "mercados", de los que han quedado cautivos y dependientes.

2.- La presión fiscal a los ricos, grandes fortunas, etc... se ha mantenido en un nivel muy bajo, lo cual ha supuesto, junto con la evasión fiscal, una gran pérdida de ingresos fiscales.

3.- Los flujos de capital y comercio del dinero se han desregulado, o sea liberalizado, abriendo así paso a una especulación meteórica, en la que las instituciones financieras se mueven a sus anchas.

Siendo esto así, los bancos se han expandido proyectando su "modus operandi", sus intereses, y sus prácticas, en todos los ámbitos de la actividad humana, y a costa de las clases medias y los asalariados, llevando a la ruina una gran parte de la economía real.

Muchas  personas interiorizan una ideología que los enajena de sí mismos, de sus semejantes, y de la naturaleza, según la cual todo lo humano es objeto de compra-venta, y visto como una posible inversión que debe producir el máximo beneficio posible en el mercado.

Las personas así "educadas" tienen opiniones, pero no convicciones, y obedecen voluntariamente a poderes impersonales y anónimos. De esta forma, el sentido de la vida desaparece, salvo en el mejor de los casos seguir adelante, ganar dinero y consumir. La satisfacción se convierte en el nuevo sentido de la vida, y el neoliberalismo se transforma en una especie de nueva ética, pero sin interés fundamental alguno hacia lo que constituye la esencia de lo peculiarmente humano.

Y por supuesto,  se enseña a creer que cada cual es único responsable de sus fracasos y frustraciones, como individuos, y sin que la sociedad y las estructuras puedan ser cuestionadas. Los nuevos valores son la codicia, el miedo, y la obediencia. Pensar, expresarse, y actuar crítica y responsablemente está mal visto, o incluso es delito.

La batalla ideológica se vuelve así decisiva, porque legitima las actuaciones.

La llamada crisis ya no es tal, sino un nuevo sistema social y un nuevo orden mundial. Anteriormente las guerras servían para derrotar al enemigo y apropiarse de sus recursos. Ahora eso se hace mediante la deuda, que a través de los intereses impuestos por el "mercado" realiza esa función de apropiación, y como además la "culpa" parece del deudor, los acreedores le pueden imponer condiciones de todo tipo, de dudosa legitimidad política, democrática, y social.

Y muchos se escandalizan ante el surgir de movimientos alternativos, o actuaciones de protesta.

Queda por redefinir el  papel de la banca, pero es normal que se empiece a oír hablar con más frecuencia de la banca ética.



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