martes, 6 de mayo de 2014

Carl Gustav Jung y el equilibrio en la principal relación humana: el Logos y el Eros.





Donde reina el amor no existe voluntad de poder, y donde el poder tiene la primacía, ahí falta el amor. Uno es la sombrea del otro. Para quien posea el punto de vista del amor, su opuesto compensador será la voluntad de poder. Pero para quien afirma el poder, su compensación será el Eros. (…)

Ahora bien, la relación humana, al contrario que las discusiones y acuerdos objetivos, pasa precisamente por lo anímico, ese reino intermedio que se extiende desde el mundo de los sentidos y de los afectos hasta el intelecto y que contiene algo de ambos sin perder por ello nada de su peculiar característica. (…)
El Logos es solamente ideal cuando contiene al Eros, de lo contrario, el Logos no es en absoluto dinámico. Un hombre que es solamente Logos puede que posea un intelecto muy fino, pero no es otra cosa que un seco racionalismo. Y el Eros que no posee Logos jamás comprende, ahí no hay más que vinculación ciega. Tales personas pueden estar vinculadas a cualquier cosa, pero en todo el asunto no hay nada, está completamente vacío. (…)
La discusión del tema sexual no es más que un comienzo un tanto tosco de una cuestión más profunda, ante cuya importancia palidece. Se trata de la cuestión de la relación anímica entre los sexos. Con ella entramos en el verdadero dominio de la mujer. Su psicología se fundamenta en el principio del Eros, el gran vinculador y desligador, mientras que al hombre siempre se le atribute el Logos como principio. En el lenguaje moderno podría expresarse el concepto Eros como relación anímica y el Logos como interés objetivo. (…)
El erotismo pertenece, por un lado, a la naturaleza animal originaria del ser humano. Por otro lado, se encuentra emparentado con las formas más altas del espíritu. Pero solamente florece cuando el espíritu y el instinto se encuentran en verdadera armonía. Si carece de uno u otro aspecto, entonces se produce un daño o, por lo menos, una unilateralidad sin equilibrio que se desliza fácilmente hacia lo patológico.
Demasiada animalidad desfigura al ser humano cultural, demasiada cultura crea animales enfermos. Este dilema revela toda la inseguridad que implica el erotismo para las personas. El erotismo es una superpotencia que, al igual que la naturaleza, se deja dominar y utilizar como si fuese impotente. Pero el intento de  triunfar sobre la naturaleza es algo que se paga caro. La naturaleza no precisa de declaraciones de principios, sino que se satisface con tolerancia y la medida justa.
Uno/a jamás se libera del erotismo, y si lo hace es para su propio perjuicio. No representa toda nuestra naturaleza, pero sí uno de sus aspectos centrales.
(Carl Gustav Jung, 1875-1961)
 
 

 

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