☆ Diploma en pergamino de la catedral de Ávila.
Un importante testamento del año 1150, de los muy primeros diplomas de la catedral de Ávila y actualmente en el AHN (Archivo Histórico Nacional), termina así:
“Regnante Aldefonso imperatore
in Castella et in Toleto etiam in Leone.
Seniore de Avila Amarrico, comite;
Enneconio exsistente Ávila episcopo;
judice
Falkon;
alkaldes
Munio Fortun,
Sancio Blasco,
Gomez Lup,
Munio Sancio,
Munio Lufarre,
Blasco Blaschez,
Domenico Munioz,
Sancio Sanzhez.
Testes, qui viderunt et audierunt:
Petro Petrez, presbiter;
Petro Arnaldo, presbiter;
Santio Blasco, presbiter;
Munio Lufarre, alcalde testigo;
Santio Blasco, alcalde testigo;
Fortun Sancio, testigo,
Cardel Santio, testigo;
Munez Blasco, testigo,
Munio Sancio Berrozo, testis;
Blasco Santio Berruezo, testis;
Johannes Munioz, testis;
Blasco Munio, testis;
Garcia Aznar, testis;
Munio Rabia, testis;
Gomez Acedo, testis;
Garcia Xemeno, adalil testis,
Belasco Munioz Baraia, testis;
Bicent Grande, testis;
Domenico Pascual et suo filio, testes; Oveco Fortun, testigo.
Martinus m(onachus) escripsit."
(Diploma en pergamino en la catedral de Ávila, actualmente en el AHN de Madrid)
Aparecen muchos nombres de raigambre vascona en los
documentos de carácter notarial, cosa que se podría explicar porque los
“serranos” dominaron en Ávila, sobre todo en los dos primeros siglos,
y, naturalmente, la mayor parte de los cargos estaban ocupados por ellos,
y aparecen también, en gran cantidad, en el “Becerro”.
(ANTONIO LLORENTE MALDONADO DE GUEVARA, Toponimia abulense y repobladores vascones, p. 204.
Barrios García, Documentación medieval de Ávila, p. 8.)
Observaciones :
Garcia Aznar, testis;
Munio Rabia, testis;
Gomez Acedo, testis;
Garcia Xemeno, adalil testis,
Belasco Munioz Baraia, testis;
Bicent Grande, testis;
Domenico Pascual et suo filio, testes; Oveco Fortun, testigo.
Martinus m(onachus) escripsit."
(Diploma en pergamino en la catedral de Ávila, actualmente en el AHN de Madrid)
Aparecen muchos nombres de raigambre vascona en los
documentos de carácter notarial, cosa que se podría explicar porque los
“serranos” dominaron en Ávila, sobre todo en los dos primeros siglos,
y, naturalmente, la mayor parte de los cargos estaban ocupados por ellos,
y aparecen también, en gran cantidad, en el “Becerro”.
(ANTONIO LLORENTE MALDONADO DE GUEVARA, Toponimia abulense y repobladores vascones, p. 204.
Barrios García, Documentación medieval de Ávila, p. 8.)
Observaciones :
Leyendo los nombres del pergamino me viene a la mente lo siguiente:
•Munio Lufarre, alcalde testigo:
Debió llegar a Ávila del actual Loarre, pueblo y castillo del norte de Huesca.
El castillo de Loarre fue mandado construir por el rey Sancho el Grande de Pamplona en pleno siglo XI.
[Lufarre~Luparre~Lobarre~Loarre]
< * ORO BEHA HEDA MUGAREN AURRE
DEN ZAIN HIRI
•Pueblo Vigía que está Delante de la Frontera Mirando Todo Extensamente.
> *olo biâ îra nihaîn arre re^ ze^ î^i
> *lo bâ î^a hiâî^ arre ^ê ^ê
> *lo bâ â îâ arre ê ê
> LOBÂÂÂARREÊÊ
> LOBĀ^RREĒ^ > LUFARRE
> LOUĀRRÊ > LOĀRRĒ
•Munio Sancio Berrozo, testis y Blasco Santio Berruezo, testis:
Debieron llegar a Ávila desde el valle de la Berroza/Berrueza, o lo que es igual,
Berrotza/Berruetza de Navarra.
La Berrueza o Berroza es una zona de la Merindad de Estella (Lizarra), desde Acedo/Azedo hasta Los Arcos, entre el río Ega y el Ebro, en la parte occidental de Navarra, lindante con la zona de Kanpetzu en Araba.
En el valle de la Berrueza están los pueblos:
Acedo, Asarta, Cábrega, Disiñana, Mendaza, Mirafuentes, Mués, Nazar, Otiñano, Puedramillera, Sorlada y Ubago.
La calle de los Berruecos que hubo en Ávila o incluso el apellido Berrueco, en su día debieron ser Berrueço/Berrueços. La gente navarra venida del valle de la Berrueça.
Es más que probable que la zona de 'los Brabezos' que cita la Crónica de la Población de Ávila, que luego se verá, sea la misma: los Berruezos, la Berrueza.
[Brabezos~Berrauezos~Berruezos]
•Gomez Acedo, testis:
Debió de llegar a Ávila desde Acedo/Azedo, en el valle de la Berrueza, Navarra.
Es el Azedo de la Crónica, el agorador que juró por su barba en Barbacedo.
En otra variante, es el adalid que lideró y alentó la hueste de Ávila desde Los Cuatro Postes hasta Barbacedo, en Baterna, donde auguró la victoria jurando por su barba, venciendo efectivamente a los moros y recuperando el botín, para luego volver a Ávila.
En este episodio de Barbacedo anduvo junto a Nuño~Muño~Munio Rabia, con quien figura en el Diploma de la Catedral de Ávila.
Ambos figuran como testigos, codo con codo, en dicha catedral con ocasión del importante testamento del año 1150.
•Belasco Munioz Baraia, testis:
Quizás llegó a Ávila dese Vereia, Vareia o Varea, en Logroño.
También puede ser un apelativo, ya que en antiguo romance 'baraia' significaba pelea.
En euskera existe Baraibar, Baraiazarra, y similares.
☆ Crónica de la Población de Ávila.
"Quando el conde don Remondo, por mandado del rrey
don Alfonso que ganó a Toledo, que era su suegro,
ouo de poblar a Auila, en la primera puebla vinieron gran
compaña de buenos ornes de Cinco Villas e de Lara e algunos de Coualeda; e los de Coualeda e de Lara venien delante e ouieron sus aues a entrante de la villa, e aquellos que sabían catar de agüeros entendieron que eran buenos para poblar alli e fueron poblar en la villa lo mas çerca del agua; e los de Cinco Villas que venian en pos dellos ouieron essas aues mesmas, e Muño Echaminzuide que venie con ellos era mas acabado agorador e dixo, por los que primero llegaron, que ouieron buenas aues mas que herraron en possar en lo baxo cerca del agua e que serian bien andantes siempre en fecho de armas, mas en la villa que no serien tan poderossos nin tan honrrados como los que poblasen de la media villa arriba, e fizo poblar y aquellos que con el vinieron.
E ovemos dezir a los omes antiguos e
desque nos llegamos assi lo fallamos, que fue verdadero este agorador lo que dixo; prouaron todos muy bien, e faziendo seruieio a Dios e a su señor acrecieron mucho en su honrra e en su poder. E entre tanto vinieron otros muchos a poblar a Auila, e señaladamente infançones e buenos
omès d'Estrada e de los Brabezos e otros buenos ornes de Castilla, e estos ayuntaron con los sobredichos en casamientos e en todas las ottras cossas que acaesçieron. E porque los que vinieron de Cinco Villas eran mas que los ottros, la otra gente que era mucha que vino poblar en Auila llamáronlos serranos; pero dio Dios a todos grande e buena andança en aquella población. E la mucha gente que nombramos después metiéronse a comprar e a vender e a fazer otras baratas e ganaron grandes algos, e todos los que fueron llamados serranos trabajáronse en pleyto de armas e en defender a todos los ottros. E assi acaesçió que vna vez
fueron en caualgada, e vinieron gran poder de moros a la villa e corriéronla fasta las puertas e levaron ornes e bestias e ganados e quan to fuera fallaron; e los que eran llamados serranos que eran ydos en caualgada legaron esse dia por ventura, e quando fallaron toda la tierra corrida preguntaron a la gente de la villa qué compaña podia ser de moros aquellos que los corrieron, e como quier que eran muchos, dixeron ellos que eran más; e dixeron los que eran llamados serranos a la otra gente, que fuessen con ellos e se auenturasen ca fiauan en Dios que los vençerian; e pusieron pleyto que yrian con ellos, e llegaron fasta un lugar que dizen el Rostro
de la Coliella, e desde all i tornosse toda la otra gente, saluo ende aquellos que llamauan serranos, que fueron adelante e llegaron a vna cabeza que dizen agora Barua Azedo, e vieron los moros o yazian cerca del rrio, e
ouieron aues; e vn agorador questaua con ellos que dezian el Azedo, entendió en las aues que serian vencidos los moros, e dixo ansi: 'por esta barua del Azedo vayamos los ferir ca vencidos son los moros', e de aquí lleuó el nombre aquella cabeza por quel dizien Barua Azedo; e fueron ferir los moros e venciéronlos e mataron dellos muchos e ganaron gran auer e tornaron quanto les auian leuado; e quando llegaron a la villa, la otra gente que se tornó non los quisieron coxer dentro en la villa, e por esto fuéronse posar en vn lugar que dizen el Castaño, cerca de la villa. E ottro dia embiaron los de la villa a dezirles que les diessen su parte de la ganancia, e los serranos dixeron que lo non farian ca se corrucaron e non fueron con ellos assi como pussieron, mas les darien sus fijos e sus mugeres e todo aquello que los moros los auian leuado, e ellos non se pagaron con esto e fizieron muestra que yrian lidiar con ellos e sobrellos. E entretanto sopólo el conde don Remondo que estaua en Segouia, e trasnochó e vínosse para Auila e falló toda la verdad de como fué el fecho, e mandó que les non diessen nada de quanto ganaron a los que se tornaron e sacólos fuera de la villa al arraual, e apoderólos en la villa aquellos que llamauan serranos que fueron adelante, e ordenólo anssi: que alcaldes e todos los otros portillos que los ouiessen estos e non ottros ningunos. E tan grande fue la ganancia que en aquella fazienda ganaron, que dieron al conde don Remondo en quinto quinientos cauallos. (...)."
[Crónica de la Población de Ávila. Hechos del siglo XI finales y S.XII, escrito en el S.XIII, con copia en el S.XVI]
☆ Episodio de Barbacedo en las tradiciones de Ávila: Los cuatro postes.
¤ Fuente 1
Hacia el año 1157 los pobladores de la ciudad decidieron agradecer el fin de la epidemia de peste que había asolado Ávila y su Tierra realizando una romería hacia la ermita de San Leonardo. Todos quisieron acudir ya que, el que más y el que menos, había sufrido los embates de la mortal enfermedad y querían expresar su dicha por continuar con vida. Ávila quedó prácticamente desierta y los musulmanes que siempre acechaban desde sus posiciones sureñas, aprovecharon para asaltarla y robar todo aquello de valor. Después, huyeron con el botín.
Al enterarse de lo ocurrido, los adalides-regidores Nuño Rabia y Gómez Acedo reúnen hombres para iniciar la persecución de los malandrines, dividiendo en dos partidas a los mismos para intentar cercar a los saqueadores. Sin embargo, la tropa que no estaba bajo su mando, retrocede hacia Ávila y se encierran en la misma. Así que, cuando después de escarmentar a los asaltantes y recuperar lo saqueado, regresan a Ávila, se encuentran con las puertas de la muralla cerradas y con los traidores ejerciendo de alcaides. Éstos exigen parte de lo incautado para liberar la ciudad.
La intercesión real no se hizo esperar y el propio rey Sancho III de Castilla, acudió a mediar, entrando en Ávila y echando a los miserables de la misma. Decretó para ellos, que siempre vivieran extramuros, sin ningún privilegio. Éste habría sido el origen de los arrabales medievales.
Las autoridades municipales decidieron que la romería originaria se repitiese anualmente y se construyó el monumento de Los Cuatro Postes para que estos lamentables acontecimientos quedaran en la memoria colectiva.
(Turismo de Ávila, en su web actual)
¤ Fuente 2
El nombre de Barbacedo, con el que se denomina a una curiosa y sorprendente loma poblada hoy de encinas situada justo al norte de Baterna y dos kilómetros al noroeste de Solosancho y todo el terreno que se encuentra entre ésta y el cauce del río Adaja, surge en la historia de Ávila en el siglo XII (año 1157 seguramente, reinando en Castilla Sancho III) , como consecuencia de un legendario hecho que refiere Luis Ariz en la página 240 de su Historia de las Grandezas de Ávila de la siguiente forma:
"Por los ocultos juicios del Señor, una grave enfermedad de pestilencia en Ávila yendo el devoto pueblo en procesión a la Iglesia de San Leonardo, cerca de la aldea de Pancaliente. Y estando la mayor parte de los vecinos en esta procesión, teniendo los Moros aviso de otros, a la ciudad y sus campos con tanta puntualidad que pudieron llenar bien sus manos y dar la vuelta hacia la sierra por la vía del Puerto del Pico cargados de ganados y ganaderos. Cuando el devoto pueblo tornó de la procesión, los Nobles convocaron el pueblo y determinaron seguir a sus enemigos a lo cual se ofreció mucha gente común, plebeya, y de los Menestrales nombrando por adalides a Nuño Rabia, Gómez Ácedo, Garci Ximénez y Blasco Ximeno que en buen orden caminaron el Valle Amblés para la sierra. Los pusilánimes y cobardes al parecerles que los moros iban lejos determinaron volverse a la ciudad, pese a las amonestaciones y ruegos de los nobles, pero los adalides con la demás gente, guiados por Gómez Acedo, caminaron desde el Rostro de la Colilla para la sierra y diciendo éste que le siguieran que él juraba por su barba, en la cual puso su mano, que antes de que pasasen la sierra, pensaba alcanzarlos y quitarles la presa (…)."
Aunque el padre Ariz refiere que los moros habían pasado la Sierra (el puerto de Menga suponemos), otros documentos (Institución Gran Duque de Alba, Historia de Ávila, Tomo II, página 344, por ejemplo), basados seguramente en las antiguas crónicas de la repoblación de Ávila, refieren que llegados a una cabeza que dicen ahora Barba Acedo vieron a los moros que yacían cerca del río atacándoles hiriendo y matando a muchos de ellos recogiendo el ganado y presa que llevaban y volviendo a la Ciudad, quedando desde aquel día aquella sierra con el nombre de "Barbacedo".
Cuatro largos siglos después de aquel legendario episodio el nombre de Barbacedo vuelve a ser protagonista en la Historia de Ávila pues el mismo Ariz en la página 404 de su citada obra publicada a principios del siglo XVII, refiere:
"La torre de Villaviciosa, heredamiento antiguo dado por el Conde don Ramón a Sancho de Estrada, no hay memoria de los caballeros que la han poseído, ni quién fue el fundador. Y así se tiene, por tradición de mayores, haber sido de romanos, y haber sucedido en aquella tierra algunas cosas memorables, como es el caso del toro de piedra que se encuentra en su puerta el cual se halló hace nueve o diez años (se refiere a los últimos años del siglo XVI) de esta manera. Un labrador rentero de esta casa de Villaviciosa, labraba junto a ella, en un heredamiento, llamado Barbacedo, y cada año topaba con la reja en una peña, y procurando sacarla o quebrarla, hallo ser un Toro, y por no le maltratar, fuese a la Torre adonde estaba el Capitán don Esteban del Águila a darle cuenta. El caballero, como curioso, mandó llamar a sus criados, y cavando alrededor fueron descubriendo dos Toros, el uno encima del otro, el bajero echado de lomo de manera que el de arriba, afirmaba sus pies sobre los del otro, y en el medio de los dos, entre las barrigas, estaba una hermosa tinaja, muy bien labrada, a lo mosaico, tapada, y dentro llena de cenizas. Hallaron también tres monedas, y en ellas la figura y nombre de Julio Cesar. Un Toro lo llevaron a su casa, y Torre, donde hoy está; y el otro, por haberle quebrado, se le dejó en la heredad".
Siempre pensé que la "colina de Barbacedo" era un legendario nombre de imprecisa situación, pero hoy he comprobado que no era así sino que por el contrario la tradición ha conservado el calificativo e incluso su exacta localización.
Barbacedo está en Baterna, una población, cuyas estructuras se dispusieron a lo largo del cauce del río, que pudo ocupar unas cuatro hectáreas de superficie, quizás la mayor de nuestra provincia si exceptuamos la propia capital, cuyas ruinas debieron servir de vivaqueo -refugio- a la partida de moros que saquearon Ávila en el siglo XII y que derrotó la hueste abulense que comandaba Gómez Acedo.
Baterna, antigua población romana a la cual pertenecía, con toda probabilidad, el distinguido personaje que se hizo enterrar en la tumba descubierta en el siglo XVI por el labrador de la Casa de Villaviciosa, constituida por las dos esculturas zoomorfas y la hermosa urna cineraria. Patricio que, como apunta Emilio Rodríguez Almeida, bien pudiera haber pertenecido a la familia romana de los "Paterna", gentilicio del que podría provenir el actual nombre Baterna, población próxima al lugar.
(Diario de Ávila, 'La tumba romana de Barbacedo', Mariano Serra, 21 junio de 2010)
¤ Fuente 3
La tradición de los cuatro postes es
una de las más curiosas y populares en toda la provincia de Avila; y acerca de cuyo fundamento histórico, la versión más generalizada no marcha de acuerdo con su primitivo origen, tal y como le encontramos consignado en las viejas narraciones de la histórica Ciudad castellana.
Tradición que arranca de los tiempos de la restauración cristiana, en que las fábulas y los hechos andan mezclados de tal manera, que es poco menos que imposible atinar con los verdaderos sucesos; y que, como todas las demás, tiene su asiento y está encarnada
en un monumento que la perpetúa á través de las generaciones.
La parte occidental del recinto murado;
de la Ciudad de Avila formaba el antiguo burgo del puente, habitado, según las crónicas, desde los tiempos del Conde D. Raimundo de Borgoña, por los tintoreros y curtidores, de cuya industria apenas quedan vestigios en el nombre de las calles y en algunas humildes casas, cuyos pacíficos moradores se dedican aún, en muy pequeña escala, al colorado de las lanas, dispuestas ya
para el tejido.
En el punto más bajo de este barrio, y
en la mitad próximamente de la cortina
occidental de la muralla, reforzada de espesos y gigantescos torreones, se abre la puerta del Puente, donde comienza la carretera que, cruzando las llanuras de la provincia, se dirige á Salamanca. Al otro lado del río, y á cosa de un kilómetro de distancia, en el camino de Cardeñosa, encontramos los cuatro postes, que se levantan
sobre un cerro de poca elevación y sumamente escabroso, en cuya falda oriental se asentaron las arruinadas iglesias de San Julián, San Mateo y la Caridad. Dejan á un lado la carretera, en medio de un vistosísimo paisaje, cuyo interés aumentan los batanes, antiguos heredamientos de una de las
principales caravanas repobladoras, hoy molinos harineros, movidos por las aguas del Adaja, cerrando el cuadro la famosa capilla de San Segundo, primera iglesia abierta en Avila por el Cristianismo, y comparada por un escritor moderno á un arca misteriosa venida río abajo y detenida entre los
árboles de la ribera.
Los cuatro postes son cuatro sencillas columnas de estilo romano, sobre cuyos capiteles descansan largas piedras de granito en forma de jambas ó cornisas, que en su parte media ostentan el escudo de armas de la
Ciudad, y en su cara superior llevan una fila de sillares, como si fuera el comienzo de una media naranja, de la cual no quedan restos.
En el centro del cuadrado que forman las columnas hay una peana que sostiene una cruz, también de granito, sin detalle alguno digno de consideración.
No faltan escritores que, en su afán de
conceder mayor antigüedad á nuestros monumentos, han remontado la construcción de los cuatro postes á la época romana; y á nuestro juicio, solo teniendo en cuenta que en las cornisas figuran los blasones de la Ciudad, armas ganadas muy posteriormente;,
creemos destituida de fundamento esta afirmación.
La explicación más vulgarizada acerca de la existencia de los cuatro postes, es la de que allí se detuvo Santa Teresa, cuando niña, y acompañada de su hermano D. Rodrigo, emprendió su viaje á tierra de moros en busca del martirio; allí fué donde, después
de despedirse de Nuestra Señora de la Caridad, á quien tenía especial devoción, sacudiendo la sandalia, y pronunciando aquella
célebre frase: de Avila, ni el polvo, los dos hermanos fueron recogidos por su tío don Francisco y restituidos á la casa paterna.
La Ciudad de Avila es toda un santuario erigido por la fe al culto de Santa Teresa.
La seráfica Madre es el objeto del cariño, de la ternura y de la veneración más profunda de los avileses; á ella atribuyen sus prosperidades, en ella buscan el consuelo en sus aflicciones, y apenas hay un palmo de terreno, que no contenga un recuerdo de la Mística Doctora. ¿Qué, pues, tiene de extraño
que se haya perdido casi por completo la memoria del primitivo suceso que recuerdan los cuatro postes, para venir estos á significar uno de los acontecimientos de la vida de la Santa que más impresionó la fantasía de su pueblo?
Sin embargo, la imparcialidad nos obliga á reconocer que la detención de Santa Teresa en aquel sitio, cuando sentía en su corazón los infantiles conatos del martirio, no fué la causa de que se levantaran los cuatro postes, sino que su fundamento arranca, como hemos indicado, de la época misma de la restauración de la Ciudad.
Mientras las huestes avilesas (abulenses), en el reinado de D. Sancho III el Deseado, mandadas por los hermanos Sancho y Gómez, alcanzaban gloriosos triunfos, combatiendo en
Andalucía con los ejércitos almohades de Abu-Jacub, que continuamente inquietaban a los cristianos con sus algaradas; y Gómez lidiaba victoriosamente en Galapagar con dos reyes moros, que hallaron la muerte en el campo de batalla delante de Sevilla; la ciudad de Ávila era presa de una horrible epidemia, que mermó considerablemente la población, arrebatando en la flor de la vida a muchos de sus ilustres y belicosos hijos.
Viendo el concejo que la peste no cedía y cada vez eran más terribles sus estragos, acordó, por votación unánime, celebrar rogativas públicas implorando la clemencia del cielo, e ir en penitente romería a la iglesia de San Leonardo, que existía en la dehesa, conocida hoy con el nombre de Pancaliente, próxima al pueblo de Narrillos, distante de la capital unos seis kilómetros en dirección del noroeste.
El acuerdo del concejo se llevó a cabo; y añaden los cronistas, que la epidemia comenzó a descender.
Conocedores los moros, que habitaban las sierras del mediodía y poniente de la ciudad, de que la plaza quedaba sin defensores, en tanto duraba la cabalgata, cayeron de improviso sobre ella, la entraron a saco y emprendieron su vuelta a las sierras, llevando rico botín.
Cuando los romeros volvían a sus casas, se enteraron de la catástrofe; todos en masa prorrumpieron en gritos de desesperación y se dispusieron a la venganza.
Ñuño Rabia, el famoso caballero serrano, que más tarde había de pelear al lado de los salmantinos contra Fernando II de León, y morir con muchos de los suyos a orillas del Valmuza; y Gómez Acedo, cuya entereza de carácter era ya proverbial, acaudillaron las masas que emprendieron la persecución del enemigo, siguiendo, el camino del Valle-Ambles.
Bien pronto el desaliento se apoderó de los más débiles, y las exhortaciones de los jefes no bastaron a impedir su regreso a la ciudad. Ya habían llegado a la cumbre de la sierra, que sirve de límite meridional al valle, y Gómez Acedo, temiendo una nueva decepción, puesto de pie en los estribos, con potente voz arengó a las tropas, y tomando su barba con la mano, juró por ella dar alcance a los moros antes que ganasen las alturas, y arrebatarles el botín.
En efecto, el ejército musulmán fue completamente derrotado: los que no murieron en la pelea cayeron prisioneros, y el botín fue rescatado.
La sierra en que se verificó esta arenga, está enclavada en el término municipal de Solosancho y es conocida con el nombre de Monte de Barba-Acedo (Barbacedo),
en recuerdo del juramento de Gómez Acedo.
Victoriosos y cargados de trofeos y vituallas tornaban los avileses a sus hogares, cuando se vieron sorprendidos por la noticia de que las puertas de la ciudad estaban cerradas. Los cobardes que habían vuelto la espalda al enemigo al comienzo de la persecución, en vez de recibir a los guerreros en medio de aclamaciones y muestras de alborozo, por el señalado servicio que acababan de prestar, les exigieron, no solo los bienes de que habían sido despojados por los moros sino también la parte que pudiera corresponderles de la presa cogida al enemigo, sin cuyo requisito previo, estaban dispuestos a defender con las armas la entrada del ejército en la plaza.
Las cosas no debieron tomar buen aspecto cuando fue necesaria la intervención de don Sancho, y que el mismo rey dictase la sentencia, en virtud de la cual se privó a los que estaban dentro de la ciudad y a sus sucesores de los títulos nobiliarios y otros privilegios, y se les obligó a evacuar la ciudad y establecerse en los arrabales. Muchos no quisieron sufrir semejante afrenta y pasaron al servicio del monarca leonés, que a la sazón se ocupaba en la fundación de Ciudad-Rodrigo.
Dicho se está, que en el interés de los serranos, la más esclarecida nobleza de Ávila, estaba el trasmitir a los siglos la memoria de tan notables acontecimientos, y a este fin acordó el Concejo que en el mismo día de cada año, se organizase una solemne procesión que saliera en rogativa a la iglesia o ermita de San Leonardo; larga la distancia de la Ciudad á la ermita, la procesión tenía que darse algunos momentos de reposo; y á fin de proporcionar un lugar de descanso cómodo y decoroso á los magnates y el clero,
escogieron la cúspide de la primera altura,
que se encontraba en el camino, para levantar lo que sin duda fué un edificio, cuyo atrio formaban los cuatro postes, y que probablemente sostendrían algún templete ó cobertizo, á semejanza de los que solía haber á la entrada de otras poblaciones, teniendo
debajo un rollo señorial, una cruz ó una capilla contigua, en la que se daría culto a una
imagen de especial predilección para el vecindario.
Tal es la versión más autorizada acerca
de la existencia de Los Cuatro Postes, como la
refieren sin interrupción las crónicas avilesas (abulenses), y que seguramente habría caído en el
silencio más absoluto, si la escritura no se
hubiera encargado de perpetuarla, y si Santa Teresa, con su despedida, no hubiera dado mayor celebridad á este monumento.
(Valentín Picatoste, 'Tradiciones de Ávila', Madrid, 1888)
"Quando el conde don Remondo, por mandado del rrey
don Alfonso que ganó a Toledo, que era su suegro,
ouo de poblar a Auila, en la primera puebla vinieron gran
compaña de buenos ornes de Cinco Villas e de Lara e algunos de Coualeda; e los de Coualeda e de Lara venien delante e ouieron sus aues a entrante de la villa, e aquellos que sabían catar de agüeros entendieron que eran buenos para poblar alli e fueron poblar en la villa lo mas çerca del agua; e los de Cinco Villas que venian en pos dellos ouieron essas aues mesmas, e Muño Echaminzuide que venie con ellos era mas acabado agorador e dixo, por los que primero llegaron, que ouieron buenas aues mas que herraron en possar en lo baxo cerca del agua e que serian bien andantes siempre en fecho de armas, mas en la villa que no serien tan poderossos nin tan honrrados como los que poblasen de la media villa arriba, e fizo poblar y aquellos que con el vinieron.
E ovemos dezir a los omes antiguos e
desque nos llegamos assi lo fallamos, que fue verdadero este agorador lo que dixo; prouaron todos muy bien, e faziendo seruieio a Dios e a su señor acrecieron mucho en su honrra e en su poder. E entre tanto vinieron otros muchos a poblar a Auila, e señaladamente infançones e buenos
omès d'Estrada e de los Brabezos e otros buenos ornes de Castilla, e estos ayuntaron con los sobredichos en casamientos e en todas las ottras cossas que acaesçieron. E porque los que vinieron de Cinco Villas eran mas que los ottros, la otra gente que era mucha que vino poblar en Auila llamáronlos serranos; pero dio Dios a todos grande e buena andança en aquella población. E la mucha gente que nombramos después metiéronse a comprar e a vender e a fazer otras baratas e ganaron grandes algos, e todos los que fueron llamados serranos trabajáronse en pleyto de armas e en defender a todos los ottros. E assi acaesçió que vna vez
fueron en caualgada, e vinieron gran poder de moros a la villa e corriéronla fasta las puertas e levaron ornes e bestias e ganados e quan to fuera fallaron; e los que eran llamados serranos que eran ydos en caualgada legaron esse dia por ventura, e quando fallaron toda la tierra corrida preguntaron a la gente de la villa qué compaña podia ser de moros aquellos que los corrieron, e como quier que eran muchos, dixeron ellos que eran más; e dixeron los que eran llamados serranos a la otra gente, que fuessen con ellos e se auenturasen ca fiauan en Dios que los vençerian; e pusieron pleyto que yrian con ellos, e llegaron fasta un lugar que dizen el Rostro
de la Coliella, e desde all i tornosse toda la otra gente, saluo ende aquellos que llamauan serranos, que fueron adelante e llegaron a vna cabeza que dizen agora Barua Azedo, e vieron los moros o yazian cerca del rrio, e
ouieron aues; e vn agorador questaua con ellos que dezian el Azedo, entendió en las aues que serian vencidos los moros, e dixo ansi: 'por esta barua del Azedo vayamos los ferir ca vencidos son los moros', e de aquí lleuó el nombre aquella cabeza por quel dizien Barua Azedo; e fueron ferir los moros e venciéronlos e mataron dellos muchos e ganaron gran auer e tornaron quanto les auian leuado; e quando llegaron a la villa, la otra gente que se tornó non los quisieron coxer dentro en la villa, e por esto fuéronse posar en vn lugar que dizen el Castaño, cerca de la villa. E ottro dia embiaron los de la villa a dezirles que les diessen su parte de la ganancia, e los serranos dixeron que lo non farian ca se corrucaron e non fueron con ellos assi como pussieron, mas les darien sus fijos e sus mugeres e todo aquello que los moros los auian leuado, e ellos non se pagaron con esto e fizieron muestra que yrian lidiar con ellos e sobrellos. E entretanto sopólo el conde don Remondo que estaua en Segouia, e trasnochó e vínosse para Auila e falló toda la verdad de como fué el fecho, e mandó que les non diessen nada de quanto ganaron a los que se tornaron e sacólos fuera de la villa al arraual, e apoderólos en la villa aquellos que llamauan serranos que fueron adelante, e ordenólo anssi: que alcaldes e todos los otros portillos que los ouiessen estos e non ottros ningunos. E tan grande fue la ganancia que en aquella fazienda ganaron, que dieron al conde don Remondo en quinto quinientos cauallos. (...)."
[Crónica de la Población de Ávila. Hechos del siglo XI finales y S.XII, escrito en el S.XIII, con copia en el S.XVI]
☆ Episodio de Barbacedo en las tradiciones de Ávila: Los cuatro postes.
¤ Fuente 1
Hacia el año 1157 los pobladores de la ciudad decidieron agradecer el fin de la epidemia de peste que había asolado Ávila y su Tierra realizando una romería hacia la ermita de San Leonardo. Todos quisieron acudir ya que, el que más y el que menos, había sufrido los embates de la mortal enfermedad y querían expresar su dicha por continuar con vida. Ávila quedó prácticamente desierta y los musulmanes que siempre acechaban desde sus posiciones sureñas, aprovecharon para asaltarla y robar todo aquello de valor. Después, huyeron con el botín.
Al enterarse de lo ocurrido, los adalides-regidores Nuño Rabia y Gómez Acedo reúnen hombres para iniciar la persecución de los malandrines, dividiendo en dos partidas a los mismos para intentar cercar a los saqueadores. Sin embargo, la tropa que no estaba bajo su mando, retrocede hacia Ávila y se encierran en la misma. Así que, cuando después de escarmentar a los asaltantes y recuperar lo saqueado, regresan a Ávila, se encuentran con las puertas de la muralla cerradas y con los traidores ejerciendo de alcaides. Éstos exigen parte de lo incautado para liberar la ciudad.
La intercesión real no se hizo esperar y el propio rey Sancho III de Castilla, acudió a mediar, entrando en Ávila y echando a los miserables de la misma. Decretó para ellos, que siempre vivieran extramuros, sin ningún privilegio. Éste habría sido el origen de los arrabales medievales.
Las autoridades municipales decidieron que la romería originaria se repitiese anualmente y se construyó el monumento de Los Cuatro Postes para que estos lamentables acontecimientos quedaran en la memoria colectiva.
(Turismo de Ávila, en su web actual)
¤ Fuente 2
El nombre de Barbacedo, con el que se denomina a una curiosa y sorprendente loma poblada hoy de encinas situada justo al norte de Baterna y dos kilómetros al noroeste de Solosancho y todo el terreno que se encuentra entre ésta y el cauce del río Adaja, surge en la historia de Ávila en el siglo XII (año 1157 seguramente, reinando en Castilla Sancho III) , como consecuencia de un legendario hecho que refiere Luis Ariz en la página 240 de su Historia de las Grandezas de Ávila de la siguiente forma:
"Por los ocultos juicios del Señor, una grave enfermedad de pestilencia en Ávila yendo el devoto pueblo en procesión a la Iglesia de San Leonardo, cerca de la aldea de Pancaliente. Y estando la mayor parte de los vecinos en esta procesión, teniendo los Moros aviso de otros, a la ciudad y sus campos con tanta puntualidad que pudieron llenar bien sus manos y dar la vuelta hacia la sierra por la vía del Puerto del Pico cargados de ganados y ganaderos. Cuando el devoto pueblo tornó de la procesión, los Nobles convocaron el pueblo y determinaron seguir a sus enemigos a lo cual se ofreció mucha gente común, plebeya, y de los Menestrales nombrando por adalides a Nuño Rabia, Gómez Ácedo, Garci Ximénez y Blasco Ximeno que en buen orden caminaron el Valle Amblés para la sierra. Los pusilánimes y cobardes al parecerles que los moros iban lejos determinaron volverse a la ciudad, pese a las amonestaciones y ruegos de los nobles, pero los adalides con la demás gente, guiados por Gómez Acedo, caminaron desde el Rostro de la Colilla para la sierra y diciendo éste que le siguieran que él juraba por su barba, en la cual puso su mano, que antes de que pasasen la sierra, pensaba alcanzarlos y quitarles la presa (…)."
Aunque el padre Ariz refiere que los moros habían pasado la Sierra (el puerto de Menga suponemos), otros documentos (Institución Gran Duque de Alba, Historia de Ávila, Tomo II, página 344, por ejemplo), basados seguramente en las antiguas crónicas de la repoblación de Ávila, refieren que llegados a una cabeza que dicen ahora Barba Acedo vieron a los moros que yacían cerca del río atacándoles hiriendo y matando a muchos de ellos recogiendo el ganado y presa que llevaban y volviendo a la Ciudad, quedando desde aquel día aquella sierra con el nombre de "Barbacedo".
Cuatro largos siglos después de aquel legendario episodio el nombre de Barbacedo vuelve a ser protagonista en la Historia de Ávila pues el mismo Ariz en la página 404 de su citada obra publicada a principios del siglo XVII, refiere:
"La torre de Villaviciosa, heredamiento antiguo dado por el Conde don Ramón a Sancho de Estrada, no hay memoria de los caballeros que la han poseído, ni quién fue el fundador. Y así se tiene, por tradición de mayores, haber sido de romanos, y haber sucedido en aquella tierra algunas cosas memorables, como es el caso del toro de piedra que se encuentra en su puerta el cual se halló hace nueve o diez años (se refiere a los últimos años del siglo XVI) de esta manera. Un labrador rentero de esta casa de Villaviciosa, labraba junto a ella, en un heredamiento, llamado Barbacedo, y cada año topaba con la reja en una peña, y procurando sacarla o quebrarla, hallo ser un Toro, y por no le maltratar, fuese a la Torre adonde estaba el Capitán don Esteban del Águila a darle cuenta. El caballero, como curioso, mandó llamar a sus criados, y cavando alrededor fueron descubriendo dos Toros, el uno encima del otro, el bajero echado de lomo de manera que el de arriba, afirmaba sus pies sobre los del otro, y en el medio de los dos, entre las barrigas, estaba una hermosa tinaja, muy bien labrada, a lo mosaico, tapada, y dentro llena de cenizas. Hallaron también tres monedas, y en ellas la figura y nombre de Julio Cesar. Un Toro lo llevaron a su casa, y Torre, donde hoy está; y el otro, por haberle quebrado, se le dejó en la heredad".
Siempre pensé que la "colina de Barbacedo" era un legendario nombre de imprecisa situación, pero hoy he comprobado que no era así sino que por el contrario la tradición ha conservado el calificativo e incluso su exacta localización.
Barbacedo está en Baterna, una población, cuyas estructuras se dispusieron a lo largo del cauce del río, que pudo ocupar unas cuatro hectáreas de superficie, quizás la mayor de nuestra provincia si exceptuamos la propia capital, cuyas ruinas debieron servir de vivaqueo -refugio- a la partida de moros que saquearon Ávila en el siglo XII y que derrotó la hueste abulense que comandaba Gómez Acedo.
Baterna, antigua población romana a la cual pertenecía, con toda probabilidad, el distinguido personaje que se hizo enterrar en la tumba descubierta en el siglo XVI por el labrador de la Casa de Villaviciosa, constituida por las dos esculturas zoomorfas y la hermosa urna cineraria. Patricio que, como apunta Emilio Rodríguez Almeida, bien pudiera haber pertenecido a la familia romana de los "Paterna", gentilicio del que podría provenir el actual nombre Baterna, población próxima al lugar.
(Diario de Ávila, 'La tumba romana de Barbacedo', Mariano Serra, 21 junio de 2010)
¤ Fuente 3
La tradición de los cuatro postes es
una de las más curiosas y populares en toda la provincia de Avila; y acerca de cuyo fundamento histórico, la versión más generalizada no marcha de acuerdo con su primitivo origen, tal y como le encontramos consignado en las viejas narraciones de la histórica Ciudad castellana.
Tradición que arranca de los tiempos de la restauración cristiana, en que las fábulas y los hechos andan mezclados de tal manera, que es poco menos que imposible atinar con los verdaderos sucesos; y que, como todas las demás, tiene su asiento y está encarnada
en un monumento que la perpetúa á través de las generaciones.
La parte occidental del recinto murado;
de la Ciudad de Avila formaba el antiguo burgo del puente, habitado, según las crónicas, desde los tiempos del Conde D. Raimundo de Borgoña, por los tintoreros y curtidores, de cuya industria apenas quedan vestigios en el nombre de las calles y en algunas humildes casas, cuyos pacíficos moradores se dedican aún, en muy pequeña escala, al colorado de las lanas, dispuestas ya
para el tejido.
En el punto más bajo de este barrio, y
en la mitad próximamente de la cortina
occidental de la muralla, reforzada de espesos y gigantescos torreones, se abre la puerta del Puente, donde comienza la carretera que, cruzando las llanuras de la provincia, se dirige á Salamanca. Al otro lado del río, y á cosa de un kilómetro de distancia, en el camino de Cardeñosa, encontramos los cuatro postes, que se levantan
sobre un cerro de poca elevación y sumamente escabroso, en cuya falda oriental se asentaron las arruinadas iglesias de San Julián, San Mateo y la Caridad. Dejan á un lado la carretera, en medio de un vistosísimo paisaje, cuyo interés aumentan los batanes, antiguos heredamientos de una de las
principales caravanas repobladoras, hoy molinos harineros, movidos por las aguas del Adaja, cerrando el cuadro la famosa capilla de San Segundo, primera iglesia abierta en Avila por el Cristianismo, y comparada por un escritor moderno á un arca misteriosa venida río abajo y detenida entre los
árboles de la ribera.
Los cuatro postes son cuatro sencillas columnas de estilo romano, sobre cuyos capiteles descansan largas piedras de granito en forma de jambas ó cornisas, que en su parte media ostentan el escudo de armas de la
Ciudad, y en su cara superior llevan una fila de sillares, como si fuera el comienzo de una media naranja, de la cual no quedan restos.
En el centro del cuadrado que forman las columnas hay una peana que sostiene una cruz, también de granito, sin detalle alguno digno de consideración.
No faltan escritores que, en su afán de
conceder mayor antigüedad á nuestros monumentos, han remontado la construcción de los cuatro postes á la época romana; y á nuestro juicio, solo teniendo en cuenta que en las cornisas figuran los blasones de la Ciudad, armas ganadas muy posteriormente;,
creemos destituida de fundamento esta afirmación.
La explicación más vulgarizada acerca de la existencia de los cuatro postes, es la de que allí se detuvo Santa Teresa, cuando niña, y acompañada de su hermano D. Rodrigo, emprendió su viaje á tierra de moros en busca del martirio; allí fué donde, después
de despedirse de Nuestra Señora de la Caridad, á quien tenía especial devoción, sacudiendo la sandalia, y pronunciando aquella
célebre frase: de Avila, ni el polvo, los dos hermanos fueron recogidos por su tío don Francisco y restituidos á la casa paterna.
La Ciudad de Avila es toda un santuario erigido por la fe al culto de Santa Teresa.
La seráfica Madre es el objeto del cariño, de la ternura y de la veneración más profunda de los avileses; á ella atribuyen sus prosperidades, en ella buscan el consuelo en sus aflicciones, y apenas hay un palmo de terreno, que no contenga un recuerdo de la Mística Doctora. ¿Qué, pues, tiene de extraño
que se haya perdido casi por completo la memoria del primitivo suceso que recuerdan los cuatro postes, para venir estos á significar uno de los acontecimientos de la vida de la Santa que más impresionó la fantasía de su pueblo?
Sin embargo, la imparcialidad nos obliga á reconocer que la detención de Santa Teresa en aquel sitio, cuando sentía en su corazón los infantiles conatos del martirio, no fué la causa de que se levantaran los cuatro postes, sino que su fundamento arranca, como hemos indicado, de la época misma de la restauración de la Ciudad.
Mientras las huestes avilesas (abulenses), en el reinado de D. Sancho III el Deseado, mandadas por los hermanos Sancho y Gómez, alcanzaban gloriosos triunfos, combatiendo en
Andalucía con los ejércitos almohades de Abu-Jacub, que continuamente inquietaban a los cristianos con sus algaradas; y Gómez lidiaba victoriosamente en Galapagar con dos reyes moros, que hallaron la muerte en el campo de batalla delante de Sevilla; la ciudad de Ávila era presa de una horrible epidemia, que mermó considerablemente la población, arrebatando en la flor de la vida a muchos de sus ilustres y belicosos hijos.
Viendo el concejo que la peste no cedía y cada vez eran más terribles sus estragos, acordó, por votación unánime, celebrar rogativas públicas implorando la clemencia del cielo, e ir en penitente romería a la iglesia de San Leonardo, que existía en la dehesa, conocida hoy con el nombre de Pancaliente, próxima al pueblo de Narrillos, distante de la capital unos seis kilómetros en dirección del noroeste.
El acuerdo del concejo se llevó a cabo; y añaden los cronistas, que la epidemia comenzó a descender.
Conocedores los moros, que habitaban las sierras del mediodía y poniente de la ciudad, de que la plaza quedaba sin defensores, en tanto duraba la cabalgata, cayeron de improviso sobre ella, la entraron a saco y emprendieron su vuelta a las sierras, llevando rico botín.
Cuando los romeros volvían a sus casas, se enteraron de la catástrofe; todos en masa prorrumpieron en gritos de desesperación y se dispusieron a la venganza.
Ñuño Rabia, el famoso caballero serrano, que más tarde había de pelear al lado de los salmantinos contra Fernando II de León, y morir con muchos de los suyos a orillas del Valmuza; y Gómez Acedo, cuya entereza de carácter era ya proverbial, acaudillaron las masas que emprendieron la persecución del enemigo, siguiendo, el camino del Valle-Ambles.
Bien pronto el desaliento se apoderó de los más débiles, y las exhortaciones de los jefes no bastaron a impedir su regreso a la ciudad. Ya habían llegado a la cumbre de la sierra, que sirve de límite meridional al valle, y Gómez Acedo, temiendo una nueva decepción, puesto de pie en los estribos, con potente voz arengó a las tropas, y tomando su barba con la mano, juró por ella dar alcance a los moros antes que ganasen las alturas, y arrebatarles el botín.
En efecto, el ejército musulmán fue completamente derrotado: los que no murieron en la pelea cayeron prisioneros, y el botín fue rescatado.
La sierra en que se verificó esta arenga, está enclavada en el término municipal de Solosancho y es conocida con el nombre de Monte de Barba-Acedo (Barbacedo),
en recuerdo del juramento de Gómez Acedo.
Victoriosos y cargados de trofeos y vituallas tornaban los avileses a sus hogares, cuando se vieron sorprendidos por la noticia de que las puertas de la ciudad estaban cerradas. Los cobardes que habían vuelto la espalda al enemigo al comienzo de la persecución, en vez de recibir a los guerreros en medio de aclamaciones y muestras de alborozo, por el señalado servicio que acababan de prestar, les exigieron, no solo los bienes de que habían sido despojados por los moros sino también la parte que pudiera corresponderles de la presa cogida al enemigo, sin cuyo requisito previo, estaban dispuestos a defender con las armas la entrada del ejército en la plaza.
Las cosas no debieron tomar buen aspecto cuando fue necesaria la intervención de don Sancho, y que el mismo rey dictase la sentencia, en virtud de la cual se privó a los que estaban dentro de la ciudad y a sus sucesores de los títulos nobiliarios y otros privilegios, y se les obligó a evacuar la ciudad y establecerse en los arrabales. Muchos no quisieron sufrir semejante afrenta y pasaron al servicio del monarca leonés, que a la sazón se ocupaba en la fundación de Ciudad-Rodrigo.
Dicho se está, que en el interés de los serranos, la más esclarecida nobleza de Ávila, estaba el trasmitir a los siglos la memoria de tan notables acontecimientos, y a este fin acordó el Concejo que en el mismo día de cada año, se organizase una solemne procesión que saliera en rogativa a la iglesia o ermita de San Leonardo; larga la distancia de la Ciudad á la ermita, la procesión tenía que darse algunos momentos de reposo; y á fin de proporcionar un lugar de descanso cómodo y decoroso á los magnates y el clero,
escogieron la cúspide de la primera altura,
que se encontraba en el camino, para levantar lo que sin duda fué un edificio, cuyo atrio formaban los cuatro postes, y que probablemente sostendrían algún templete ó cobertizo, á semejanza de los que solía haber á la entrada de otras poblaciones, teniendo
debajo un rollo señorial, una cruz ó una capilla contigua, en la que se daría culto a una
imagen de especial predilección para el vecindario.
Tal es la versión más autorizada acerca
de la existencia de Los Cuatro Postes, como la
refieren sin interrupción las crónicas avilesas (abulenses), y que seguramente habría caído en el
silencio más absoluto, si la escritura no se
hubiera encargado de perpetuarla, y si Santa Teresa, con su despedida, no hubiera dado mayor celebridad á este monumento.
(Valentín Picatoste, 'Tradiciones de Ávila', Madrid, 1888)
En Ávila, cantaban sobre Zorraquin Sancho :
"Cantan de Roldán, cantan de Oliveros,
E non de Zorraquín que fue buen caballero.
Cantan de Oliveros, cantan de Roldán,
E non de Zorraquín que fue buen barragán."
E non de Zorraquín que fue buen caballero.
Cantan de Oliveros, cantan de Roldán,
E non de Zorraquín que fue buen barragán."
Los de Ávila, por aquel entonces parece que no sabían del Cid, ni mucho menos de Oliveros o Roldan, pero admiraban a su caballero serrano Zorraquin Sancho.
Era buen barragán :
•Eusk.:
< *BEHA HEDA MUGAREN AURRE GOI ZAIN DEN
•QUE ESTÁ VIGILANDO EN LO ALTO DELANTE DE LA FRONTERA MIRANDO EXTENSAMENTE,
lo que venía a significar caballero serrano, guerrero joven, robusto, hábil y destacado, jinete vigoroso.
Tanto el personaje como su nombre, son de origen vasco, lo que indica un padre o abuelo vascón y repoblador, o él mismo que nacido o no en Ávila era de familia vascona de Vasconia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario